Cómo hacer que tu hijo te escuche
Amabilidad, claridad, firmeza y respeto son una buena fórmula para que funcione la escucha y establezcamos una buena comunicación con los niños
8:15 horas de la mañana, me monto en el coche y miro al espejo, veo la viva imagen de Maléfica, los pelos alborotados y soplo de manera rítmica, oigo una vocecita que viene de atrás:
"Mama estás bien, ¿por qué soplas?"
Otra voz responde, esta vez la oigo a lo lejos:
"Es que tiene calor"
Tratas de respirar, como te han enseñado en tu clase de Mindfulness , pero resulta que hoy no funciona, estas a punto de perder los papeles.
Minutos atrás te has levantado con la hora pegada (pobrecitos los niños tienen que descansar suficiente para pasar un buen día) y ya desde primera hora todo va mal, peleas con la ropa, la leche se cae al suelo, el pequeño que empieza a controlar esfínteres llora porque está mojado, vuelves a mirar el reloj y no ves el momento de salir por la puerta.
El médico de mi hij@
Para ayudar a los padres en la tarea de encontrar información útil, fiable y basada en la evidencia científica, y a la vez, crear una comunidad donde profesionales y familias se enseñen los unos a los otros, nació en 2011 el grupo de Facebook El médico de mi hij@.
En él, profesionales de todos los campos relacionados con la salud infantil, entre ellos su creador, el pediatra y colaborador de este diario Jesús Martínez, atienden a las dudas que nos pueden surgir en el día a día de forma gratuita.
Como el conejo de Alicia en El país de las maravillas no sabes las veces que has dicho la palabra “prisa” , las mismas veces que has pensando que tus hijos no te escuchan.
Podemos sobrevivir a esta y muchas más situaciones similares, pero ¿cómo debemos reaccionar?:
- Levantarnos antes. En situaciones de estrés es más difícil afrontar los conflictos: perdemos el control y llega el caos. Con calma todos funcionamos mejor.
- El ritmo de vida que llevamos los adultos es difícil de seguir por los niños. No entienden que “no llegamos a trabajar y que hay que trabajar porque si no podemos vivir”. Cuántas veces hemos repetido este sermón, mientras conducimos a toda prisa y los niños nos miran con cara de “no sé de qué me estás hablando ”.
- Acostarse antes, establecer rutinas. Respetar las necesidades y los ritmos de los niños, nuestras prioridades no son las suyas, es muy difícil comunicarse con un niño con sueño o hambre.
- Instrucciones claras y lo más cortas posibles. Las justificaciones largas hacen que tu hijo pierda interés en lo que tratas de transmitirle.
A su altura, mirándole a los ojos, estaremos más seguros de que nos escucha.
- Involucra al niño en las decisiones, será más fácil que este receptivo. Si por las mañanas, la hora de vestirse se convierte en una batalla. Prepara por la noche junto a tu hijo la ropa del día siguiente, dale opciones y dale la oportunidad de elegir. En niños muy pequeños conviene dar opciones limitadas.
- Cuida la manera en la que te comunicas, muchas veces tu mensaje es contradictorio, la comunicación no verbal SÍ importa y los niños lo perciben con facilidad, generamos confusión.
- Hazle saber que entiendes cómo se siente: “sé que no te apetece tomarte la leche y estás enfadado, pero no es necesario tirar el vaso”, “cuando hayas acabado o no quieras más puedes avisarme”.
- Permite al niño que se equivoque, no pasa nada. Es más fácil que aprenda de los errores que de los aciertos, todo error es una oportunidad para mejorar y crecer.
- A veces tenemos expectativas muy altas, queremos que hagan cosas para lo que aún no están preparados. Hay que relajarse y confiar en que harán las cosas cuando estén listos.
- Pregunta en vez de ordenar. En vez de decirle: “ponte el abrigo de una vez”, les puedes probar a preguntar: “¿qué crees que te falta para salir a la calle?”. Buscando su cooperación es probable que estén más receptivos.
En resumen, amabilidad, claridad, firmeza y respeto son una buena fórmula para que funcione la escucha y establezcamos una buena comunicación con los niños.
Se produce un silencio sepulcral, paro el coche. Por fin el trabajo, mañana será otro día y seguro que lo puedo hacer mejor, repito una y otra vez como un mantra. Vuelvo a soplar, cojo fuerza para afrontar el día y oigo una vocecita:
“¿Mamá hoy no hay cole?”...
Ruth Alfonso Arias, educadora Infantil y educadora de Padres de Disciplina Positiva.
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