_
_
_
_
Porque lo digo yo
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Poca broma

Reírse de uno mismo es el mecanismo que tienen los brillantes para equilibrar el consenso que hay alrededor de su talento, belleza, o ambas cosas a la vez

Donald Trump, Hillary Clinton.
Donald Trump, Hillary Clinton.SPENCER PLATT (AFP)
Xavi Sancho

“La naturaleza de la comedia hoy en día hace cada vez más complicado que uno pueda hacer bromas riéndose de sí mismo”. Este tan certero análisis no lo hizo ni Billy Crystal ni Jimmy Fallon ni siquiera Eduardo Inda. Las palabras las dijo Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, tras la cena que su diócesis organiza cada cuatro años y en la que reúne a los dos candidatos a la presidencia de EE UU frente a un puñado de notables. Los presidenciables dan un discurso durante el acto. Hasta hace bien poco, la tradición dictaba que dedicaran esos parlamentos a reírse de sí mismos, algo bastante adecuado en un ambiente católico. Pero este año, tanto Clinton como Trump optaron por hacer bromas sobre su rival, lo que convirtió el asunto en algo mucho menos interesante. De cualquier modo, el hecho de que la mejor broma de Trump fuera sobre una mujer de laca (la suya) y la de Clinton sobre una mujer de cobre (la Estatua de La Libertad) dice bastante sobre cada uno de ellos.

Reírse de uno mismo es el mecanismo que tienen los brillantes para equilibrar el consenso que hay alrededor de su talento, belleza, o ambas cosas a la vez. La falta de gente con agallas para bromear sobre sus propias imperfecciones habla tanto de la falta de seguridad en sí mismos de quienes deben hacer los chistes como de su poca confianza en que se vayan a entender. Después de todo, una broma fallida (o no entendida) sobre otra persona se convierte en un insulto, pero una broma fallida (o no entendida) sobre uno mismo puede entenderse como una confesión. Y eso es mucho peor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_