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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pensiones, zombies y fraudes sin aclarar

La hucha no la vacían los pensionistas, sino los incompetentes

Jesús Mota
Pensionistas esperan en una oficina de la Seguridad Social en Vitoria
Pensionistas esperan en una oficina de la Seguridad Social en VitoriaPradip J Phanse

Circulan historias macabras sobre el cobro fraudulento de las pensiones. Cuentan que algunas familias conservan el dedo cortado del abuelo o abuela para imprimir las huellas digitales y seguir percibiendo la pensión de jubilación del muerto; dicen, con la luz apagada y una linterna enfocando la cara del narrador, que en España hay 30.000 dedos congelados “para este fin”. Cabría decir al iluminado seguidor de Poe que 30.000 dedos son muchos dedos; sugieren una afición viciosa por el despiece de cadáveres o que el sistema de pensiones está siendo saqueado por un denso entramado de familias en estado de extrema necesidad (EEN). Truculencias a un lado, el Tribunal de Cuentas (TC) anuncia que ha descubierto en España 30.000 pensionistas muertos que están cobrando una pensión. El coste de estos pensionistas lázaros es de unos 300 millones anuales.

Bien es cierto que la Seguridad Social desmintió la hipótesis del TC (calculada por medios indirectos) y concluyó que el desfase afectaría a unos 92 casos. Entre 30.000 y 92 hay una diferencia tan considerable que una administración pública eficaz se aprestaría a investigarla, con el fin de que contribuyentes y cotizantes tengan la seguridad de que su dinero no se pierde en los recovecos de la picaresca familiar. Pero, claro, en España la Administración tiene a gala excitar la inquietud entre sus administrados. Las estimaciones del TC (30.000 zombis) son indirectas; el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) asegura que los fallecimientos se cotejan diariamente, pero nadie puede garantizar que no existan retrasos en las comunicaciones de fallecimiento, errores a registrar los DNI u otros ejemplos de viscosidad burocrática que desmienten la eficacia del mundo digital sobre el de la picaresca. Si hay fraude, 30.000 parecen muchos, pero menos de 100 resulta grotesco.

De este juego de fuerzas, en el que las denuncias quedan en el aire y los contribuyentes jamás sacan nada en claro, el resultado es que el caso de los 30.000 fraudes (o los que sean) nunca se aclarará; queda estacionado en vía muerta hasta que se olvide o se transforme en un cuento de miedo. Sólo por incordiar al INSS, en Grecia (donde el EEN es superior al español) se descubrió que 45.000 familias de funcionarios fallecidos estaban cobrando indebidamente la pensión. Así que los zombis sí existen, aunque Grecia nos lleve años de ventaja.

Pero antes de que se apodere de la población el pánico a lo The Walking Dead, recuerden que el problema de las pensiones no es la picaresca; que las amenazas para las pensiones, reales e inmediatas (en tanto en cuanto las decisiones que no se tomen hoy se pagarán mañana), están en el mecanismo demográfico imparable que prolonga el periodo de percepción, debido al aumento de la esperanza de vida; en la contradicción que existe entre la necesidad de retrasar la edad de jubilación y la incapacidad de las empresas para ofrecer empleo y la negligencia de los gobiernos para tomar decisiones que apuntalen o reformen el sistema de pensiones. La hucha no la vacían los pensionistas, sino los incompetentes.

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