El último gran disco de rock cumple 20 años y ya predijo lo que vivimos hoy
Para muchos, desde 1997 no se ha superado en la música pop una obra tan influyente y visionaria como 'Ok computer', de Radiohead
Es un castillo construido en 1490 y que perteneció a familiares de Felipe VII. Está en Bath (sur de Inglaterra) y se llama St. Catherine’s Court. Allí, debajo de una escalera de piedra isabelina, el cantante Thom Yorke encontró la enigmática acústica para entonar, con esa voz sufriente, las canciones que componen en que para muchos es el último gran disco de la historia del rock, Ok computer, de los británicos Radiohead.
En una entrevista para la cadena de TV MuchMusic en 1997, la presentadora les preguntó al grupo por esa misteriosa atmósfera. “El sitio donde lo grabamos tuvo bastante influencia”, respondió el líder del grupo, Thom Yorke, que contaba 29 años en aquella época. “Las canciones ya las teníamos, pero hizo que las tocáramos de una forma rara. Era una casa encantada”. Además de la escalera, Yorke grabó algunas canciones en uno de los siete baños de la mansión, que en esa época pertenecía a la actriz Jane Seymour, protagonista de la popular serie La doctora Quinn.
“El disco anticipa rasgos de esta alienación posmoderna en la que vivimos hoy. Tuvieron olfato para captar el signo de su tiempo"
Publicado en mayo de 1997 en Japón (en junio en el resto del mundo), Ok computer producía un efecto inmediato. Tenía algo de avanzado y futurista y, al mismo tiempo, el poso de los grandes álbumes de los setenta. En un año que dio el Wannabe de Spice Girls, Mmmbop de Hanson y Candle in the wind 97 de Elton John, el tercer disco de Radiohead, sin singles claros, exaltaba los discos de larga duración. Por su innovador sonido, parecía el álbum que habrían hecho Pink Floyd si se hubieran formado en los noventa.
Ok computer mató el britpop, movimiento del que el quinteto de Oxford había emergido unos años antes. Su single Creep (1993), pese a su belleza melodramática, no destacaba especialmente al lado de grandes temas de Oasis, Blur, Pulp o Suede. Pero cuando parecía que iban de cabeza a convertirse en unos eternos aspirantes, en 1995 publicaron el álbum The bends; palabras mayores. Radiohead tenían un sonido y un discurso propios. “Debería situar a la banda bajo una luz diferente y catapultarla al megaestrellato”, escribió Mark Sutherland en su reseña para New Musical Express, otorgándole a The bends un 9/10.
Increíblemente, a partir de un disco muy bueno, Radiohead hicieron otro todavía mejor. “Creo que el giro fue enorme”, opina Carlos Pérez de Ziriza, periodista musical y autor del libro Indie y rock alternativo (Robin Book, 2017). “Porque aunque en The bends se pueda apreciar esa épica tenue que remitía a U2 (y que podía anticipar las texturas de Ok computer), nadie podía esperar que el cambio de tercio fuera tan considerable”.
“Radiohead era una de esas bandas que prometían mucho, pero a la que también se les había criticado por pretender avivar las llamas que habían encendido Nirvana y toda la troupe de Seattle”, recuerda Neo Sala, presidente de Doctor Music, la promotora que trajo a España la gira de Ok computer. “The bends les había distanciado algo de ese sambenito, pero nadie esperaba lo que Ok computer estaba a punto de desatar”, añade.
La historia de Ok computer arranca con la autoestima por las nubes y 100.000 libras en el bolsillo (110.000 euros, unos 18 millones de pesetas de las de entonces): la cantidad que les dio EMI para que ellos lo produjeran por su cuenta. Solo dejaron meter baza a Nigel Godrich, que había sido el ingeniero de The bends y acabó siendo coproductor de este y los siguientes discos.
Con los fantasmas o no de St. Catherine’s Court, el sonido del álbum lleva al oyente a territorios inexplorados. “Bitches brew, de Miles Davis [1970] fue el punto de partida de cómo las cosas deberían sonar”, declaró Yorke en 1999 a Yahoo Launch Music. En Bitches brew, un disco experimental con canciones de 20 minutos, el legendario trompetista parece más interesado en crear texturas que melodías. “Tiene ese sonido increíblemente denso y genial que yo intentaba pillar. Era el sonido que tenía en mi cabeza. También lo he oído en discos de [el compositor de bandas sonoras Ennio] Morricone. Nunca en música pop”.
“Para mi escuchar Ok computer es como ver una película muy buena”, dice Anni B Sweet, que se declara fan de este disco. “Me enciende la imaginación al 100 %. Me lleva por muchos paisajes diferentes, a distintos lugares. Es un disco que, cuando lo oyes, no solo lo escuchas, lo ves”.
El angustioso vídeo de 'No surprises', uno de los temas estrella de 'Ok computer', con Thom Yorke debajo del agua.
A pesar de su complejo entramado sonoro, Ok computer se basa en canciones con melodías muy marcadas que se pueden tararear. Para el músico barcelonés Kim Fanlo, exguitarrista de Nena Daconte y nominado a los Grammy Latinos de 2017 como Productor del Año por su trabajo para Pablo López, “es un disco muy valiente, con grandes canciones que les permitieron arriesgar sin miedo en los arreglos y producción. Destacaría la densidad que tiene el disco, la cantidad y variedad de información y lo bien gestionada que está para conseguir ese resultado final”.
