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CLAVES
Columna
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¿Austero Aznar?

La austeridad neoliberal empieza siempre por los demás, jamás por nosotros mismos.

Xavier Vidal-Folch
El expresidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, durante una conferencia.
El expresidente del Gobierno y presidente de la Fundación FAES, José María Aznar, durante una conferencia.Emilio Naranjo (EFE)

Y va Josemari Aznar y le pega un rapapolvo a Mariano Rajoy por “relajar la corrección del déficit”. Y le instruye a hacer lo contrario: “España debe acelerar el proceso de consolidación fiscal”, reduciendo el gasto público. O como, más claro, dejó escrito: el Gobierno tiene “el deber” de aplicar “políticas de máxima austeridad” (España puede salir de la crisis,Planeta).

Más vale reír que llorar. El incumplidor fiscal, el que vocea que denunciará a Cristóbal Montoro por revelar sus infracciones y sanciones, el amigo de sobrios de lujo como Rupert Murdoch, Bernie Ecclestone, Flavio Briatore, Paco Camps, Jaume Matas, Rita Barberá y la tribu gurtélida-escurialense, dando lecciones de frugalidad. La austeridad neoliberal empieza siempre por los demás, jamás por nosotros mismos.

Pincha Aznar a Mariano con que la bonanza económica de su tiempo se debió a esa política; le replican la vice y Luis de Guindos que ellos lo han hecho mejor. Oculta un factor clave del crecimiento económico bajo el aznarato: su ley del suelo. Fue esa la que disparó desde 1998 la burbuja inmobiliaria, bajo el principio de que todo era urbanizable salvo lo prohibido, y que incubó la Gran Recesión a la española. Pero el máximo austero lo olvida.

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Como, generoso, obvió en las 219 páginas de ese libro siquiera mencionar a Rodrigo Rato, quien algo tendría que ver con aquella recuperación. Para nada, el generoso Aznar se autoatribuyó el fugaz mérito: “El milagro soy yo”, declaró a The Wall Street Journal. Modesta frase que “era precisamente lo contrario a cualquier planteamientro egocéntrico”, según nos asegura en El compromiso del poder, su segundo volumen de desmemorias selectivas.

Cuando las invectivas de estilo Rottenmeier atenazan a Mariano, asalta a muchos la compasión de minimizar sus fracasos, la pérdida de un ejercicio presupuestario por culpa de bajar los impuestos para subir los votos, el patético papelón ante Europa para evitar la multa por incumplimiento del déficit... Al fin y al cabo, es un tipo apacible que no suele ofender.

Pero entonces comprueban que les promete en España volver a reducir impuestos y al tiempo escribe a la Comisión asegurando que una vez pasen las elecciones volverá a aplicar recortes; qué digo recortes: “nuevas medidas”. Y se sienten burlados.

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