Las ideas detrás del codesarrollo
Quienes han intentado responder preguntas sobre las migraciones casi nunca han considerado los aportes sobre desarrollo. Aquí, algunos
¿Por qué algunas personas deciden irse de su ciudad y dejar todo atrás para empezar una nueva vida en otro país? ¿Logran cumplir sus sueños? ¿Qué efectos tiene esto para los que se quedan atrás? Todas estas son preguntas de crucial importancia para el codesarrollo. Para que los proyectos planteados den los resultados esperados, hay que conocer bien las circunstancias sobre las que se va a actuar. Pero los que han intentado responderlas casi siempre se han basado en las teorías de las migraciones sin considerar apenas aportes sobre desarrollo.
Esto es sorprendente, considerando que las primeras teorías sobre migraciones internacionales nacieron formando parte de teorías de desarrollo que se centraban en el mercado laboral. Según el economista W. Arthur Lewis, la industria y la manufactura, sectores que creaban empleo, componían las economías desarrolladas. Al mismo tiempo, en los países en vías de desarrollo la agricultura y las pequeñas industrias no lograban generar suficientes puestos de trabajo. Por eso, los que vivían allí se irían a países industrializados en búsqueda de mejores salarios y mayores posibilidades de encontrar un trabajo. En consecuencia, poco a poco se equilibrarían los salarios y el desempleo en los dos mercados de trabajo, y las migraciones pararían.
Otra corriente de teorías sobre migraciones se basó en el dependentismo. El análisis incluía factores históricos, sociales y políticos además de económicos. Según pensadores como Samir Amin y el que posteriormente sería presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso y muchos otros, el subdesarrollo era consecuencia de la historia del desarrollo capitalista en los países industrializados, al que los países periféricos estaban sometidos. Tuvieron una visión negativa de las posibilidades de desarrollo. Esto se reflejó en las teorías sobre migraciones influidas por ellos, que tienen una visión pesimista acerca de sus efectos en el país de origen.
Aparte de estas aportaciones, el creador del codesarrollo, Sami Naïr se basa en enfoques de desarrollo participativos. Éstas forman parte del enfoque de las necesidades básicas. Sus bases se sentaron ya en 1899, cuando el empresario inglés Benjamin Seebohm Rowntree condujo el primer estudio científico sobre pobreza en su ciudad natal, York. Envió investigadores a todas las casas de la clase trabajadora y dos años más tarde publicó un libro con los resultados. Allí definió una línea de la pobreza basándose en la cantidad de dinero necesario para asegurar la supervivencia y sanidad de las familias. Impulsó dos estudios más, en 1935 y 1951, y amplió su definición de las necesidades básicas.
Para que sea verdaderamente participativo, los beneficiarios de los proyectos deberían determinar la agenda
En 1969, el economista británico Dudley Seers publicó un texto en el que criticaba tanto los enfoques neoclásicos como los dependentistas. Ampliando a Rowntree, afirmó que si la pobreza, el desempleo o la desigualdad “ha[n] empeorado, y especialmente si lo han hecho las tres, sería muy extraño llamar ‘desarrollo’ al resultado, incluso si la renta per cápita ha crecido mucho”. En las décadas posteriores, el concepto de necesidades básicas fue ampliado cada vez más por él mismo y por otros académicos y llegó a incluir la educación y seguridad social, el medio ambiente, libertades políticas y seguridad. Sólo tener un trabajo ya no era suficiente para poder hablar de desarrollo, el empleo también tenía que ser productivo y digno. Es decir, el trabajador tenía que ganar lo suficiente para poder vivir de su salario.
El sociólogo neerlandés Hein de Haas se acerca a este enfoque cuando explica las migraciones en función de una “brecha de oportunidades” en vez de la brecha de salarios de la que hablaban las primeras teorías. Hace un año, entrevisté a 20 migrantes marroquíes y las respuestas afirmaron esta visión. Entre las razones que nombraron por quedarse en España destacaban derechos individuales y políticos, como el sistema democrático o la libertad religiosa, así como la burocracia y la corrupción en su país de origen. También hablaron de servicios sociales como el acceso a salud e incluso un menor coste de vida, razón que contradice claramente las ideas de Lewis.
La corriente fue adoptada por instituciones internacionales de desarrollo como el Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Ésta agrupó las necesidades básicas en cuatro categorías: consumo personal, servicios básicos, empleo pagado y necesidades cualitativas como participación. Estas organizaciones pronto fueron criticadas por John Friedmann, profesor de Planificación Regional y de Comunidades. Según él, era demasiado tecnocrático y no involucraba suficientemente a la gente.
Así comenzó el giro hacia el desarrollo participativo y descentralizado. La participación puede adoptar muchas formas diferentes: introducir conocimiento local en la planificación de los proyectos o utilizar a la gente local como mano de obra. Para que sea verdaderamente participativo, los beneficiarios de los proyectos deberían determinar la agenda. Muchas veces, la participación actúa como una caja de resonancia. Involucra más a gente que ya está políticamente activa, por ejemplo en asociaciones, mientras el resto se sigue quedando sin voz.
Hay problemas similares con la descentralización, de la que se esperaba una reducción de costes y del control estatal, así como una mayor eficiencia y participación de los afectados. Muchas veces simplemente supuso pasar proyectos de desarrollo de la administración estatal a la local. Ésta última sigue dependiendo de las regulaciones estatales y supra-estatales, así como de los fondos asignados, lo que le deja poco margen de actuación.
La mayoría de la población no tiene acceso a ONGs, mientras su número ha crecido enormemente debido al aumento de financiación
El desarrollo participativo y descentralizado también tenía como fin aumentar el poder de la sociedad civil y aprovechar el capital social de la gente. Este último término se refiere a las relaciones sociales entre personas y grupos. Pueden ser lazos en la comunidad o el mismo lugar de origen. Esto se denomina bonding capital’en inglés y ha sido traducido de diferentes formas al castellano, siendo quizás la más adecuada capital de vínculo. Otro tipo de capital social es el de puente (bridging capital), que se refiere a lazos fuera del grupo de origen. Como los migrantes han vivido en diferentes países, teóricos y políticos podrían asumir que tienen ambos tipos de capital social.
Sociedad civil se refiere a todo lo que no forma parte del Estado: pueden ser personas u organizaciones, y además con muy diferentes características. En la práctica, se convirtió en sinónimo de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Se suponía que tendrían acceso a comunidades locales con las que ya trabajaban, y que así responderían más rápidamente a demandas locales; que además rendirían cuentas a la gente local; y que eso fomentaría el proceso de democratización.
Según la geógrafa inglesa Katie Willis, la mayoría de la población mundial no tiene acceso a estas organizaciones, mientras su número ha crecido enormemente debido al aumento de financiación. Han llegado a depender de fondos de ayuda bi- y multilateral, por lo que suelen ajustar sus proyectos más a las exigencias de los concursos públicos que a las demandas locales.
Estos problemas se reflejaron en mis entrevistas con los migrantes marroquíes. Muchos no conocían ninguna asociación, no sabían qué eran o no confiaban en ellas. Según ellos, las sedes de algunas estaban en casas particulares, o se reunían en bares; no contestaban ni el correo ni el teléfono, si es que lo tenían. Por otro lado, varias personas que habían participado en proyectos de Codesarrollo afirmaron que éstos habían sido diseñado por españoles o "desde arriba".
Janina Ruth es investigadora en el Euro-Mediterranean University Institute (EMUI), de la Universidad Complutense de Madrid.
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