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Follamentes

La testosterona hace que el hombre piense con la polla; los estrógenos no son tan generosos

Debbi Smirnoff (Getty Images)

El deseo no es la única puerta que favorece el sexo pero sí la indispensable. Sin deseo no hay sexo.

Jueves por la noche, te metes en la cama destrozada, aspirando a dejarte mecer por tu programa de radio favorito hasta dormirte. Cuando apenas te has colocado en posición fetal, quien ocupa tu otro lado de la cama te roza buscando mambo. Eliges muerte. Opción A: recurres a lo que no te falla jamás de los jamases para que ese sexo rápido y efectivo termine en poco más de un cuarto de hora aunque no sea nada efectista. Opción B: pegas un bufido lo suficientemente contundente como para que te dejen en paz. Si tu pareja es hombre, es más que probable que la testosterona esté golpeando las paredes de la habitación única y exclusivamente porque te ha visto desnudarte. Es lo que tiene ir "cargado de balas" todo el día. Si tú eres mujer, mala suerte. No lo tienes tan fácil.

¿Qué hace falta para tener ganas de sexo?

Laura Cámara, matrona y sexóloga, apunta a los estrógenos como uno de los principales implicados en el deseo femenino: "El deseo tiene componentes biológicos, psíquicos y sociales. Los estrógenos están involucrados en la elasticidad de las paredes vaginales, en la lubricación y por tanto en la excitación. Su déficit, afecta al deseo". Las mujeres menopáusicas son las principales receptoras de una carga extra de estrógenos pero su administración también implica riesgos que hace que los médicos se lo piensen antes de recetarlos y nunca a mujeres que no sean menopáusicas: "Que yo sepa —prosigue Cámara— en mujeres que no sean menopáusicas, el aporte extra de estrógenos no mejora el deseo". Tanto los estrógenos como la testosterona participan en el deseo sexual. Y ambos están presentes en hombres y en mujeres. Las mujeres tenemos más estrógenos y menos testosterona; los hombres al contrario. Por eso ellos son más voyeur que nosotras. Y nosotras tenemos más fantasías sexuales. Ellos piensan con la polla. Nosotras nos montamos películas.

Dos jóvenes en una librería.
Dos jóvenes en una librería.Getty
Qué suerte tienen los tíos

El pene no está formado por músculos como otras partes del cuerpo que, ejercitados, cumplen cuando sea preciso. Si fuera tan fácil como desarrollar bíceps, bastaría con hacer la gimnasia correspondiente para garantizarse una respuesta erectiva. De ahí que esos aparatos de alargamiento de pene no sean más que una estafa. Los vasos sanguíneos que transportan la sangre al pene están un poco cerrados y los vasos sanguíneos que transportan la sangre fuera del pene, abiertos. Excitados, los vasos que transportan la sangre al pene se abren más mientras que los que sacan la sangre se contraen. Afortunados ellos cuya excitación y deseo dependen de la testosterona. Los hombres tienen mucha más testosterona que las mujeres, hasta 40 veces más. Esto hace que literal y científicamente piensen con la polla. En ambos casos a más testosterona más deseo, pero no por administrárnosla, las mujeres deseamos más. Ni aun poniéndonos hasta arriba de testosterona como hacen con los gallos de corral para convertirlos en gallos de pelea, aumentan nuestras ganas. Nuestro cerebro es mucho menos conformista que el de los hombres y nuestros estrógenos, aun cuando tenemos los niveles óptimos, no nos ponen cachondas. Solo ayudan en el proceso de la excitación, no en las ganas.

Mala suerte, compañera

La Adyii ni siquiera se ha hecho famosa. A menos que aclares que es la viagra femenina, nadie sabe a qué te refieres. Su base en la filibanserina, un medicamento que se usa en premenopáusicas y actúa supuestamente en la libido femenina, pero que se estrella por los efectos secundarios y la escasa efectividad. Por eso cada vez cobra más fuerza la necesidad imperiosa de admitir, exigir y querer que la calentura suceda primero en el cerebro y después donde sea menester. Buscamos los estímulos apropiados para que nuestro cerebro reaccione gratamente propagando la excitación por todo nuestro cuerpo. Queremos follamentes, no guapos. Terminamos en la cama con personas cuyo encanto físico no es su mejor baza, pero que royeron nuestras neuronas hasta ponernos a cien. Nos ocurre tanto a hombres como a mujeres, aunque ellos tienden más a tirarse al barro (y follarse a quien encarta) ayudados por sus índices de testosterona.

Eusebio Poncela describiendo el poder follador de las mentes.

Por eso hay mujeres que, sin haber visto en toda su vida a un determinado escritor, lo presuponen un auténtico fucker. Fueron horadando pim, pam, pim, pam, su cerebrito con los artículos, columnas y entrevistas que escribieron y que ellas leyeron. ¡No te quiero ni contar cuando leen aquel primer libro en el que encima se mostraron humanos! También hay hombres que se masturban escuchando determinados programas de radio solo porque se ponen cachondos con la voz de la presentadora aunque hable de témporas. Y estos sujetos serán fijos al periódico y a la emisora en cuestión. Imagínense si tienen la suerte de cruzarse en su camino... Ambos ejemplos no son suposiciones; ya me conocen. Hay quien se folla la mente de quien haga falta.

De eso se trata.

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