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Tribuna
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Cuba sin Fidel, pero con Raúl

La isla sobrepasa las condiciones idóneas que todo capitalista desea para invertir

Fotografía de Fidel Castro en una tienda de víveres en La Habana Vieja, el 29 de noviembre de 2016.
Fotografía de Fidel Castro en una tienda de víveres en La Habana Vieja, el 29 de noviembre de 2016.O. Barría (EFE)

Fidel Castro fue la última personalidad histórica del siglo XX en morir. No importa si se le favorece o condena, debemos reconocer que se trató de un ser excepcional, con grandes atributos personales y profesionales, que no sólo conoció y sobrevivió a grandes figuras del siglo XX, sino que fue protagonista de eventos políticos que han configurado al mundo entero. Sería ingenuo pensar que su liderato al frente de Cuba por 47 años fue un asunto del azar.

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Cuba lleva ya un tiempo experimentando una transición ideal. Parecería que todo fue un plan orquestado por el propio Fidel para garantizar la supervivencia de su legado y el de la Revolución, y no hay duda de que su figura continuará siendo omnipresente y lo será por siempre.

Se engañan quienes auguran un cambio radical y súbito del régimen cubano con la muerte de su líder. Todo cambio radical y súbito trae consigo la inestabilidad que fomenta la emigración y un ambiente poco propicio para invertir, por lo que a Estados Unidos le ha aterrado siempre dicho escenario. Puesto que la revolución cubana es antes nacionalista que marxista, y cuenta con un apoyo importante de la población, es improbable que ocurra un cambio al estilo soviético. Por una parte, existe un consenso de que la Revolución, a pesar de sus defectos, ha alcanzado logros que la mayoría de los cubanos desea preservar; y por otra, ante la amenaza del reclamo de propiedades e indemnizaciones por parte del exilio, el pueblo cubano, sin lugar a dudas, se aferrará a la Revolución.

Con más de medio siglo de vida revolucionaria, la mayoría de los cubanos no conocen otra forma de vida. La memoria de Fidel continuará viviendo en la mente y los corazones de los cubanos, y no habrá quien se atreva a retar su legado. Una Cuba sin ,pero con Raúl, representa la continuidad y la estabilidad. Raúl ha anunciado que se retirará de la presidencia de Cuba en 2018, lo que significa que dará más impulso aún a sus reformas dirigidas a preparar a Cuba para acoplarse a una economía de mercado mundial, sin que ello implique rendir los logros de la Revolución que la población defiende. Y significa también que ya tiene que estar encaminado un proceso para transferirle el poder a un sucesor que sea portaestandarte de esta visión y garantice una transición estable.

La mayoría de los cubanos quiere preservar los logros de la Revolución

Raúl no es Fidel. El estilo de gobernar de Raúl es muy distinto al de su hermano. Raúl es un administrador probado y, contrario a Fidel, es un verdadero marxista a quien afectó mucho el derrumbamiento de su ideología.

Como estudioso de las transformaciones económicas de China y Vietnam, Raúl sabe que Cuba no está preparada para una apertura económica total y súbita. Derrotar la corrupción, la ineficiencia y la falta de competitividad de la economía cubana continuarán siendo prioridades de su administración. Si Cuba liberalizara su economía sin atender antes estos asuntos vitales, corre el riesgo de perder a intereses extranjeros el control económico y político del país, lo cual sería el fin de los logros de la Revolución. Raúl no pretende cometer los mismos errores de China y el bloque soviético y está decidido a mantener el control total como única manera de mantener viva la Revolución.

Cuba sobrepasa las condiciones idóneas que todo capitalista desea para invertir: baja criminalidad; recursos humanos baratos, ilimitados, educados, saludables y de gran profesionalismo; salud y educación universal; estabilidad política; y un sector turístico boyante. Mientras continúen las reformas, la muerte de Fidel no traerá cambios dramáticos.

Existe hoy mayor incertidumbre en Estados Unidos con un presidente electo como Donald Trump, que en una Cuba sin Fidel. Mucho se conjetura sobre cuál será definitivamente la política de Trump hacia Cuba. A pesar de sus declaraciones, a Estados Unidos le interesa un ambiente propicio a la inversión. Luego de décadas de espera, el capital norteamericano no desea aventuras políticas con un futuro incierto. Debemos distinguir entre las palabras dichas por Trump a las gradas del exilio cubano en Miami y el interés genuino del capital norteamericano, que bajo ningún concepto aceptará quedar bloqueado por ese exilio. Barack Obama se esforzó por hacer el desbloqueo cubano irreversible, y aunque Trump lo haga más lento y tortuoso, al final los intereses de la clase empresarial norteamericana, a la que pertenece Trump, triunfarán.

Efraín Vázquez Vera es catedrático de la Universidad de Puerto Rico.

efvave@gmail.com / @efvave

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