La intimidad de Goytisolo
Una treintena de “amigos y lectores” del escritor fallecido protestan por el reportaje que relataba sus últimos años de vida
El pasado domingo, justo una semana después del fallecimiento en Marrakech del escritor Juan Goytisolo, premio Cervantes 2014, este periódico publicó un amplio reportaje sobre los últimos años de su vida. El título y el subtítulo que llevaba en portada resumían adecuadamente su contenido: El amargo final de Goytisolo. El escritor, acuciado por la enfermedad, la depresión y la falta de dinero, aceptó el Cervantes para costear los estudios de sus ahijados.
Francisco Peregil, corresponsal en Rabat, reconstruía a lo largo del texto que ocupaba una página y media en la sección de Cultura, los avatares trágicos de los tres últimos años de vida de Goytisolo. Y lo hacía aportando numerosos datos y detalles íntimos, como la depresión que sufría, o el suicidio de la hija de su esposa, a la que no pudo socorrer económicamente.
El reportaje, que fue el texto más leído en la web del periódico ese domingo, ha cosechado numerosos elogios, y también protestas. Al segundo apartado pertenece la carta que me ha enviado Marika Embalek López, avalada por 29 firmas más de personas residentes en Madrid, Barcelona, París, Oxford, Tánger, Rabat o Nueva York, entre otras ciudades, y que, “como amigos o como lectores de Juan Goytisolo o de EL PAÍS”, expresan lo siguiente:
“Entre los principios de un periodista debería figurar la empatía y la ética de escribir del mismo modo estando viva o no la persona sobre la que se escribe. ¿Habría escrito F. Peregil lo mismo si Goytisolo viviera? ¿Cómo se sentiría (el periodista o sus allegados) si se publicaran su nómina, sus eventuales depresiones, conflictos con los colegas de profesión, con su pareja, familia, amigos?”.
El texto era sumamente respetuoso con Goytisolo
“Quizá su intención fue buena”, prosigue la carta, “pero nos ha disgustado mucho. Quizá la información vertida en el artículo sea verdad, y, con el tiempo, sea analizada por los estudiosos de la vida y obra goytisolianas, pero el escritor, fallecido hace escasamente diez días, ya no puede defenderse, ni defender su intimidad, la de uno de los más insignes escritores que ha tenido España”. Las palabras de queja, concluye la carta, “tienen también como finalidad acompañar su memoria. En Marruecos, donde falleció, existe la creencia de que el alma del difunto sigue acompañando a sus seres queridos durante cuarenta días (al-arbiín), tal como él escribió en La cuarentena, al cabo de los cuales, se le despide para siempre”.
Francisco Peregil, autor del texto, defiende su trabajo: “En ningún momento menciono en el artículo conflicto alguno con su pareja ni amigos. Escribo, eso sí, sobre un factor clave para entender las razones que le llevaron a aceptar en 2014 el Premio Cervantes, un galardón que había criticado previamente. Creo haber cumplido mi trabajo con el respeto, rigor y honestidad necesarios. Sospecho que algún lector y, tal vez, más de una persona cercana a Goytisolo, piensan de forma parecida”.
Y añade: “¿Por qué ha de ser más respetuoso lo que un ‘estudioso’ publique ‘con el tiempo’ que lo que un periodista publique ahora? Se supone que si Goytisolo no puede ‘defenderse’ ahora tampoco podrá hacerlo dentro de unos años”.
El redactor jefe de Cultura, Iker Seisdedos, cree también que el artículo era oportuno. “A raíz de la muerte de Goytisolo resucitaron los reproches de que había aceptado el Cervantes pese a haberse manifestado en su contra en el pasado”, dice. “El artículo pretendía aclarar ese punto. Quisimos responder a por qué se contradijo alguien caracterizado por su coherencia. No vimos el sentido de esperar para publicar una información relevante. Creemos que la historia del escritor queda tras el artículo mejor fijada para los estudiosos de un autor cuya vida y obra siempre estuvieron íntimamente ligadas. Así queda claro en la carta reproducida, en la que él mismo vincula el final de la libido con el de la escritura”.
Entrar en la intimidad de los muertos es siempre una cuestión delicada y entiendo que el reportaje haya disgustado a algunos lectores. Pero el texto huía del morbo, estaba muy bien documentado y era sumamente respetuoso con Goytisolo. Si no hubiera sido así, estoy segura de que los primeros en quejarse habrían sido sus allegados.
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