Cosas mal hechas
El PSOE deberá decidir hoy si se abstiene o no a Rajoy, y justo después deberá enfrentarse a otro problema: cómo lograr que se le identifique como la oposición al Gobierno del PP
La idea de que uno mismo ha sobrevivido a una catástrofe puede consolar tanto que llegue incluso a hacer creer que la catástrofe ha desaparecido en sí misma. Pero, lamentablemente, sigue ahí. Y el PSOE, mejor dicho, su comité federal, se enfrenta a una catástrofe, no tanto en cuanto suceso desgraciado e inesperado, sino a algo que es defectuoso. Las cosas en el PSOE están mal hechas. Mal hechas en las últimas semanas, desde luego, y mal hechas desde hace más tiempo, como advierte Ignacio Urquizu. Probablemente, desde que el lenguaje de madera, simplemente destinado a la estrategia y la propaganda electoral, se impuso sobre los problemas políticos reales.
Sea como sea, lo inmediato es saber qué fórmula elige hoy ese comité federal para dar la vuelta a acuerdos anteriores, tomados, recuérdese, por unanimidad, y permitir la investidura del candidato del Partido Popular, Mariano Rajoy, como presidente del Gobierno para una nueva legislatura. Pocos discuten la importancia de la disciplina de voto para una organización política que tiene por objetivo dominar el aparato del gobierno, pero también es importante reconocer la realidad, y hoy por hoy la realidad en el PSOE es que la militancia socialista es contraria a esa abstención, no solo en Cataluña, donde el PSC tiene un encaje estatutario diferente, sino incluso en la gran mayoría de las localidades andaluzas, votantes de Susana Díaz.
Imponer la disciplina de manera radical, exigiendo entregas de actas o abandono del grupo parlamentario, cualquier cosa más allá de simples multas, o, mejor aún, designar a 11 abstencionistas puede ser una gran tentación cara al futuro congreso del PSOE, pero también puede ensanchar tanto la herida con el PSC y con una parte de la militancia socialista que de la debilidad se pase a la anemia perniciosa. Ya se sabe que la vida mejora lentamente y que se estropea de golpe.
Decida abstenerse cómo lo decida, alguien deberá subir a la tribuna parlamentaria para defender públicamente esa postura. El comité federal tiene también que decidir hoy entre dos opciones: salir del paso como se pueda e intentar que se olvide lo más rápidamente posible, encomendando el trámite a un diputado/a disciplinado. O aprovechar la ocasión para un gran discurso parlamentario, protagonizado por alguien (diputado, necesariamente) que tenga algún viso de credibilidad personal y que esté dispuesto a jugársela en ese momento. No es nada fácil.
El PSOE se enfrenta a otro problema inmediato: cómo lograr que se le identifique como la oposición al Gobierno del PP. En otras legislaturas, el lenguaje, o el tono, parlamentario eran suficiente, pero en ésta la presencia de Podemos dificultará extraordinariamente esa tarea. El grupo de Pablo Iglesias tiene en su mano provocar continuas votaciones en las que PP, Ciudadanos y PSOE coincidan, y es casi seguro que su estrategia pasará por ahí. Además, el PSOE solo puede explicar su abstención en aras de la gobernabilidad del país, pero esa misma exigencia está reñida con la idea de impedir en la práctica que el PP gobierne.
Es posible que para los dirigentes actuales del PSOE lo realmente urgente sea ganar tiempo, hasta el otoño próximo, para reordenar sus filas y poder hacer frente al imprescindible congreso. Para ellos, retrasar las primarias es casi cuestión de supervivencia, porque entre muchos militantes existe todavía la convicción de que Pedro Sánchez no se ha retirado de la batalla y que se presentará, en cuanto pueda, a las internas del PSOE. Como explica Miquel Iceta, convertirse en un símbolo es muy incómodo, porque obliga a defender tu posición por encima de cualquier otra consideración. La decisión final le corresponderá solo a Sánchez, admiten sus seguidores, pero, con todo, creen que inevitablemente le tocará encabezar una opción. Albert Camus decía que al principio y al final de una catástrofe se suele hacer retórica. Pero en medio de ella, uno se acostumbra a la verdad. Veremos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.