_
_
_
_
CLAVES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Contrarrevolución

Frente a los populistas antieuropeístas, una generación ha descubierto que en lugar de marcharse es mejor quedarse en la UE y convertirla en un ente cerrado

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a su llegada a la cumbre de Bratislava,
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a su llegada a la cumbre de Bratislava,FILIP SINGER (EFE)

El eje franco-alemán está de capa caída, España (más bien Mariano) está ausente, los holandeses, otrora europeístas, están de retirada, Renzi clama en el desierto, Bélgica hace tiempo dejó de existir y el Reino Unido ha acabado en manos de los bárbaros que quedaron detrás del muro de Adriano.

Un inmenso vacío, la nada, parece haberse adueñado de esta Unión Europea inane políticamente. Pero en política no existe el vacío. El poder es sólido, líquido y a la vez gaseoso: si no está en un sitio, está en otro. Y eso es lo que está pasando en la UE. Mientras los europeístas de siempre siguen enzarzados en sus tan típicos como escolásticos debates sobre la Europa a varias velocidades, el federalismo intergubernamental, las virtudes del “método de la Unión” frente al “método Monnet” o la necesidad de completar la unión bancaria, un grupo de líderes, todos ellos provenientes de Europa central y oriental, ha comenzado a hacerse subrepticiamente con el liderazgo de la UE.

Frente al inoperante eje franco-alemán, atenazado por el pánico a los populistas xenófobos en un año electoral largo, el húngaro Viktor Orbán (adalid ideológico del concepto de democracia “iliberal”), el eslovaco Robert Fico (otro martillo preclaro de refugiados e inmigrantes no cristianos) y la polaca Beata Szydlo (colmo del chovinismo) han logrado, en la cumbre de Bratislava, imprimir un giro soberanista e identitario a la política de asilo y refugio de la UE.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Ante este empuje, liderado por otro polaco, Donald Tusk, presidente del Consejo, y el silencio cómplice de los demás Estados miembros, la Comisión y el Parlamento europeo se aprestan a desistir de su empeño de poner en marcha una política de asilo y refugio europea basada en principios en los que nos podamos reconocer. “Menos cuotas y más controles” han exigido, y logrado. Frente a los populistas antieuropeístas, esta generación ha descubierto que en lugar de marcharse a la británica y quedarse aislado es mejor quedarse en la UE y, aprovechando el vacío de liderazgo, darle la vuelta como un calcetín para convertirla en un ente cerrado. Ha comenzado la contrarrevolución: esperemos que Marine Le Pen y el FN francés no se apunten. @jitorreblanca

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_