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Semana de la Moda en París

Hermès reivindica el pragmatismo francés

Ricardo Tisci organiza un inspirado desfile ‘papillote’ con los invitados envueltos en mantas de aluminio

Desfile de Givenchy, en París.
Desfile de Givenchy, en París.Victor Boyko (Getty Images)
Carmen Mañana

Aunque menos de lo esperado, Hermès es una de las pocas marcas que continúa creciendo en este incierto año para la industria de la moda. Sus ventas han aumentado un 6% en la primera mitad del 2016. Y lo visto en su desfile parisino evidencia por qué la maison se mantiene imperturbable: porque sigue siendo Hermès, el baluarte del lujo discreto. Nadège Vanhee, su directora creativa, demostró este lunes que atemporal no tiene que ser sinónimo de tedioso. Su colección para la próxima primavera-verano exaltaba el músculo artesanal de la centenaria firma y, al mismo tiempo, reivindicaba el pragmatismo, un valor muchas veces olvidado y otras tantas confundido con falta de creatividad.

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La primera prenda en salir a la pasarela resumía la esencia de su propuesta: un vestido realizado en algodón con grandes bolsillos y doblemente ceñido al cuerpo; primero por una goma ancha y después, por un cinturón de piel, en esta ocasión sin logo. Una prenda que recordaba intencionadamente a los uniformes de trabajo de los años cuarenta y cuya silueta —amplia y con la cintura alta— se repetiría a lo largo de la presentación en monos de piel y conjuntos de pantalón y camisa.

Las faldas plisadas y estampadas con ilustraciones de Nigel Peake, y los vestidos-delantal con escote de camiseta remataban la propuesta de Vanhee.

Desfile de Hermes, en la Semana de la moda de París.
Desfile de Hermes, en la Semana de la moda de París.PATRICK KOVARIK (AFP)

Las colecciones de Hermès suelen ser dignas de observar con lupa. Y este lunes hubiera merecido la pena poner bajo la lente sus maravillosos colgantes decorados con miniaturas de bolsos en pieles exóticas. Tan pequeños, que no cabría ni una barra de labios. Solo un secreto.

Riccardo Tisci fue más práctico a la hora de diseñar que de organizar su desfile, celebrado en los jardines del Museo de Ciencias Naturales. Un enclave bucólico que decoró con enormes balones luminosos. Todas sus mediáticas musas —Kim Kardashian (antes de que le robasen unos 10 millones en joyas), Gigi Hadid y Courtney Love junto a su hija, Frances Bean Cobain— estaban allí para arroparle. La idea era buena y la localización excelente. Los medios aguardaban expectantes. Solo falló una cosa y, afortunadamente para el diseñador de Givenchy, no fue la ropa sino el mercurio. Porque el italiano convocó a sus invitados un 2 de octubre a las ocho de la noche en una explanada al aire libre. Y las hordas de la moda, que no gustan de llevar medias y están dispuestas a ignorar el termostato con tal de exhibir sus estilismos largamente planeados, se estaban congelando.

Aunque no tuvieron en cuenta el proceso criogénico a la hora de elegir hora y lugar, alguien en Givenchy debió reparar en las consecuencias que una epidemia de neumonía tendría entre compradores y periodistas internacionales. Tal vez ignorando su impulso natural decidieron colocar sobre los fríos asientos de cemento unas mantas térmicas de papel de aluminio semejante a las que se utilizan en un accidente de tráfico.

Hubo quien se resistió, pero finalmente la mayor parte de los convocados acabaron envueltos en el papel metálico como si fueran una patata en papillote. Al menos, la manta hacía juego con la pasarela de espejo y jugaba a reflejar sus destellos. La imagen era surrealista, casi una metáfora. El mundo de la moda uniformado y caliente viendo como una modelo mostraba ropa de primavera a 12 grados.

Las prendas jugaban curiosamente con el concepto de doble capa. Vestidos ajustados de cortes ondulantes con camisetas por debajo que funcionaban a modo de segunda piel. Al principio, en tonos neutros y, más tarde, en estampados de rayas y lunares de colores que, al superponerse, creaban un caleidoscopio de resonancias zíngaras. Entre unos y otros, Tisci profundizó en una propuesta que ya había adelantado la pasada temporada: americanas con enormes bolsillos desmontables —y acompañadas por pantalones de pata de elefante— que se convirtieron en gabardinas, chalecos y que luego aparecieron decoradas con incrustaciones de cristal.

El desfile de Givenchy, en la Semana de la moda de París.
El desfile de Givenchy, en la Semana de la moda de París.Peter White (Getty Images)

Completaban el estilismo unos enormes collares de gemas y zapatos de atar destalonados con calcetines. La estética de la colección evocaba a los primeros años del 2000 y, pese a resultar convincente y expresiva, carecía de la fuerza de otras temporadas.

Giambattista Valli se presentó el lunes más atrevido y juvenil de lo acostumbrado. Desde que Jean Paul Gaultier trasladase el sujetador de la categoría de prenda interior a exterior, muchos han seguido su estela, pero pocos desde una aproximación tan romántica como la del italiano. Sus sostenes de delicado encaje se superponían sobre tops de mangas abullonadas o asomaban bajo volátiles babydoll. También protagonizaban una evolución exagerada del vestido de un solo hombro, que, además de dejar al descubierto una clavícula, también revelaba un pecho. Los tejidos de pequeñas flores de las primeras piezas dieron paso a rasos a rayas con bordados de cristales para terminar con los clásicos encajes de la casa, algunos como el colmena rematados por pequeñas abajas de pedrería. Salpicando la colección también se vieron pantalones masculinos, minifaldas con cancán y blusas transparentes y una serie de vestidos cortos con aberturas hasta la cadera. Merecen especial mención sus chaquetas tipo bomber en colores pastel con las mangas drapeadas. Valli busca equilibrar este punto sexy con la inocencia de sus estampados y la ligereza de los tejidos y siluetas. Un difícil equilibrio que sus fieles compradoras sabrán agradecer.

Gigi Hadid en el desfile de Giambattista Valli, en París.
Gigi Hadid en el desfile de Giambattista Valli, en París.ALAIN JOCARD (AFP)

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