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CLAVES
Columna
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Volver a la política

Cuidemos de que no nos aturdan los cantos de sirenas, pues Europa nos enseñó que los mitos se hielan en esencias

Máriam Martínez-Bascuñán

Hubo un tiempo en que supimos que la política expresa el desarrollo de visiones distintas en conflicto. Después apareció la “pospolítica”, periodo de consenso liberal y armonía ideológica entre partidos guiados por una razón burocrática y en la que las frías élites tecnocráticas atenuaron la disputa entre contrarios. Vino luego este ahora de los representantes del pueblo alzados frente al “sistema”, la época del populismo de derechas al que, según Chantal Mouffe, sólo combatiremos con su homónimo de izquierdas. Y en estas apareció Mélenchon, olisqueando la sangre como buen político viejo. Pueblo y patriotismo económico serían la munición de combate del gran “momento populista de Occidente”.

Quisieron vendernos el saldo de una insumisión cosmopolita, como si el repliegue identitario de un sujeto colectivo nacional popular no abriera la peligrosa ruta hacia sociedades cerradas y xenófobas. Y pareció que la remontada podría funcionar, pero olvidaron que la estrategia del buen general consiste en aprovechar el conflicto que abre el contrincante para redefinirlo. Es eso lo que hizo Macron. Frente al rol de tecnócrata a lo Clinton o la izquierda reaccionaria de Mélenchon, jugó a la política de la identidad desde el reverso de la moneda populista reafirmando un modelo antagónico: europeísmo o nacionalismo, globalización o patriotismo económico, liberalismo o populismo, universalismo o comunitarismo.

Le Pen dio el pistoletazo de salida con su “elección civilizatoria”. Y Macron “marchó” sosteniendo fieramente el patrón contrario: Francia es su cultura ilustrada, su vocación universal frente a la comunitarización republicana de corte lepenista, algo que le compró gustoso Mélenchon. Se trataba de reconectar al país con los hilos que tejieron la idea de Europa como misión, como proyecto construido desde el afán descubridor de los viajes de Odiseo. El himno de la alegría en su procesión hacia el Louvre fue la guinda que teatralizó su victoria, la muestra de que su discurso podría prevalecer. Pero cuidemos de que no nos aturdan los cantos de sirenas, pues Europa nos enseñó que los mitos se hielan en esencias. Es tiempo de volver a la política. @MariamMartinezB

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