La mujer que viajó a las estrellas
'Materia' entrevista a Jill Tarter, una de las almas del proyecto SETI para buscar inteligencia extraterrestre, en coincidencia con el descubrimiento de 1.300 nuevos planetas extrasolares por la NASA
Desde las migraciones neolíticas que propagaron la civilización por el mediterráneo hasta la travesía de Colón, y sin olvidar la exploración de Darwin a bordo del HMS Beagle, los viajes de descubrimiento han exhibido siempre el potencial formidable de cambiar el mundo. Pero pocas travesías lo cambiarían tanto como un viaje a las estrellas para entrar en contacto con otros seres inteligentes, con avanzadas civilizaciones alienígenas que nos demostraran que no somos una solución única ni una especie elegida por Dios, sino un mero vecindario provinciano perdido en el cosmos infinito. La mujer que más cerca ha estado de hacer ese viaje –y que lo ha hecho con la imaginación y en la ficción— es Jill Tarter, una de las almas del proyecto SETI para buscar inteligencia extraterrestre. Lee la cautivadora entrevista que le hace Materia esta semana, en coincidencia con el descubrimiento de 1.284 nuevos planetas extrasolares por el telescopio espacial Kepler de la NASA.
Mucha gente se acordará de Carl Sagan, inteligente astrofísico, también alma del SETI y soberbio divulgador, responsable seguramente de haber despertado muchas vocaciones científicas con su serie Cosmos. Casi nadie se acuerda, sin embargo, de que también escribió una novela sobre el primer contacto con una inteligencia extraterrestre, Contacto, llevada al cine en 1997 por Robert Zemeckis. La doctora Arroway interpretada allí por Jodie Foster está basada en Jill Tarter, a quien Sagan conocía muy bien, y por la que sentía una sincera admiración. Sé que esta película no le gusta a casi nadie, pero a mí me parece la historia más realista, sensata y científica que se ha hecho sobre el tema, como cabía esperar de una ficción escrita por Sagan. Quizá quieras darle otra oportunidad después de leer Materia.
Creer en los marcianos es tal vez la forma más antigua y ridícula de extravagancia que han conocido los siglos. En nuestro tiempo, sin embargo, lo que se está convirtiendo en una extravagancia es creer que estamos solos en el universo. Los números astronómicos de estrellas y planetas girando en torno a ellas de los que nos habla la física actual convierten nuestra supuesta soledad cósmica en una hipótesis francamente mala, aunque desde luego muy difícil de refutar. Por eso Tarter sigue atenta a cualquier señal electromagnética que nos pueda llegar de ahí fuera. En la ficción de Sagan la señal eran los números primos, que solo pueden provenir de una inteligencia, y de una que sepa matemáticas. Sería bonito que los marcianos le copiaran la idea.
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