El Niño’ se zampa las cosechas de Guatemala
A tres años de sequía se une la inestabilidad política. Con los programas sociales desmantelados, la ayuda internacional es clave
Los niños están callados, como si estuvieran en la sala de espera de un hospital, quietos y silenciosos. Los ojos de los más pequeños están semicerrados, con ojeras y húmedos, sus cabellos son finos y ralos. Están sentados encima de las rodillas de sus madres, que van llegado desde diferentes puntos de la comunidad El Descombro a recibir leche fortificada. Es uno de tantos intentos de evitar que la pérdida —por tercer año consecutivo— de las cosechas debido a las sequías causadas por el fenómeno de El Niño termine transformándose en desnutrición aguda y muertes.
El Descombro forma parte de Jocotán, uno de los municipios del denominado Corredor Seco de Guatemala, al oriente del país. El nombre evoca lo que es: un lugar árido, donde el sol pesa con masa propia sobre las cabezas sus habitantes. Esta parte del país centroamericano, en su día la más poblada por los españoles durante la época colonial, ya agotó su suelo y sus recursos. Hoy, y a excepción de exiguos valles, son solo cerros pelados, agotados, marrones, negros. Jocotán, en el departamento de Chiquimula, cobró visibilidad internacional en 2001, cuando una hambruna provocada por sequías causó la muerte de 41 personas por desnutrición.
La economía de la zona se basa en la agricultura. Pero, en este caso, en una tierra agotada, es una agricultura de subsistencia e infrasusbistencia. Las familias cultivan en las laderas de las montañas y logran sacar del suelo lo justo para no morir de hambre: una cosecha de maíz y otra de frijol al año. Estas complementan sus trabajos como jornaleros durante un par de meses en las cosechas de café y de caña de azúcar en fincas del país o de México y Honduras. Así, todos los años y sin excepción, llega el llamado hambre estacional entre junio y octubre. Son los meses en que las familias ya agotaron sus reservas y también el dinero obtenido en los meses de faena mal pagada en las fincas.
Tres años de cosechas perdidas
Pero a partir de 2012 la situación se agravó. La región comenzó a notar, sin saberlo, la presencia del fenómeno de El Niño. La gran masa de agua caliente que revertía bajo el océano el rumbo de las corrientes provocada por los vientos alisios se transformó en el Corredor Seco en una ausencia de lluvias progresiva y prolongada. O no llovía, o llovía tan poco que lo que había empezado a nacer se secaba.
“No es lo mismo que se te inunde la casa un año que estar cuatro años seguidos perdiendo todo”
“En 2012 se presentó un primer déficit de lluvias que afectó al Corredor Seco tradicional. Hubo pérdidas de entre el 60% y el 70% de la producción de maíz. En 2013 se mantuvo ese déficit. 2014 fue un año muy seco, y 2015 súper seco", explica Iván Aguilar, responsable del programa Humanitario de Oxfam Guatemala. "La situación es crítica por la acumulación de impactos en la economía familiar. No es lo mismo que se te inunde la casa un año, a que durante cuatro años consecutivos estés perdiendo todo. Las familias cada vez tienen menos solvencia, menos activos que vender, menos recursos que utilizar para salir adelante...", señala Aguilar, que trabaja en varios programas para atender a las familias en riesgo. De las 75 comunidades que Oxfam apoya en la zona ya hay identificados 130 casos de desnutrición aguda.
En febrero de este año, la ONU hizo uno de sus mayores llamados de la historia para atender la sequía, una petición a la comunidad internacional de 55 millones de dólares. Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) se ha puesto en marcha para evitar la declaración de hambruna. Según esta institución de asistencia alimentaria, hasta el momento han sido donados 17,5 millones de dólares de países como Brasil, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos o Corea. Con esto se busca repartir bolsas de maíz, frijol, arroz y harina fortificada a 110.230 familias en 84 municipios.
Con una comida al día
“Hay familias que viven con una comida al día. Aquí estamos en tierra de nadie, apenas podemos sobrevivir, no hay dinero para ir al médico. No le puedo decir hasta cuándo vamos a aguantarlo”, dice Edelberto Ramírez Méndez, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo de la aldea Tierra Blanca, Jocotán. En el caso de su familia, siete miembros se alimentan de dos quintales (50 kilos) de maíz al mes. Esto es, unos 240 gramos por persona y día.
