Madrid ‘entiende’ el arcoíris
El colectivo LGTB considera la capital una de las ciudades más tolerantes
Si se pudiese medir la tolerancia de una ciudad a través de la popularidad de su Fiesta del Orgullo Gay, Madrid estaría en los primeros puestos del mundo. El principal barrio gay, Chueca, es un ejemplo de convivencia para personas de cualquier orientación sexual. Como Javier Ubilla, chileno de 32 años que llegó hace nueve meses. Es actor, pero ya no tiene que actuar fuera del escenario y puede pasear de la mano con su pareja sin que le miren con recelo. "En mi país tenía miedo a que la gente me juzgara", explica. "Ese miedo se me ha quitado en Madrid", sonríe, y no se refiere solo a Chueca. La diversidad sexual se vive en otros barrios como Lavapiés, frecuentado por el colectivo de lesbianas en Madrid.
Ubilla cumplirá su sueño de participar en el Orgullo Gay de Madrid, que cada año reúne a miles de personas. El año pasado los hosteleros contabilizaron 300.000 visitantes en esos días. "Estar ahí es mi sueño", afirma. El apoyo institucional al evento, patrocinado por el Ayuntamiento, es otro de los ingredientes que suman en el retrato de una ciudad acogedora para los homosexuales. El Consistorio ayudará a la organización del Orgullo con una aportación de 250.000 euros. Este año, más allá del lema: "Leyes por la igualdad real ya, año de la visibilidad bisexual", la reivindicación estará marcada por la muerte de 50 personas en el atentado en una discoteca de ambiente de Orlando (EE UU). "Habrá un homenaje para ellos", asegura Jesús Grande, presidente del colectivo Cogam.
El temor y el rechazo que los homosexuales perciben en otros países se disipan aquí, como retrata Niurka Gibaja. Es peruana y ya no teme que la agredan en la calle por ser transexual. "Lo que más me gusta de Madrid es poder vivir mi vida con paz y tranquilidad", cuenta. De 36 años, es muy religiosa. Pertenece a la asociación Crismhom (cristianos homosexuales), situada junto al mercado de San Antón. La ciudad, afirma, le ha cambiado la vida, hasta el punto de sentirse más española que peruana por percibir ese respeto. Ha perdido el miedo a salir a la calle y a gestos tan sencillos como entregar el carné de identidad. "La gente me trata de acuerdo a cómo soy", dice, aunque admite que en contadas ocasiones se ha sentido discriminada.
Una sensación que comparten muchos extranjeros, como es el caso del venezolano José Pérez Pargas, que emigró a Madrid hace dos años. Pargas, de 28 años, pasó por Italia antes de llegar a la capital española. "Tuve dos parejas en Roma y sus familias no me aceptaron por ser gay y extranjero", declara. A los cuatro meses de aterrizar en Barajas encontró novio y por primera vez se plantea la posibilidad de casarse gracias a la cobertura legal del país: "Pensé que el matrimonio entre personas del mismo sexo era algo de películas. Si llega el chico adecuado y me lo propone me casaré". En Madrid, en 2011, había 4.383 matrimonios del mismo sexo, de los cuales 3.105 estaban conformados por hombres y 1.278 por mujeres, según la federación de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales (FELGTB).
"Para gustos, los colores", se lee en un letrero en una tienda de tabaco en Chueca. Y eso es lo que se puede ver en los distintos comercios del barrio. Por ejemplo, A different life es una librería de temática gay, que también es una tienda de juguetes sexuales. En la calle de Pelayo, está el bar de copas LL. Es un local donde hay shows animados por transexuales exuberantes. Chumina Power, venezolana, es una de ellas. Aprovecha el descanso que tiene para salir a la calle, frente al bar. "Actúo en varios locales, pero este es el que más trabajo me da. Vengo cinco días a la semana", dice.
La posibilidad de conseguir empleo es otro punto a favor de la integración. Niurka Gibaja llegó para estudiar a Madrid (tiene dos carreras y un máster) y acaba de conseguir trabajo pese a que admite que los transexuales no lo tienen fácil en el mercado laboral. José Pérez Pargas recaló en la ciudad gracias a un empleo en BQ como técnico informático de soporte y ahora tiene un novio español. Ana María Cortés, colombiana de 23 años, trabaja en el restaurante del zoológico y tiene una novia española, pero es la más crítica con la situación. Todavía recuerda con rabia cómo unos niños de unos ocho años le llamaron "panchita" y "bollera de mierda" en Fuenlabrada mientras daba un paseo en bicicleta junto a su pareja. "Lo peor de todo fue que los padres estaban delante y no les dijeron nada", relata enfadada.
No son solo las palabras las que dañan. Las 96 agresiones contabilizadas desde el 1 de enero por el Observatorio Madrileño contra la LTGBFobia de la asociación Arcópoli empañan el balance de tolerancia de la capital. La mayoría de los consultados resta importancia a estos hechos, aunque, como reconoce Johan Girón, colombiano de 31 años, los sucesos han hecho que esté más alerta. "Cuando salgo de un local de madrugada voy directo a casa", asegura.
Hay cosas que se deben hacer para asegurar la igualdad entre los gais y los heterosexuales, según el activista de Arcópoli José Luis Sánchez Castaño. Asegura que se debe sensibilizar al cuerpo de policías y a los fiscales. "Cuando alguien ataca a una persona al grito de '¡marica!', eso es un delito de odio, hay que entenderlo", explica. Para Castaño, los madrileños ya son abiertos y respetan los derechos de los homosexuales. "Ahora hay que perseguir a los pocos radicales violentos que quedan". La Comunidad de Madrid ya ha puesto en marcha acciones para esta sensibilización, y ya atiende en el 112 de forma especializada las denuncias de violencia homófoba. Así, Madrid y su gente se preparan para ser la capital del Orgullo LGTB mundial en 2017.
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