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Columna
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Oportunidades de la crisis: hagamos una universidad mejor

¿Soplan aires de cambio en las universidades españolas? No está claro, pero lo cierto es que después de varios años de oscuridad, parece que se empieza a ver algo de luz al final del túnel. Este año la tasa de reposición (número de personas que se podrán contratar respecto a los que se jubilan) del personal docente e investigador permanente de las universidades (conocido como profesor de universidad) es 1; por cada profesor que se jubile se podrá contratar uno nuevo. Atrás queda la nefasta política de contratación aplicada en años anteriores, con tasas de reposición de 1 a 10 (se contrataba 1 por cada 10 que se jubilaban) o de 1 a 2 del año pasado. Esas políticas han destrozado el sistema docente e investigador, justo cuando este último había despegado con la creación de los contratos JAE, Juan de la Cierva y Ramón y Cajal allá por el año 2001. En la actualidad estos programas han perdido fuelle y apenas se convoca un 25 % de las plazas que se convocaban anualmente en sus inicios. Estas políticas de I+D han derrumbado el sistema de ciencia español; recuperarlo nos costará sangre, sudor y lágrimas.

La extinción de un gran número de plazas de profesor conllevó un problema importante. ¿Cómo se cubrirían las necesidades docentes ante la fuerte reducción de personal? Para paliar la situación se crearon plazas temporales llamadas Profesor Contratado Doctor interino (PCDi), que, al no ser de carácter permanente, se saltaban la tasa de reposición. Estas plazas se otorgaban, y aún se otorgan, a los candidatos que, en su mayoría, se encontraban en las mismas universidades que ofrecían los contratos. La evaluación de los méritos docentes e investigadores corre a cargo de una comisión de contratación compuesta por un grupo de personas ad hoc que, en su mayoría, poseen escasa o nula experiencia en el área de conocimiento del candidato. Y ¿por qué debe alguien evaluar la trayectoria investigadora de un profesor que va a dar clases en la universidad? Porque todo profesor universitario, excluyendo a los asociados, está obligado por ley a destinar una parte importante de su jornada laboral a la investigación científica; y esto aplica, sin excepción, a todas las áreas de conocimiento. No cumplir con esta obligación es igual de grave, o más, que negarse impartir docencia, aunque muchas veces esto se diga con la boca pequeña.

Estas políticas de I+D han derrumbado el sistema de ciencia español; recuperarlo nos costará sangre, sudor y lágrimas

La forma de contratar a los PCDi contrasta de forma flagrante con la forma de contratar al personal docente e investigador permanente, que es juzgado por un tribunal de expertos con amplias facultades para evaluar al candidato, tanto en los aspectos docentes como investigadores. La figura del PCDi no ha hecho más que deteriorar una situación que ya de por sí era mala, acrecentando, además, el grave problema de endogamia que existe en las universidades españolas.

No cabe duda de que estas políticas de promoción a dedo van en detrimento de los jóvenes científicos que buscan la excelencia, aquellos que consideran que realizar un doctorado es solo el primer paso en la carrera docente / investigadora. Una regla no escrita, pero seguida por la mayoría de los países punteros en investigación de todo el mundo, es que el recién doctorado invierta algunos años de formación postdoctoral en un centro o universidad de prestigio distinto a aquel en el que realizó su tesis y, preferentemente, fuera de su propio país. Esto permite al joven investigador crecer científicamente, despegarse de la protección de su director de tesis, empezar a adquirir experiencia propia y madurez. Pero no todos los jóvenes toman este camino. Tentados por la salida fácil y aferrados a la silla que han calentado durante los años de tesis, prefieren quedarse protegidos por los mismos profesores que les han dirigido la tesis y que a la vez se benefician del trabajo del joven. Una macabra simbiosis que acaba por favorecer la mediocridad y la endogamia, en detrimento de aquellos que buscan fuera labrarse un futuro mejor.

La figura del PCDi no ha hecho más que deteriorar una situación que ya de por sí era mala, acrecentando, además, el grave problema de endogamia que existe en las universidades españolas

A partir de este año muchas universidades se han propuesto transformar a los PCDi en profesores permanentes, algo que por ley debe hacerse a través de un concurso público. El truco para promocionar a la misma persona que ocupa interinamente la plaza está en convocar el concurso con un perfil temático tan definido que difícilmente pueda optar alguien que no sea el propio candidato. Algunas veces estas convocatorias son tan descaradas que dan vergüenza ajena. Este tipo de decisiones cierran las puertas a investigadores excelentes que muchas veces se encuentran radicados en el extranjero realizando su estancia postdoctoral.

El problema es complejo pero la solución está a mano: requiere de valentía en la toma de decisiones, buscar la calidad, ofrecer oportunidades a todos y que los mejores salgan beneficiados. Basta con seguir el ejemplo de lo que hace, por nombrar una, la Universidad Carlos III de Madrid, donde una comisión formada por un grupo de los mejores investigadores propone qué plazas se convocarán, cómo se hará la convocatoria y en que áreas. Esto contrasta con lo que sucede en muchas otras universidades donde prima la antigüedad sobre los méritos. Pero estas decisiones tomadas en tiempos de crisis pueden y deben revertirse. Si los PCDi han hecho méritos suficientes durante los años que han ocupado esos puestos, no tendrán mayores problemas en obtener la plaza permanente. Pero no se debería cerrar las puertas a gente de otros sitios, gente bien formada, ambiciosa, que ha trabajado duro para mejorar su trayectoria y para iniciar su propio camino. La universidad debe exigir trabajo y excelencia. La sociedad moderna pide progreso y transparencia y sin duda, desde la universidad, debemos dar ejemplo.

Claudio R. Mirasso es catedrático de la Universitat de les Illes Balears. Investigador del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC, UIB-CSIC)

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