_
_
_
_
MIRADOR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Yo era otro

Si no hablas desde tu nicho identitario, nadie ni siquiera te entiende.

El muro que separa Estados Unidos y México.
El muro que separa Estados Unidos y México. Justin Sullivan (Getty Images/AFP)

Llegué a vivir a Estados Unidos hace una década. Tenía 24 años y me acababa de titular en la UNAM con una tesis en Filosofía Política (diatriba bienintencionada y mal escrita) sobre cómo la teoría de la justicia de John Rawls excluía del contrato social a los migrantes indocumentados. Mi visión del país era monolítica, simplista, llena de confuso encono y contrariada admiración.

A los pocos meses, contestando un cuestionario en un hospital, di con la pregunta: “¿Raza?”. Las opciones: Blanco, Negro, Hispano, Otro… Fui a protestarle al recepcionista (como si fuera su culpa). “¡Hispano no es una raza, Señor!”. Me escaneó desde las profundidades de su hastío y nomás alzó las cejas. Volví a mi asiento y taché: “Otro” y, junto a eso, escribí: “And fuck you”. Meses después, el editor de una revista de modas me ofreció una columna sobre el dating en NY como “mujer de color”. Decliné: “Soy casada y de color verdoso, así que nadie me invita a dates”.

La violencia taxonómica se extendía a otras esferas. En mis seminarios de doctorado, en Columbia, las lecturas de teoría literaria empacaban todo en rígidas categorías —“minorías”, “marginalidad”— y se me revolvía el estómago. Me enojaba, no porque no sea cierto que en la desigual distribución de poderes y prestigios tenemos literaturas que unos consideran “marginales”, así como sexos y grupos vistos como “minoritarios”, sino porque me parecía hipócrita que académicos y escritores reputados pontificaran desde el “margen” cuando era claro que sus sueldos y posiciones los colocaban más bien en un “centro”, muy lejos de la experiencia de las personas a las que supuestamente daban voz. No creía, por ejemplo, que la brillante y cáustica crítica Gayatri Spivak, jefa del programa donde yo era alumna, dijera nada que garantizara una mejor vida a las caribeñas que por las noches barrían los pasillos de la universidad, o a los yemenís dueños de delis, o a los repartidores mexicanos, pedaleando sin tregua por la ciudad, con las cadenas de sus bicis terciadas como dobles cananas, a la Zapata.

Lo que todavía no entendía era que el poder del aparato del identity politics es tal que subsume a todo “otro” a esas categorías. Y no hay escapatoria. En el Land of the Free nadie elige la identidad o intersección de identidades que le es asignada. Si no hablas desde tu nicho identitario, nadie ni siquiera te entiende. Imposible navegar con la bandera rimbaudiana: Yo soy otro (and fuck you). Integrarse es dejarse someter a una sola forma de ser otro. Por supuesto, ahora siempre tacho “Hispanic”, y le sonrío dócilmente a los recepcionistas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_