Jóvenes que se creen con derecho a disfrutar sin esforzarse
Conocido como 'fantasy gap' es una conducta cada vez más común. Casos como el del adolescente que denunció a su madre por retirarle el móvil empiezan a ser habituales
El debate en torno a la mala educación de los jóvenes actuales ha centrado el interés público en los últimos años ¿Cómo es posible que un adolescente, que a priori carece de recursos propios es capaz de perder el respecto a sus padres, que son los que le dotan realmente de todo tipo de privilegios y bienes? La respuesta se explica con lo que los anglosajones conocen como “fantasy gap”. Los que experimentan esta situación creen que tienen el derecho de disfrutar de experiencias o privilegios sin tener que esforzarse para ello.
¿Es ilícito que una madre le confisque a su hijo de 15 años el móvil para que estudie? ¿Para que se concentre y no se distraiga?
Una mujer de 37 años, procedente de Almería pensó que sí, hasta que su hijo decidió denunciarle, haciendo que por primera vez se sentara frente a un juez con una petición de cárcel de nueve meses. La mujer finalmente fue juzgada y absuelta de un presunto delito de malos tratos después de que en la denuncia de su hijo constase un leve forcejeo cuando esta le quitó el teléfono móvil el pasado 28 de febrero. Cada vez es más común este tipo de comportamiento, por lo que estos casos, como el de este joven de El Ejido, parecen convertirse en la tónica habitual.
Pero es importante analizar qué está ocurriendo con los adolescentes realmente.
- En primer lugar, es necesario descartar cualquier patología (esquizofrenia, trastornos de personalidad, trastorno de oposición desafiante), ya que lo habitual es que los jóvenes alcancen la madurez física, pero a veces no se acompaña de desarrollo moral, psicosocial o cognitivo que corresponda a su edad.
- Desde el punto de vista del desarrollo psicosocial, los jóvenes a partir de 13 años deberían ser capaces de actuar dentro de los límites de su entorno social a la vez que son capaces de diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
- Desde el punto de vista del desarrollo moral, los adolescentes a estas edades deben ser capaces de entender que, para que una decisión pueda considerarse como buena, debe suponer un beneficio para todas las partes involucradas, no solo para él.
- Finalmente, desde el punto de vista del desarrollo cognitivo, los jóvenes deberían ser capaces de tener pensamiento abstracto y utilizar el razonamiento hipotético de manera correcta, es decir, comprender las consecuencias de sus actos antes de llevarlos a cabo con el fin de tomar la mejor decisión.
A pesar de esta generalización, lo cierto es que en ocasiones nos encontramos con comportamientos fuera de lo común que pueden explicarse de diversas maneras:
- Resistencia a la hora de avanzar en el desarrollo psicosocial. Los adolescentes se desprenden de los deberes propios de su edad, y en ocasiones los cargan en terceros, normalmente, sus padres. Estos jóvenes suelen olvidar que cualquier responsabilidad que recaiga sobre sus progenitores repercutirá a su vez sobre toda la familia.
- Resistencia en el desarrollo moral básico. Otro de los problemas con los que nos encontramos en algunos casos es que los jóvenes no reconocen la relación entre un castigo recibido y un buen comportamiento posterior. Es decir, llega un momento en el que parece que cualquier actitud es legítima con tal de obtener el resultado deseado por su parte.
- Finalmente, al ver algunos actos, parece descubrirse que no llegan a ser conscientes de las consecuencias que pueden provocar sus acciones, es decir, no son capaces de prever las posibles situaciones negativas derivadas de sus acciones, lo que muestra una falta de desarrollo cognitivo.
En ocasiones las familias no prestan la debida atención al desarrollo psicosocial, moral o cognitivo, y se preocupan más por el desarrollo físico y crecimiento saludable que por dotar a los niños de herramientas sociales reales. Es por este motivo por el que es tan esencial prestar la debida atención a los jóvenes.
Estas son algunas sugerencias para prevenir estos problemas:
1. Presta atención al comportamiento de tu hijo, a su honestidad y respeto por los demás, cumplimiento de normas, es decir, a cómo se relacionan con el mundo. Es esencial corregir cualquier comportamiento que no sea acorde a los valores familiares, sobre todo cuando se trata de actitudes agresivas. Pensar “ya se le pasará” es un error que puede desembocar en comportamientos violentos en el futuro.
2. Usa los errores de tus hijos para que aprendan. Los niños aprenden mejor con ejemplos, por eso hay que explicarle las normas y si no las implantan, mostrarles la importancia de seguirlas correctamente.
3. Utiliza límites claros y reconocibles. De nada sirve que las normas vayan cambiando a medida que surgen situaciones diferentes. Si no somos capaces de mostrarnos firmes ante determinados actos o pautas, ellos sentirán que las reglas pueden cambiar, por lo que no asimilarán la importancia de la autoridad.
4. En el caso de adolescentes, los padres debemos transmitirles seguridad a través de un guía. Esta persona les ayuda a conocer el mundo, a entender qué ocurre a su alrededor y les inculca valores que ellos desarrollarán en el futuro. Que se conviertan en adultos responsables dependerá en parte de este entorno.
Como casi siempre cuando hablamos del desarrollo de nuestros hijos, vale más prevenir que curar. Como padres, podemos participar de manera activa no solo en su desarrollo físico, sino también en el cognitivo, social y moral. Esto nos ayudará a evitar el fantasy gap que lastra a muchos. Con estas medidas preventivas les estaremos ayudando a realizar con éxito la transición entre la adolescencia y la edad adulta.
Fdo. Deanna Marie Mason, experta en salud y educación familiar
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