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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mamá, tío, déjame vivir

Quince años acaba de cumplir mi amor y lamento comunicaros que sí, en efecto, los problemas crecen

Luz Sánchez-Mellado
Michelle Obama se fotografía con una adolescente. / Ivan Fernandez
Michelle Obama se fotografía con una adolescente. / Ivan FernandezIvan Fernandez (AP)

Lapidadme viva: no le di teta a mi hija. Bueno, sí, un poco. Lo intenté durante cuatro eternas semanas y media con sus días en vilo y sus noches en vela. Hasta que el llanto sin consuelo de madre e hija, las grietas sísmicas en los pezones de la nodriza y, sobre todo, el aspecto de lagartija deshidratada de la neonata llevaron a la pediatra a prescribirnos valeriana en vena a la grande y biberones de dos litros a la chica. Desde entonces, mi cría fue una lechoncilla feliz, y yo empecé a sentirme una progenitora de la especie humana y no una vaca frisona con poca leche y encima mala. La venganza de la mamífera despechada, no obstante, ha sido terrible. Se ve que me la ha estado guardando todos estos años y, a su debido tiempo, me la está devolviendo con intereses y un pavazo salvaje.

Quince años acaba de cumplir mi amor, como en el clásico del Dúo Dinámico, y lamento comunicaros, hermanas y hermanos en la fe de la paternidad responsable, que sí, en efecto, los problemas crecen. En algún momento entre los 12 y los 13 abriles, entre el último verano de Primaria y el primero de la ESO, mi adorable bebota mutó en cardo borriquero y no solo pincha, y corta, e irrita, sino que además brama, rebuzna y ladra que da gusto. Lo más bonito que sale por su boca en las contadísimas ocasiones en las que se digna a contestar a los cariños, requerimientos, órdenes o súplicas de la mujer que le dio la vida son lindezas tales como “pesada”, “histérica”, o, el culmen de la evolución del lenguaje inclusivo sin discriminación por motivos de género gramatical ni del otro: “déjame vivir, mamá, tío”.

No te coge el móvil ni a tiros. Whatsapp es ese sitio donde ella está siempre en línea y tú jamás recibes no ya respuesta –ilusa- sino ni siquiera la confirmación de que la sangre de tu sangre se ha rebajado a leer los mensajes de su santa madre. Ella está comiendo. Ella está viendo la tele. Ella está mirando Instagram. Ella está reunida con sus íntimas. Ella está haciendo momos y mandándoselos por Snapchat. Ella está a lo suyo, plasta, asúmelo de una vez por todas. A ver si te entra en el chopazo (frente), que tú tienes que estar alerta para ella las 24 horas porque para eso la has parido sin su consentimiento previo, pero que ella está para todo quisque menos para su vieja, histérica, pesada, mamá, tío.

En fin, Santo Jobs, dame paciencia. Dicen los psicólogos evolutivos y mis compañeros de curro que ya han pasado por este calvario que lo del pavo severo, el digital y el otro, es una incapacidad paterno-filial transitoria, que luego vuelven y además te ponen por las nubes. Pues una cosa os voy a decir, comadres y compadres. A la mejor, para cuando vuelva la mía, la del pavazo salvaje soy yo, que digo yo que las madres de regular calibre, buen café y nuestra poquita de mala leche también tenemos derecho a la vida inteligente.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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