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MIRADOR
Columna
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La derecha

La República debería ser reconocida. Cuando eso pase, será un día de júbilo para todos

Jorge M. Reverte
La bandera republicana izada en la plaza de la Constitución de Cádiz.
La bandera republicana izada en la plaza de la Constitución de Cádiz.ROMÁN RÍOS / EFE

Tiene que haber alguna razón que explique la obsesión de la derecha española por demostrar que el golpe de Estado contra la República que comandó Francisco Franco estaba justificado, que era casi necesario. Hace ya ochenta años de aquello, y sigue pasando. Ahora, dos de las mejores cabezas académicas del PP, Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, han publicado un libro, titulado 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular (Espasa, 2017), cuyo esfuerzo mayor consiste en demostrar que en febrero de ese año hubo un pucherazo que dio al Frente Popular una ilícita victoria, y, además, que esos comicios estuvieron contaminados por una violencia generalizada.

No creo que yo deba añadir más argumentos a la crítica de un libro tan bien documentado que los esgrimidos por Santos Juliá en este mismo periódico (Babelia, 1 de abril de 2017) y con los que coincido. Pero sí veo pertinente enmarcar la publicación del mismo en una maniobra de mayor aliento. No, por supuesto, de la editorial, pero sí de fuerzas, nada oscuras afortunadamente, que tienen uno de sus orígenes en la fundación FAES, donde reside lo más florido del aznarismo.

¿Por qué sigue la derecha española buscando la legitimidad de un golpe de Estado contra un régimen como el republicano? No se puede entender con facilidad cuando se ve a los representantes de esa derecha disfrutando de su condición de demócratas ya reconocidos en todas partes.

José María Aznar y su fundación son militantes de esa idea: se trata de mantener a la República de 1936, que fue fruto de la caída de un régimen corrupto y agotado, en el banquillo de los acusados. ¿Cómo no iban a reaccionar el ejército y la mitad del pueblo español ante semejante pucherazo?

No habría estado mal que el inteligente y poderoso esfuerzo de los autores se hubiera dedicado a analizar cómo los procesos electorales de esa etapa del siglo XX español estuvieron teñidos por el fraude y la violencia. Eso por no hablar de las elecciones en la época inmediatamente anterior de la Restauración, con los gobernantes disputándose cada circunscripción a base de malas artes, cuando no del pistolerismo.

La derecha española ha experimentado un cambio gigantesco, que ha sido reconocido en todos los foros europeos, nada simpatizantes con el autoritarismo. Ese reconocimiento debería ser suficiente motivo para asumir un pasado que tampoco beneficia a la izquierda, pero sí al republicanismo y a la figura de Manuel Azaña.

La República debería ser reconocida por la derecha española. Cuando eso pase, será un día de júbilo para todos.

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