_
_
_
_
Tentaciones
_

Zumitos, música house y selfies: así sobreviví al H&M 'hipster' de Barcelona

Todos los modernos acudieron como ácaros a esta nueva tienda del gigante sueco, una especie de discoteca con maniquís, espejos y clientes desorientados

vía @kevinquebien
vía @kevinquebien

Tengo la sensación de haber llegado a la macrodiscoteca más cool del momento. Cola importante para entrar, luces brillantes, tipos en la puerta con pinganillos, música house escapándose a la calle, colándose en los sonotones de los viejos que pasan por ahí. Son las 12 del mediodía de un sábado y no me he plantado en Berghain con la caraja, en realidad he ido a visitar la nueva supertienda de H&M, en el número 11 del Paseo de Gracia de Barcelona.

Ahora, la gente guay habla de flagship store, pero nosotros la llamaremos tienda insignia, esto es: un mastodonte de cuatro plantas que pasa por ser el espacio más grande la marca en España, un nuevo concepto de megastore hipster friendly, no apta para aquejados de hipersensibilidad. Ahí dentro van a poner tus sentidos al límite y no va a ser un agradable, marine.

El jueves 2 de febrero, todos los Instagram stories del coolness barcelonés bullían con imágenes de la tienda. Era el evento del mes, la inauguración privada para influencers, diseñadores, actores y bichos del mundillo. H&M se lo trabajó cosa fina; todos los modernos acudieron como ácaros del polvo a una alfombra. Sin embargo, nada tienen que ver esas estampas de gente molona lanzando su mejor pose, con el interior del monstruo en una mañana de sábado.

Familias enteras manoseando ropa, abuelas extraviadas, parejas de treintañeros al borde la ruptura, adolescentes, niños corriendo; parece que haya entrado en un Ikea, pero enseguida me percato que estoy en una tienda de ropa que quiere ser desesperadamente una discoteca. Los altavoces no paran de escupir cantaditas, como si estuviéramos en Spook. Resulta difícil no dejarse llevar por la euforia housera y atiborrar la cesta de camisas y jerséis a golpe de mandíbula batiente.

"Los modernos acudieron como ácaros a una alfombra y la gran novedad es el restaurante Flax&Kale, con café de especialidad, zumos 'cold-pressed' y ensaladas de quinoa"

Me he traído a mi novia, diagnosticada con TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) para ver cómo responde al alud de estímulos sensoriales y a la infinita oferta de ropa y objetos que acumula esta pirámide cósmica de moda a precios populares. Enseguida se siente abrumada, incapaz de focalizar, flotando en un amnios de luces potentes, materiales brillantes, maniquís enfundados en bombers y espejos por todas partes.

Lo cierto es que la ubicación enfermiza de espejos convierte la experiencia en un chute de vértigo. Hay momentos en que los reflejos se confunden con el plano material y ofrecen profundidades engañosas, desorientando a los clientes. Imagino al crío del Resplandor poseído por la música dance, recorriendo con su triciclo este laberinto escheriano hasta el fin de la eternidad.

En la planta baja, dedicada a los peques, me dedico a explorar la zona de la guardería. Hay niños dibujando garabatos en una mesa, acompañados de trabajadoras de H&M vestidas con bombers negras. Pienso en padres aliviados, saboreando cada segundo de soledad, probándose trapitos. Estamos a punto de comprar un pijama de bebé de Darth Vader y no tenemos hijos. Nos perdemos en un rincón lleno de camisetas de Nirvana. Giramos por un pasillo, aturdidos por la música y los reflejos mareantes, y nos topamos con más maniquís. Y más bombers. Bombers por todas partes.

Para mi novia, diagnosticada con trastorno por déficit de atención con hiperactividad, esta megadiscoteca es lo que un concierto de Motorhëad para un murciélago

El volumen de ropa es tal que la ansiedad resulta inevitable. Hace rato que he perdido toda comunicación mi novia. Dios sabe en qué dimensión estará su mente a estas alturas del castigo. El house fresquito no perdona; el hilo musical sigue erre que erre con las cantaditas. Pasamos por la zona de maquillaje y hay una dependienta apuntando nombres de adolescentes, ávidas por una sesión gratis de chapa y pintura. Hay que salir bien en los selfies.

No sabemos cómo, pero en un momento dado y en plena deriva mental nos encontramos en un área dedicada al hogar: tazas, manteles, alfombras de ducha... La ofensiva de H&M es bestial; quieren estar en todas partes, hasta en tu casa. A estas alturas de la batalla mi novia vive en un cortocircuito permanente. Se dedica a mirar objetos sin un plan de acción predeterminado; vaga entre sábanas y cuencos para el jabón, como si la guiara una fuerza sobrenatural, en pleno trance de déficit de atención. Me percato de que esta megadiscoteca es para ella lo mismo que un concierto de Motorhëad para un murciélago. Necesito devolverla a la realidad cuanto antes.

La gran novedad de esta nave espacial es sin duda el restaurante Flax&Kale del grupo TeresaCarles, una de las factorías de comida sana más apreciadas por los hípsters de Barcelona. Se halla en un rincón, medio escondido, y depara unos minutos de sanación al visitante, introduciéndolo en una burbuja de café de especialidad, zumos cold-pressed y ensaladas de quinoa.

En este healthy córner -perdonad que me ponga moderna- se salvan vidas. Las cantaditas dejan paso a una música atmosférica y calmosa. Los sentidos se desatascan y la realidad vuelve a fluir a un ritmo normal. Es el chill-out de H&M. Eso sí, la vuelta a la cordura (que no a la gordura) se paga. En este restaurante una ensalada, un café y un smoothie te pueden costar más que un jersey de la marca sueca. Las gangas no están precisamente en sus neveras, sino ahí fuera, en esa estructura colosal de mármol, metales, madera y espejos. Allí donde la música dance suena sin descanso y los reflejos superpuestos de los espejos te envían a realidades paralelas.

El monstruoso edificio nos escupe exhaustos, con la sensación de no haber visto nada y haberlo visto todo. Tengo tiempo de echar un último vistazo al titán y pienso que la tienda insignia de H&M es un selfie de cuatro plantas, una gran metáfora de los tiempos que corren. El ego se siente saciado en un espacio recubierto de espejos que te devuelve constantemente tu imagen. Tú eres el protagonista.

Hay una zona en la que si cuelgas una foto del local en tu Instagram con un hashtag, te regalan un descuento. Cola larga. También hay una especie de fotomatón de selfies en otra planta. Ocupado. Y la gente se hace selfies en esta gran selfie, creando un bucle imposible, una metaselfie de toma pan y moja. Definitivamente es la primera tienda de ropa que veo que se aprovecha de forma tan decidida de las pulsiones millennials. Es el futuro del sector, posiblemente, pero un futuro que a mí me encontrará en la sección de caballeros del C&A comprando boinas. Cosas de la gente mayor.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_