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Renzi reniega de su sintonía con los Clinton

El primer ministro italiano suelta lastre ante el referéndum de la reforma constitucional

Matteo Renzi, primer ministro de Italia.
Matteo Renzi, primer ministro de Italia. STEFANO RELLANDINI (REUTERS)

“Si en una curva tienes todo bajo control, significa que vas lento”. A Matteo Renzi le gusta citar esa frase del piloto italo-estadounidense Mario Andretti, campeón mundial de Formula 1 en 1978, para explicar que, también en política, es necesario un poco de riesgo, algo de vértigo, para triunfar. Su irrupción en la política nacional hace tres años —en diciembre de 2013 se hizo con la dirección del Partido Democrático (PD) y dos meses después arrebató a su compañero Enrico Letta la presidencia del Gobierno— ya dejó claro entonces que al exalcalde de Florencia le sobraba desparpajo. Sus buenos resultados en las elecciones europeas siguientes se debieron en gran parte a la fascinación del electorado de centroizquierda por un personaje rompedor, capaz de arrebatar al Movimiento 5 Estrellas (M5S) su discurso crítico con las élites de Bruselas y de desactivar –invitándole a café en la propia sede del PD— a Silvio Berlusconi.

La decisión de someter a referéndum sus reformas constitucionales, aun con parte del PD en contra, y su promesa —aunque descafeinada después— de abandonar el cargo si perdía, dejaron claro que Renzi seguía sin pisar el freno. De un tiempo a esta parte, sin embargo, se venía gustando en su nuevo traje de estadista. El hecho de que Barack Obama le dedicase su última cena de Estado y bendijese sus reformas parecía un gran respaldo. Lo que no estaba en el guión era la derrota de su candidata, Hillary Clinton.

A pocos metros de la meta —el referéndum es el 4 de diciembre—, Renzi se ha visto en la necesidad de dar un volantazo en plena curva. Ha dicho que “en Estados Unidos los Clinton no eran vistos como el cambio”, pero que en Italia el cambio sigue siendo él. A continuación, ha quitado de su despacho la bandera europea —que no despierta pasiones precisamente— y ha dejado solo la italiana. Renzi se ha despojado sin complejos del disfraz de estadista para volver a vestir el que mejor resultado le ha dado: el de sí mismo. Su primer principio —casi el único— es la victoria.

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