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Miedo a la libertad
Columna
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California, el equilibrio del contrapoder

El Estado se ha convertido en un bastión de resistencia a la contrarrevolución de Donald Trump

La senadora demócrata de California Kamala Harris, en un acto en defensa de los inmigrantes en EE UU.
La senadora demócrata de California Kamala Harris, en un acto en defensa de los inmigrantes en EE UU.MICHAEL REYNOLDS (EFE)

Cuando se produjo la Declaración de Independencia de Estados Unidos, California era un territorio bajo dominio español. Cuando los padres fundadores diseñaron su nuevo país, todo dependía de las 13 colonias y el Imperio inglés. Pero ahora, en esta época de desencuentro y desconcierto, ese Estado, sexta economía del mundo si fuera independiente, se ha convertido en un bastión de resistencia frente a la contrarrevolución de Donald Trump, gracias a sus congresistas, a sus senadores y a su gobernador, Jerry Brown. Así, tras la victoria del magnate, sus autoridades aseguraron que, si bien el territorio no estuvo presente en el nacimiento de Estados Unidos, sí lo estaría en la redefinición y la refundación del país.

Las instituciones estadounidenses van funcionando, a la derecha o a la izquierda, o por el equilibrio de los poderes, mientras que Trump va descubriendo que ganar unas elecciones no es comprar un país. Los jueces han frenado su orden ejecutiva sobre migración, el Senado y el Congreso han rechazado sus programas de salud, y algunos Estados, los más importantes, los más modernos, de costa a costa, de Nueva York hasta Los Ángeles, han levantado un muro contra los excesos del 45° presidente del país.

El océano del siglo XX fue el Atlántico, donde los dos Roosevelt, Theodore y Franklin Delano, gobernaron en sus mejores momentos. Sin embargo, las tragedias europeas llegaron a través del Atlántico y el Pacífico solo emergió tras una guerra de desgaste con Japón y el ataque de Pearl Harbor.

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Hoy, el siglo XXI mira hacia el Pacífico, se construye desde ese océano, en el que China emerge como el rival más importante en materia económica. Y lo que antes estuvo en Nueva York, en Wall Street o en el cinturón industrial de Estados Unidos, es decir, Detroit, Illinois, Pittsburgh, hoy surge en Silicon Valley, que se ha convertido en el centro del universo.

Estamos ante una rebelión social impulsada y conformada por las actitudes valientes y brillantes de los políticos californianos. Representan una nueva forma de comprender el mundo cuyo dominio no se funda en policías y armas nucleares, no se construye a base de ladrillos y especulación financiera, sino que se basa en la inteligencia, en la construcción del siglo de las comunicaciones y el imperio del conocimiento.

Es importante recuperar esos gestos de coraje, ese valor que están manifestando algunos gobernantes que no sólo frenan la contrarrevolución trumpista, sino que devuelven la esperanza, no solo al pueblo estadounidense, sino a todos los que, por una razón u otra, estamos dentro de su robusta red de intereses y al tanto de los rumbos que tomará su política exterior.

Honor a quien honor merece y, en medio de tanta infamia, desconcierto, preocupación y terror frente a lo que parece ser la pérdida de los principales valores de este mundo, es importante rescatar esos ejemplos, esas figuras que representan el espíritu cívico y la modernidad.

Por esa razón que Kevin de León, el líder del Senado de California, califique el anuncio del fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, que amenazó con castigar a las llamadas ciudades refugio, de “chantaje” para obligarlas a cooperar con la deportación de inmigrantes, es un gesto gratificante que conecta directamente con la mejor tradición estadounidense y con el legado que los padres fundadores dejaron no sólo a sus conciudadanos, sino al resto del planeta.

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