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CLAVES
Columna
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Paradojas

Es imprescindible que los partidos políticos aprendan tras las elecciones a transitar rápidamente de la lógica electoral a la lógica parlamentaria

Sandra León
Mariano Rajoy es felicitado por Antonio Hernando tras ser investido.
Mariano Rajoy es felicitado por Antonio Hernando tras ser investido.Juan Carlos Hidalgo (EFE)
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Paradoxes

El bipartidismo en España era una rareza en el conjunto de sistemas de partidos europeo que hemos abandonado para convertirnos en otra anomalía en el ámbito comparado: haber tardado más de 300 días en formar un Gobierno liderado por un solo partido y sin una mayoría estable de apoyos.

Aunque ese tipo de Gobiernos suele durar menos que los mayoritarios —sean de un solo partido o de coalición—, la forma que adopte el Ejecutivo no lo es todo para entender su estabilidad. Entre 1945 y 1998 Suecia e Italia tuvieron un número similar de Gobiernos en minoría liderados por un solo partido. Sin embargo, la duración de los Gobiernos suecos fue en promedio más del doble que la de los italianos. ¿Qué nos puede acercar a Suecia y alejar de Italia?

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Una condición imprescindible es que los partidos políticos aprendan tras las elecciones a transitar rápidamente de la lógica electoral a la lógica parlamentaria. En un sistema donde el poder está fragmentado, la primera se basa en la diferenciación, y la segunda en el acuerdo y la concesión. En España, el tono y contenido del pasado debate de investidura muestra a unos partidos centrados todavía en el primer eje, incapaces de interiorizar el nuevo escenario.

Si no reaccionan a tiempo, las formaciones pueden acabar encasilladas en una lógica de división que les atrape como una brida: cuanto más tiren de esa lógica, más complicado será superarla, deshacer el camino andado y convencer a los votantes de que la concesión no significa rendición. La confrontación permanente en un Parlamento fragmentado es un lujo, quizás sólo al alcance de quienes no estén interesados en gobernar.

Si la actual distribución de apoyos en el Parlamento se mantiene y los partidos siguen en la lógica de la división, el PP puede acabar dominando el Ejecutivo durante un largo periodo. Ello alumbraría una gran paradoja: que la impotencia ciudadana que alimentó la crisis de representación ante la imposibilidad de cambiar las políticas cuando cambiaban los Gobiernos acabe transformándose en otra más profunda: su incapacidad de procurar, siquiera, un cambio en el partido que gobierna. @sandraleon_

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