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MIRADOR
Columna
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Pinturas

La propuesta de retirar las obras sobre la conquista de Canarias llevaría a cerrar los principales museos del país

Julio Llamazares
La mesa presidencial del Parlamento canario y los cuadros de la discordia: "La entrega de la princesa"  y "La fundación de Santa Cruz de Tenerife" MANUEL ARMAS
La mesa presidencial del Parlamento canario y los cuadros de la discordia: "La entrega de la princesa" y "La fundación de Santa Cruz de Tenerife" MANUEL ARMAS MANUEL ARMAS

En lugar de dedicarse a legislar, los diputados autonómicos canarios se han enredado estos días en una discusión sobre si hay que retirar o no los dos lienzos que presiden el salón de sesiones del Parlamento y que algunos consideran humillantes para ellos por cuanto representan dos escenas de la conquista de las islas Canarias por los castellanos; en concreto, la entrega a estos de una princesa guanche, se supone que como botín de guerra, y una imagen que remeda a las de Colón al pisar América, con un grupo de soldados y de frailes alzando en tierra una enorme cruz, símbolo de su victoria sobre la cultura indígena. La polémica ha cobrado tal fuerza que incluso ha saltado a la Península, donde se supone vivimos los descendientes de aquellos conquistadores.

Lo primero que se me ocurre es citar a quien quiera que fuera (la anécdota la he oído atribuida a varias personas) el que en algún lugar de la América hispana, acusado en su condición de español del exterminio de los indios y de todas las barbaridades que nuestros compatriotas hicieron allí en el nombre de Dios y de la codicia propia, respondió que estaba de acuerdo con la acusación pero que de ningún modo podía sentirse aludido, puesto que había nacido en España, prueba evidente de que sus antepasados no habían participado en aquellos hechos, cosa que no podía decir de los suyos su acusador, pero me parece un recurso fácil. Señalar que los que se ofenden por los lienzos del Parlamento canario (que, por cierto, pintó un isleño, el palmero Manuel González Méndez, no un peninsular) se apellidan Olarte, Cabrera, Santana, etcétera, es algo tan obvio que yo no me atrevo a hacerlo. Sí a subrayar la peligrosidad de sus argumentos, que, extendidos al común de la pintura, obligarían a cerrar los principales museos de este país, llenos de escenas de ejecuciones, martirios, guerras, fusilamientos y bombardeos como el de Guernica, cuyo 80º aniversario se está celebrando ahora. Y lo mismo ocurriría con la historia, ese catálogo de barbaridades que habría que retirar del conocimiento público para no ofender. La alternativa que alguien propone de cubrir los lienzos con telas mientras los diputados celebran sus reuniones, aunque a priori pueda parecer sensata, no deja de ser una broma más, pues, si se acepta, tendría que extenderse a todos los rincones de las islas en los que haya cuadros que representen escenas de la conquista o de cualquier otro acontecimiento que los nacionalistas canarios consideren humillantes para ellos. Con todos mis respetos, yo les sugiero que, en lugar de quitar o tapar los lienzos, llamen a la restauradora de Borja y le pidan que se los arregle un poco.

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