Los últimos días de Prince
Su vida estuvo rodeada de niebla, una niebla púrpura. Su muerte, también. Millones de fans lloran la pérdida de un músico genial, modelo de varias generaciones de artistas
Shila, una mujer de 55 años, vivía en la Costa Este de Estados Unidos. Había visto a Prince en conciertos en Nueva York y Washington. Le fascinaba tanto su música y su excentricidad infinita que hace 12 años decidió dejar su trabajo en la industria musical y se fue a vivir a Minneapolis. “Me mudé aquí por Prince”, cuenta con la voz temblorosa, en un memorial improvisado frente a Paisley Park, el refugio que se hizo construir el cantante en Chanhassen, un pueblo a las afueras de Minneapolis, en el Medio Oeste de EE UU. Prince tenía un poder magnético.
Fue una apuesta de éxito. Shila logró un acceso privilegiado a Prince, a su intimidad que protegía con mucho celo, a sus destellos desorbitados de energía, a su genialidad imprevisible. Ahora, tras la repentina muerte del icono, a los 57 años, Shila se muestra incrédula. Un pilar de su vida se ha resquebrajado. “¿Qué? No puede ser Prince. Lo acabamos de ver”, explica que le dijo a su amiga que trabaja en Paisley Park cuando la llamó la mañana del jueves para contarle que una persona había sido hallada inconsciente. Shila había asistido el pasado sábado a un encuentro de Prince con sus fans. “No parecía enfermo. Estaba precioso”, rememora. Fue la última vez que le vio.
Prince Rogers Nelson —nacido el 7 de junio de 1958 en Minneapolis (Minnesota) y que en los ochenta revolucionó el mundo musical con su combinación de funk, rock, R&B y pop— se desplomó en algún momento entre la noche del miércoles —la última vez que alguien le vio con vida, cuando un "conocido" lo dejó en su casa alrededor de las 8 de la noche— y la mañana del jueves, cuando fue hallado inconsciente en un ascensor en Paisley Park. Los servicios de emergencia trataron sin éxito de reanimarle. Fue declarado muerto a las 10:07 de esa mañana.
Se desconoce la causa de su fallecimiento, a la espera de los resultados de la autopsia que se le efectuó este viernes. Su salud se había deteriorado en las últimas semanas. A principios de mes había cancelado dos conciertos. El motivo aducido fue una gripe. En Paisley Park no se servía alcohol ni carne. Desde que en 2001 se hizo testigo de Jehová, Prince vivía de un modo más espiritual, alejado del libertarismo racial y sexual que profesaba en sus inicios musicales.
La publicación TMZ, dedicada al mundo de las celebridades y la que anunció el fallecimiento, asegura, citando a fuentes sin identificar, que Prince fue tratado por una sobredosis de opiáceos el viernes 15, seis días antes de morir, cuando el avión en el que viajaba de regreso a Minneapolis, tras dar un concierto en Atlanta, tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia para que fuera atendido en un hospital.
Según los portavoces oficiales del cantante, el motivo de su visita a urgencias fueron síntomas gripales. Prince, según TMZ, tomaba medicamentos para aminorar un dolor de cadera que arrastraba desde hace años y en la última semana acudió cuatro veces a una farmacia en Chanhassen. También se le vio en una tienda musical y en un bar de jazz de Minneapolis.
Lo más probable es que pasen semanas antes de que se sepa con seguridad de qué murió Prince. Es el tiempo que las autoridades locales calculan que se tardará en analizar todos los resultados tras la autopsia. Lo que sí adelantó el viernes el sheriff local, Jim Olson, es que —sin descartar nada todavía de forma fehaciente, porque la investigación sigue abierta—, no parece que Prince cometiera suicidio. Su cuerpo tampoco presentaba signos de violencia, agregó. ¿Una muerte relacionada con el uso de drogas? Sobre eso no se confirma ni se desmiente nada aún.
Para Shila, las causas de la muerte son secundarias. Lo que la atormenta es que el genio ha desaparecido. “Nunca habrá otro Prince”, lamenta. “¡Qué alma más bonita!”, repite. La seguidora, que lleva una chaqueta con el rostro del cantante en la espalda, enfatiza la fuerza “espiritual” de su música y su capacidad de “ensanchar la mente”.
Es de noche en Paisley Park. Hay un flujo constante de personas, mayores y jóvenes. Colocan globos púrpuras —el color icónico del cantante—, flores y dedicatorias en las rejas que delimitan las instalaciones, que están iluminadas de púrpura. Es una extraña mezcla de pésame y atracción turística. La gente se toma fotografías con el improvisado memorial de fondo. Coches de policía están aparcados dentro del complejo de bajos edificios blancos que Prince se hizo construir en 1985 —en la cima de su popularidad— en Chanhassen, un municipio de 20.000 habitantes al suroeste de la urbe que componen Minneapolis y Saint Paul, las llamadas Twin Cities o Ciudades Gemelas.
En las calles anexas a Paisley Park hay sedes de empresas. El paisaje es el típico de un próspero suburbio estadounidense: calles residenciales apacibles y avenidas anchas con comercios y restaurantes. Prince levantó aquí su refugio, el lugar en el que nadie le molestara, y su creatividad y sus caprichos anduvieran sueltos. Paisley Park acoge tres estudios de grabación y dos salas de concierto.
El cantante dormía allí ocasionalmente. Guardián feroz de su intimidad, se sabe muy poco de su vida privada más allá de que se casó y divorció dos veces (la última en 2006). Se especula que tenía una casa cerca de Chanhassen y otra en Los Ángeles.
A diferencia de otros músicos como Bob Dylan, nunca se fue de su Minnesota. Aquí nació, levantó su mito y murió. Se sabe que en los últimos meses pasaba más tiempo en Paisley Park. Sus conciertos esporádicos para un grupo reducido de seguidores se repetían con frecuencia. Se comunicaban por Internet y a través del boca a oreja.
Pocos músicos eran tan cercanos con sus fans como Prince, deseoso de conectar con ellos. El sábado reunió a unas 300 personas en uno de los auditorios de Paisley Park. No actuó. Habló unos minutos sobre cómo se sentía y de algunos proyectos que tenía en mente, mostró su nuevo piano y presentó a un amigo suyo. “Dijo que habían sido dos semanas terribles, que agradecía nuestras oraciones y que esperáramos unos días antes de que gastáramos nuestras oraciones”, recuerda Shila. La frase fue premonitoria.
Durante una época, cuenta su fiel fan, Prince celebraba cada fin de semana un concierto privado en su refugio. Paró durante un tiempo y en los últimos dos años los reanudó con actuaciones de madrugada. Era imprevisible. Virtuoso de la guitarra, piano y batería, a veces solo hablaba, otras tocaba solo o junto a una banda local y otras se daba un fiestón hasta las 5 de la mañana rodeado de sus fieles. “Nos decía: ‘Estáis aquí ahora y no os podéis ir”, recuerda.
Prince se ha ido, pero sus seguidores confían en la fortaleza de su legado. Dina Boujie, de 44 años, ha acudido al memorial frente a Paisley Park con sus dos hijas de 16 y 10 años. Dice que la música de Prince es la banda sonora de sus años de adolescente y que sentía la necesidad de acudir a rendirle tributo. “Era de aquí como nosotras”, explica.“Él evolucionó con cada álbum y los fans crecimos con él. Y ahora mis hijas escuchan a Prince”.
El presidente Barack Obama, a muchos kilómetros, en Londres, concluyó el viernes: “Prince era extraordinario, creativo, original y lleno de energía”.
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