Entre la maraña de sonidos hay espacio para el preciosismo. El disco está repleto de pequeños detalles que deslumbran, como la elegancia con la que entra la batería en Exit music (for a film): siete finísimos golpes al plato seguidos de un redoble tan certero y grueso que parece producido por Jeff Lynne.
Las canciones surgieron por impulsos distintos. La primera que se compuso fue Lucky, a petición de Brian Eno para un disco benéfico. Se grabó en un solo día, el 5 de septiembre de 1995, casi dos años antes del lanzamiento del álbum. Quienes en 1996 fueran al cine a ver Romeo + Juliet (de Baz Luhrmann) escucharían el tema Exit music (for a film) en los créditos finales.
La escena en la que Julieta (Claire Danes) se pega un tiro ante el cadáver de Romeo (Leonardo DiCaprio) inspiró a Yorke para componerlo. Cuando en agosto de 1997 la gira del álbum recaló en Nueva York, Claire Danes (conocida hoy por su papel protagonista en la exitosa serie Homeland) fue vista entre el público.
En cuanto a las letras, no puede decirse que sigan un argumento específico —sobre todo por su carácter abstracto—, pero tienen en común una visión desalentadora de un futuro distópico. Un crítico de The Guardian destacó que “uno de los puntos fuertes del álbum radica en la representación orwelliana de un mundo lleno de terror pero esperanzado, poblado por personajes que zumban como frigoríficos”.
Sirva de ejemplo el primer corte del álbum. Airbag deja pasmado al oyente por una letra que habla de la próxima Guerra Mundial, accidentes de coche, la reencarnación y un protagonista que se define a sí mismo como “una ráfaga interestelar que ha vuelto para salvar el universo”. Teniendo en cuenta el estado del mundo hoy en día, algunos lo han encontrado profético.
“Anticipan rasgos de esta alienación posmoderna en la que vivimos —señala Pérez de Ziriza—, así que creo que si algo tuvieron con este disco, más allá de los gustos de cada cual, es olfato para captar el signo de su tiempo. Hay algunos discos de finales de los noventa y principios de los 2000 que también supieron plasmar ese malestar (de Primal Scream, David Holmes, PJ Harvey o hasta de R.E.M.), pero nadie lo consiguió acercar a tanta gente como ellos”.
Thom Yorke canta como si ese paisaje catastrófico le hubiera dejado maltrecho. Su no-siempre-perfecta afinación transmite que ahí a un tío sufriendo tanto que no tiene tiempo de revisar lo que hace. “Por encima de todo destacaría las voces. Lo que canta Thom Yorke y cómo lo hace... es sublime. Leí en alguna parte que prácticamente todo lo que grabó son primeras tomas. Esa frescura es irrepetible muchas veces”, apunta el productor Kim Fanlo. Rematando esa estética tan especial está el arte del disco, un inquietante collage lechoso creado por Stanley Donwood, su portadista desde The bends.
La gira de Ok computer pasó por España en octubre de 1997 (Madrid, Barcelona y Bergara), pero antes, en mayo, la antigua sala Zeleste de Barcelona acogió la presentación mundial del tour. “Asistieron 500 prestigiosos periodistas musicales de todos los países, junto con un público expectante. Recuerdo a Thom Yorke y compañía aparecer en el escenario de manera tímida, acorde con el escenario austero de aquella sala, sin adornos ni efectos”.
Igual que enterró el britpop, Ok computer encumbró el indie tal como lo conocemos. Radiohead abrieron una nueva era para canciones que no entraban en los parámetros comerciales pero que podían arrastrar a las masas. “Tuvo una influencia enorme en bandas posteriores, como los primeros Muse, Doves, Elbow, Starsailor, Budapest...”, explica el periodista Carlos Pérez de Ziriza.
Neo Sala compara su impacto con el del primer disco de la Velvet Underground o Never mind the bollocks, de los Sex Pistols: “Son discos que suponen un punto y aparte, un punto de inflexión en la música, incluso, en esos casos, en la sociedad del momento. Ok computer supone la cima del rock alternativo, y la puerta de entrada a una nueva manera de entender la música, mucho más libre y sin tantas cortapisas a la hora de utilizar la electrónica, mezclarla con guitarras…; de echar mano de todos los elementos posibles a la hora de dar forma a paranoias, crisis existenciales y motivaciones musicales”.
Thom Yorke canta como si ese paisaje catastrófico le hubiera dejado maltrecho. Su no-siempre-perfecta afinación transmite que ahí a un tío sufriendo tanto que no tiene tiempo de revisar lo que hace
Jess Fabric, bajista de Viva Suecia, dice de este álbum que “puede parecer tan solo un puñado de buenas canciones, pero hay mucho más. Podrían ser las estructuras, las melodías, el miedo, la tristeza o incluso la capacidad de estremecer. Ok computer es una leyenda, es muy difícil saber por qué lo es, y quizá esa es la causa”.
“No hay una canción obvia, las letras no tienen sentido a la primera, la mayoría de los temas son demasiado lentos, ruidosos o raros para la radio y en conjunto suena como algo que no vende”, escribió Barry Walters en Spin. “Pero la audaz expansión sónica de este quinteto del Reino Unido es el esfuerzo más atractivo y extraño de una banda de rock en años”. Para muchos, que opinan que este es el último gran disco de rock de la historia, esa audacia no se ha vuelto a repetir.
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