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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Rajoy, la investidura y el dilema del ‘Ultimatum game’

¿Puede el líder del PP esperar que alguien le regale los votos que necesita para conseguir la investidura sin contrapartida alguna?

Milagros Pérez Oliva
El presidente de Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en una conferencia de prensa.
El presidente de Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, en una conferencia de prensa.uly martin

Se ha especulado mucho sobre el papel que juegan las emociones en la política. En realidad hace mucho tiempo que la neurociencia ha demostrado que no hay separación entre raciocinio y emoción, que el cerebro actúa como un todo y que las mejores decisiones racionales son aquellas que están informadas por las emociones. Desde que tenemos resonancia magnética funcional para leer la actividad cerebral, se han publicado trabajos muy interesantes sobre cómo procesa el cerebro las emociones. Entre los más interesantes figuran los trabajos de Daria Knoch y Ernst Fehr, y en particular los que versan sobre el dilema del Ultimatum Game. ¿Es aplicable este dilema a las negociaciones para la investidura de Rajoy? Pues tal vez sí. Veamos.

En este experimento hay dos jugadores a quienes se ofrece una importante cantidad de dinero que podrán quedarse solo si consiguen ponerse de acuerdo en la forma de repartirlo. A uno se le concede la capacidad de hacer la propuesta de reparto, y al otro la de aceptarla o rechazarla. Si la oferta es aceptada, cada uno se llevará la parte acordada. Si es rechazada, ninguno recibirá nada. El que tiene la capacidad de iniciativa puede operar según dos lógicas muy distintas: si lo que quiere es asegurarse de que el otro acepte la propuesta, tratará de acercarse a un reparto lo más equitativo posible. Pero también puede razonar que puede hacer una oferta mínima, pues el otro estará obligado a aceptarla por ser la posición más ventajosa para él. Cabe esperar que razonará de forma egoísta: si no acepta, los dos se quedan sin nada, de modo que por pequeña que sea la parte que le ofrezca, la aceptará porque es mejor que nada.

Lógico, ¿no? Pues no, la mayoría de la gente que participa en este juego no acepta el trato si la oferta está por debajo del 40%. La rechazan sin dudar y además se sienten ofendidos. La posición más ventajosa es la egoísta, pero si es manifiestamente injusta, es rechazada porque intervienen emociones poderosas como el agravio o la humillación, pero también la idea misma de injusticia es inaceptable, aunque ello suponga un coste. En realidad, cuanto menor es la oferta, menor es también el coste de rechazarla.

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Este dilema tiene un bonito corolario: cuando se hace el mismo experimento, pero con un solo participante que recibe la oferta de un ordenador, en la mayoría de los casos es aceptada, aunque sea mínima. Lo mismo sucede en las personas a las que experimentalmente se les bloquea la corteza prefrontal y, por tanto, se interrumpe la relación entre la parte del cerebro que procesa el raciocinio y la amígdala que controla las emociones. En ambos casos, el individuo hace la elección racional egoísta. Pero en la otra respuesta, la del “castigo altruista”, también hay beneficio, pero en este caso, el beneficio es el resultado de un juicio moral.

A la luz de estos dilemas, ¿puede Rajoy esperar que alguien le regale los votos que necesita para conseguir la investidura sin contrapartida alguna? Espera que la otra parte acepte la falta de reconocimiento que ello implica? Juzguen ustedes mismos.

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