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Tribuna
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¿Las dos Españas?

El 'sorpasso' abocaría a un ejecutivo débil encabezado por Rajoy sin apenas recorrido o a un gobierno fuerte de gran coalición encabezado por Rivera. Pero si el PSOE mantiene resultados, cabe soñar con un gobierno socialdemócrata

RAQUEL MARIN

En sus últimas y sorprendentes declaraciones, Pablo Iglesias considera a Podemos como la nueva socialdemocracia. No es un chiste, ni el contorsionismo de un equilibrista trilero o simplemente un oportunismo sin fundamento. Son las afirmaciones de un candidato a la presidencia del Gobierno. Por un lado, tras su pacto con los poscomunistas pretende arañar más votos en la izquierda con el señuelo de un nuevo Frente Popular, al tiempo de pescar votos socialdemócratas en otro caladero, olvidando especificar cuáles son sus credenciales para rechazar el pacto con la verdadera socialdemocracia en la última legislatura. Reincide ahora también en la pinza con los populares como la de Anguita con Aznar: ¡el alegre disparate!

Ante los próximos comicios la mayoría de las encuestas dan como ganador al Partido Popular, con un porcentaje de votos similar a las anteriores elecciones, seguido muy de cerca por Unidos Podemos. A mayor distancia y en tercera posición, el Partido Socialista. Finalmente, Ciudadanos, bastante distanciado. Con la unión de Podemos e Izquierda Unida en estas elecciones, el partido de Iglesias ha perdido la pretendida transversalidad que reivindicaba últimamente. La falta de acuerdo con los socialistas en la última legislatura —por el impedimento de los barones soliviantados por las salidas de tono de Iglesias, el problema del referéndum catalán, y quizás el pacto precipitado con Ciudadanos— ha provocado la pérdida de poder de la fracción moderada encabezada por Errejón. Ha sido el triunfo de Julio Anguita, el gran hacedor de este pacto, junto a los radicales Monedero, Echenique y Teresa Rodríguez.

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Izquierda Unida, dominada en gran medida por los comunistas de Anguita, como su discípulo y líder Garzón, poco tiene que ver con el eurocomunismo de Berlinguer y Carrillo, quien en su día aceptó en la Transición la roja y gualda y la monarquía. Estos ahora no solo reivindican la república, sino que ponen en cuestión al euro y a la Unión Europea, propugnan la salida de la OTAN, la nacionalización de la banca y los grandes medios de producción nacional. La polarización del voto parece evidente: orquestada por los medios de comunicación de la derecha al grito de “¡Que vienen los rojos!”. En definitiva, es el enfrentamiento de una derecha inmovilista y dura frente a una izquierda radical. Dos formas antagónicas de pensar y ver el mundo: el resurgir de las dos Españas.

El pronosticado sorpasso de la izquierda radical a la socialdemocracia es, en gran medida, la garantía de la formación de un Gobierno de la derecha para los próximos cuatro años. Si Rajoy sigue encabezando el PP, podría formar un Gobierno débil con el apoyo externo de Ciudadanos y, tras muchas presiones, la abstención del PSOE. A menos que se formara la gran coalición —PP, PSOE y Ciudadanos— con un programa de centro presidido por Albert Rivera, que eliminara todo vestigio de un PP corrupto e inmovilista, una suerte de UCD actualizada para el siglo XXI. Un Gobierno fuerte con mayoría suficiente en el Parlamento para reformar la Constitución en sentido federal y vertebrar de una vez por todas a España.

Los socialistas no harían de comparsa de un grupo radical y de aluvión auspiciado por Anguita

Un PSOE en tercera posición no haría de comparsa y menos formaría Gobierno con un Podemos radical auspiciado por Anguita. Solo le quedaría a Iglesias ser cabeza de una oposición muy fragmentada en su propio partido, formado por un aluvión de siglas a menudo con intereses particulares contrapuestos.

Recapitulando: o un Gobierno débil encabezado por Rajoy sin apenas recorrido, o el Gobierno fuerte de la gran coalición encabezado por Rivera, o por vergüenza política, repetir las elecciones una vez más.

Pese a las encuestas adversas, no hay salvación para la izquierda española fuera del PSOE, el partido más que centenario de Pablo Iglesias, el auténtico, su fundador, de los controvertidos Largo Caballero y Prieto, del visionario y pragmático Negrín, y ante todo de Felipe González, sin duda el mejor político español del siglo XX, que condujo a España a la modernidad. Si bajo el impulso de Juan Carlos I, Fernández Miranda (teórico) y Suárez (práctico) desmontaron la dictadura franquista desde la legalidad hasta conseguir por consenso, con la oposición democrática, la Constitución de 1978, de las más avanzadas de Europa, fue González quien, con el triunfo arrollador del PSOE en 1982 y la ayuda de la socialdemocracia europea, abrió las puertas de la prosperidad para todos. Se iniciaban así los 30 años más felices y libres de nuestra historia, cumpliéndose la sentencia de Alfonso Guerra de que a este país no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió.

El despertar a la realidad de la grave crisis económica mundial ha sido especialmente duro con España. La fragilidad de su economía por su rápido desarrollo y su dependencia del ladrillo, la corrupción generalizada que afecta a las recientes instituciones democráticas, unido a un salvaje incremento de las desigualdades sociales, provocaron el resurgir de las dos Españas felizmente olvidadas. ¡Cuán lejos quedan los fastos del 92 de la Barcelona olímpica, de su mejor alcalde, Pasqual Maragall, y la reconstrucción del mítico Pabellón de la República de 1937 inaugurado por un joven y dinámico rey de España, quien con este gesto simbólico daba oficialmente por acabado el enfrentamiento de las dos Españas!

El despertar de la grave crisis económica hace resurgir las dos Españas felizmente olvidadas

Cabe también soñar con un Gobierno de izquierdas socialdemócrata que evitaría este enfrentamiento. Si el PSOE consiguiera los resultados de 2011, movilizando a sus propios votantes, con margen sobrado para aumentar sus apoyos y alcanzar los siete millones de votos y el 29% del electorado, estaría pisando los talones a los populares, y ello se podría conseguir, esta vez sí, con el apoyo externo de Podemos, que no podría negarse, y la abstención de Ciudadanos.

Pedro Sánchez tiene ya un Gobierno en la sombra formado por intelectuales y profesionales de valía —Ángel Gabilondo, Margarita Robles, Josep Borrell, Jordi Sevilla— y asesores externos como Maravall y Santos Juliá. Y en Barcelona encabeza la lista Meritxell Batet, joven figura emergente del PSOE muy próxima a Sánchez, quien ha escogido como segundo al filósofo Manuel Cruz, hasta ahora presidente de Federalistes d’Esquerres. Con este nombramiento la socialdemocracia reafirma su apuesta federalista.

Si con el triunfo del PSOE otra España es posible, también otra Europa sería posible gracias a la alianza con Francia e Italia, países socialistas afines, que podrían acabar en gran medida con las políticas de estricta austeridad de Alemania. Y apostar por un modelo más keynesiano.

Conde de Sert es miembro de Federalistes d’Esquerres.

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