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La condena a muerte de Cristina

El albinismo supone la persecución y el riesgo para la vida de miles de africanos

Recién nacidos en una guardería en Lilongwe, Malawi.
Recién nacidos en una guardería en Lilongwe, Malawi. CC by-sa Lars Plougmann vía Flickr
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El día en que acepté cuidar de Cristina no sabía nada sobre el albinismo, salvo que es una alteración genética que se traduce en falta total de melanina. En un principio sólo tenía que recogerla en el aeropuerto y llevarla al hospital Gregorio Marañón porque otras personas se encargarían del resto. Pero ocurrió que me quedé con ella ese día y nos dieron el alta nueve meses más tarde. Cristina venía a España a morir con dignidad: era lo que le había dicho su padre antes de salir de Mozambique. Tenía 15 años. Cuando tiempo más tarde le pregunté por lo qué había sentido en esos momentos me contestó: “Não é bem tem que morrer com muito sofrimento [No está bien tener que morir con mucho sufrimiento] . Sobre el albinismo, y sobre la discriminación y el acoso que sufren en países como Mozambique o Malawi, donde Amnistía Internacional acaba de denunciar una nueva tragedia más con la muerte de una bebé de dos años, me enteré más tarde.

Cristina es —¡sí, es y no era!—, albina y pronto descubrí que ella frente al sol está totalmente desprotegida. Llegó a España con un cáncer de piel en la cabeza en estado muy avanzado, tras siete años de evolución sin haber podido recibir terapia y con un grado muy alto de dolor. Contra todo pronóstico, después de un terrible sufrimiento por su parte y gracias a meses de denodados esfuerzos de incontables profesionales que lucharon por ella, Cristina se salvó. Hoy tiene 23 años y dos familias, una en España y otra en su país. En julio tendrá un bebé: un niño que se llamará Afonsinho y que ojalá no sea albino.

Sin embargo, aunque nazca con albinismo, al menos, Alfonsinho será un niño muy querido y cuidado, y no correrá todos los peligros a los que se exponen tantos albinos al nacer, como infanticidio, abandono o discriminación. Aun así, tampoco podrá gozar de una vida normal como cualquier otro niño negro de su entorno, ya que mucha gente lo considerará diferente. Y es que para unos, las personas con albinismo son espíritus; para otros, seres infrahumanos. Numerosas supersticiones y mitos rodean a este tipo de alteración genética: hay gente que considera que traen buena suerte y, por lo tanto, utilizan partes de sus cuerpos en determinados remedios; otros opinan todo lo contrario: que traen mala fortuna y por lo tanto pueden ser condenados a un posible asesinato o persecución.

Para unos, las personas con albinismo son espíritus; para otros, seres infrahumanos

Así lo denuncia Amnistía Internacional, que el pasado 3 de abril advertía de la desaparición en Malawi de una bebé de dos años, Whitney Chilumpha y cuyos restos, finalmente, han aparecido Balantha Hill, en el distrito de Kasungu, pocos días más tarde. Desgraciadamente, este caso no es algo aislado. Como esta bebé, el pequeño Harry Mokoshini, niño albino de nueve años del pueblo de Moto, en el distrito de Machinga, fue secuestrado la noche del 26 de febrero por un grupo de hombres sin identificar que irrumpieron violentamente en su hogar. Una semana después fue hallada su cabeza en un barrio vecino.

En Malawi, Amnistía Internacional tiene constancia de al menos 12 personas con albinismo que han sido asesinadas y otras cinco secuestradas sin que su paradero sea conozca en Malawi desde diciembre de 2014. Sólo en 2015, se recibieron informes sobre otros 45 delitos contra personas con albinismo, incluidos intentos de secuestro y allanamientos de tumbas en busca de huesos de cadáveres de personas con albinismo.

Inseguros en sus propias familias

Días mas tarde de que Amnistía Internacional denunciara el caso de Harry, detuvieron a los presuntos culpables, entre ellos, un tío del niño. Y es que a menudo son los propios familiares los que participan en la venta y muerte de las personas albinas para entregar partes de su cuerpo en el mercado. Esto se traduce en una inseguridad total, de manera que las personas albinas ven su libertad de movimiento restringida, las familias sacan del colegio a los menores y con frecuencia tienen que emigrar a las ciudades, puesto que las zonas rurales se vuelven mucho más peligrosas.

Son muy pocas las sentencias contra responsables de delitos contra personas albinas, y, cuando las hay, suelen ser desproporcionadamente leves porque los mismos responsables del sistema de justicia a menudo consideran a las personas albinas infrahumanas.

Después de todo el tiempo que pasé con Cristina asistiendo a su sufrimiento, mi vínculo con ella hoy día es el de madre e hija, porque así lo sentimos y es lo único que cuenta. Su madre biológica y yo nos queremos, respetamos y ayudamos. Cris vive en Mozambique pero nos whatsappeamos a diario. Por fin el año pasado, ocho después de su llegada a España, fue dada de alta en oncología. Permanecen otros problemas de salud, pero celebramos la vida y todo lo demás nos parece menos importante. ¿Significa eso que podemos estar tranquilas? Desgraciadamente, la respuesta es no. Hasta que los gobiernos de todos los países donde las personas con albinismo sufren persecución no hagan especiales esfuerzos por educar a la población para evitar supersticiones que se traducen en muertes y se ponga fin a la impunidad que sufren sus asesinos, no podremos estar tranquilas.

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