Iglesias desatado
Podemos confirma el viraje a la izquierda alejándose de su proclamación socialdemócrata
Hace ya varias semanas que Podemos está embarcado en un agitado debate interno. La secuencia es conocida: primero salta la polémica entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que, en las redes sociales y a la vista de todo el mundo, discrepan entre ellos. Posteriormente, vista la repercusión de sus palabras, pasan a calificar sus desavenencias como “normales” y fruto de la democracia interna y pluralidad que reina en su partido, mientras que acusan a quienes han informado de ellas de querer sembrar la división en su formación. Pero inmediatamente calmada la polémica, vuelven a enzarzarse en las redes, repitiéndose la secuencia de acusaciones y desmentidos.
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La última polémica, a costa de la decisión de Pablo Iglesias de abandonar el lema original de Podemos (el “Sí se puede” que buscaba el vínculo con la primera campaña de Obama), y a cambio reivindicar el puño en alto y el legado y eslóganes de Salvador Allende (“luchar, crear, poder popular”), revela un importante giro estratégico y discursivo.
Sumado a otros posicionamientos, estos cambios muestran a un Pablo Iglesias que, al estilo de Ulises, liberado de sus ataduras anteriores, ha decidido completar el viraje a la izquierda que su alianza con Izquierda Unida ya prefigurara antes de las pasadas elecciones, dejando atrás definitivamente la idea de convertirse en un partido socialdemócrata de amplio espectro que apele a los votantes tradicionales de centro-izquierda.
El Podemos que anuncia ahora Iglesias rechaza los disfraces moderados que, según él mismo ha reconocido, ha venido adoptando en el pasado con el fin de no generar rechazo y llegar a más votantes. Pero, paradójicamente, este giro hacia la izquierda en busca de la autenticidad ofrece a un PSOE alicaído una gran oportunidad de ocupar el espacio reformista que Podemos deja vacante.