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¡Socorro, mi hijo adolescente va a ir a una fiesta esta Nochevieja!

¿Le pongo hora? ¿Qué hacemos para controlar que no consuma alcohol? ¿Y si llega borracho?

El ambiente de las fiestas de Nochevieja preocupa a muchos padres.
El ambiente de las fiestas de Nochevieja preocupa a muchos padres.Claudio Álvarez

Mientras que los padres con niños más pequeños suelen aguardan las fiestas navideñas con ilusión, muchos de los que tienen hijos adolescentes sienten cierta preocupación, sobre todo por la Nochevieja. Que empiecen a volar solos asusta casi siempre, pero la inquietud en la noche de fin de año es mayor ya que se mezclan en ella dos componentes: alcohol y conducción. ¿Debo dejarle salir? ¿Qué podemos hacer como padres para controlar que nuestro hijo no consume alcohol y que no sufra ningún percance? ¿Y si llega totalmente ebrio? ¿Cómo gestionar esta parte de su ocio tan complicada?

Para muchos padres, la fiesta de fin de año se ha convertido en una situación compleja a la hora de gestionar las demandas de sus hijos adolescentes, explica José Carrión, psicólogo especializado en terapias adolescentes en el centro Cinteco. ¿Deberemos ser más estrictos esa noche o, por el contrario abrir la mano por ser la noche que es? Los jóvenes "desde siempre han idealizado la fiesta de Nochevieja como una excepción a las normas habituales que se aplican el resto del año", recuerda Carrión, que afirma que precisamente se puede utilizar esta ocasión para poner en práctica los valores de confianza que hemos inculcado hasta ahora. Y es que, como en casi todo lo relativo a la educación de los hijos, nada se improvisa de un día para otro. Hay que trabajar durante todos los días, de manera que, según el psicólogo, “no se trata de aprender a manejar una situación puntual, sino de haber sabido establecer desde el principio los límites y las normas que todo adolescente necesita para desarrollarse en un marco adaptativo”.

Dejarle salir o no

¿Qué debemos hacer? ¿Permitirles salir, sí o no? ¿A partir de qué edad? Las normas han de partir de cada núcleo familiar, no hay un estándar porque ninguna familia es igual. No es lo mismo pasar la noche de fin de año en un pueblo de no más de mil habitantes y donde se vuelve andando a casa que salir en una gran ciudad. También hay otros factores, como son los propios adolescentes. No todos son iguales ni tienen la misma responsabilidad o manera de ser, y desde luego también influye el lugar al que se acude: si es una fiesta en casa de unos amigos o es una macrodiscoteca. Todos esos componentes influyen de manera notable a la hora de tomar decisiones.

Para el experto, “los padres tienen derecho a decidir todos los interrogantes que se les plantean en estas fiestas: permitir que salgan o no, decidir si les parece adecuada la fiesta a la que proponen acudir, establecer una hora de llegada, etcétera”. Si se han establecido adecuadamente las figuras de autoridad y los límites, explica, no será difícil “consensuar” con el adolescente una cierta flexibilidad en ocasiones especiales como esta, siempre potenciando su responsabilidad a la hora de gestionar la situación en la línea de lo que se espera de él o ella.

Factores como la edad, la responsabilidad y la convivencia facilitan el acercamiento de posturas, pero siempre en el marco anteriormente expuesto. Los adolescentes necesitan las referencias de los padres incluso para mostrar su oposición a las mismas. En esta etapa desarrollan criterios propios y habilidades para negociar asertivamente los límites y las normas de la casa. No hay, por tanto, recetas únicas o respuestas mágicas a cuestiones como a partir de qué edad, hasta qué hora y a qué fiesta acudir. El error que se suele cometer es justificar como padres nuestras decisiones a través de argumentos que, al final, se pueden volver en nuestra contra. Si les hemos prometido que saldrán a partir de una edad, es normal que lo reclamen aunque no dispongan de las herramientas para gestionar bien las cosas, expone Carrión.

Un "privilegio" por su comportamiento habitual

El psicólogo tiene claro que “si partimos de nuestro derecho a decidir, podemos acercarnos a sus posturas en función de su comportamiento habitual, a saber: si suele cumplir los horarios, si acepta un no como respuesta, si respeta nuestra figura como autoridad, si tiene claras las indicaciones sobre el consumo de alcohol u otras sustancias, etcétera”. Hablamos en definitiva de que salir en fin de año debería ser un “privilegio” que consiguen a través de su actitud y de su comportamiento habitual.

Todo esto suena muy bien, pero la teoría puede distar mucho de las situaciones reales. Es muy probable que desde un marco de autoridad indefinida y un cuadro adolescente de escaso control de la frustración, nos encontremos con un conflicto garantizado. Es aquí cuando el adolescente impone sus deseos con el único argumento de que se trata de fin de año o de que ya “es mayor” para hacer lo que quiera. Si los padres no disponen de las herramientas para manejar estas imposiciones, si tienen que aceptar la conducta de sus hijos aunque la desaprueben, más les vale que acudan a un profesional especializado que pueda hacer las veces de mediador y revertir esta situación que perjudica, especialmente, al adolescente. Y es que, aunque tenga la falsa sensación de libertad, no está adquiriendo las herramientas que precisa para su adecuado desarrollo adulto en una sociedad que es fundamentalmente normativa.

Negociar la hora

La edad no es un factor único para decidir, pero existen edades legales para acudir a una fiesta, especialmente si en ella hay consumo de bebidas alcohólicas. La hora puede negociarse en función de dónde y con quién vayan a pasar esa noche: podemos quedar en recogerles como manera de ejercer un cierto control externo y, a la vez, de facilitar la movilidad para ellos.

¿Y cómo actuar si llegan a casa borrachos? Si han bebido y muestran signos de embriaguez, conviene atender al cuadro que presentan y hablar con ellos del tema en otro momento, por ejemplo la tarde siguiente. Aquí debemos mostrar una actitud tranquila pero determinante. Conviene pasarles la responsabilidad de que confiamos en que sean capaces de seguir nuestras indicaciones y también conviene, por supuesto, predicar con el ejemplo.

Carrión recuerda que todo se hace desde que son pequeños: “Educar a estas edades tiene mucho que ver con expresar nuestras referencias y trasladarles aquello de que la decisión la van a tomar ellos”. Si hemos establecido una relación de comunicación y confianza con el adolescente, no tenemos garantías de que vaya a hacer lo que le indicamos pero, desde luego, nos tendrá en cuenta, sobre todo si hemos preservado una potente relación afectiva con ellos. El experto remacha que las normas hay que definirlas antes de encontrarnos con la situación problemática.

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