Gladis Argentina Pérez, de 23 años y madre de tres hijos, cuenta que sus hijos comen “unas ocho tortillas de maíz al día". Y eso cuando hay. “Los niños no aguantan el hambre, nosotras sí. Ahorita sí lo estamos pasando mal. En mi casa somos 17, yo regresé con mis padres porque a mi esposo me lo mataron, hace un año”, recuerda. Hay pocas diferencias entre el relato de Pérez y el de las demás mujeres entrevistadas en las aldeas de Jocotán, Camotán y San Juan Ermita, tres de los municipios de Corredor Seco.
En El Morrito, otro enclave de la zona, la presidenta de Consejo se refiere a los virus que se propagan a través de mosquitos, cuyo ciclo de reproducción se acelera con el calor: “Lo que sí pego fue chikungunya, les dolían todos los dedos, las piernas… Supimos que era chikungunya porque una que tenía dinero para el pasaje de bus fue al centro de salud a Jocotán y le dijeron lo que era. Entonces supimos que aquí había pegado", explica Elida Suchite García. "Hay bastantes niños que sí les dio, pero se trataron con remedio natural. Una hierba que le llamamos amargor [tabardillo]", añade.
Uno de cada dos menores de cinco años sufre desnutrición crónica
En esta tierra parece que todo haya sido siempre igual y que nada vaya a cambiar. Las familias siguen con las mismas pequeñas parcelas de tierra y los mismos trabajos estacionales en las cosechas de café y caña. Las retribuciones —de Q40, Q30 diarios, unos 4,5 euros— nunca llegan al salario mínimo diario, fijado en Q78 (8,9 euros). Hay familias numerosas alimentándose de maíz y frijol, frijol y maíz, día tras día tras día. Niños desnutridos que pasan a ser padres desnutridos y que tienen hijos, muchos hijos, también desnutridos.
Sin Estado
La crisis política suscitada en Guatemala en 2015 a raíz del desmantelamiento de varias redes de corrupción en diferentes entidades estatales dejó a las familias todavía más a su suerte. El descubrimiento de una red de corrupción en aduanas liderada por el presidente y la vicepresidenta del país, hizo que ambos terminaran en la cárcel. Entonces los programas sociales, de apoyo económico y de alimentos —que funcionan de forma irregular en el país en 2008— también dejaron de entregarse. Además, el Gobierno canceló los contratos con organizaciones de la sociedad civil que combatían y controlaban la desnutrición en las comunidades.
El saqueo de las arcas del Estado por parte del anterior Ejecutivo vino acompañado de la peor crisis de la historia del país en el sistema de salud, con los hospitales y centros de atención sanitaria completamente desabastecidos. En enero de 2016 asumió la presidencia Jimmy Morales, de profesión cómico y sin experiencia en la administración pública. Amparado por un partido de militares, hasta el momento no ha hecho público ningún plan de Gobierno. El Ministerio de Desarrollo Social, encargado de administrar los programas sociales, no ha comenzado a funcionar y su presupuesto de personal se ha reducido en un 98%. El presupuesto del Ministerio de Salud para combatir la desnutrición también se redujo, a pesar de la sequía y de las alarmas internacionales. De 137,5 millones de euros en 2015 a 87 millones este año.
Así, los habitantes del Corredor Seco esperan el apoyo alimentario de la comunidad internacional. Las mujeres de las aldeas, de hecho, preguntan si sus nombres serán incluidos en listas o si se llegará a repartir dinero. El alcalde de Jocotán, Fernando Carrera Blanco, cuenta que desde la hambruna de 2001 comenzaron a llegar al área decenas de organizaciones, grandes y pequeñas, cristianas y laicas, a repartir dinero y alimentos y ejecutar programas. “Aquí ha venido ayuda desde 2001. ONG de ayuda internacional, con fórmulas políticas propias. Se han hecho cálculos de que en esta zona han invertido desde la hambruna de 2001 unos 48.000 dólares por familia. Ha habido familias atendidas por dos o tres ONG diferentes”.
En Guatemala, prácticamente uno de cada dos niños menores de cinco años (el 49,8%) padece desnutrición crónica, según datos del PMA. En Jocotán la cifra alcanza un 67%. Pero es que hace 30 años, en 1986, en esta zona los desnutridos crónicos ya eran un 66,1%.
En San Juan Ermita, en el centro de acopio del área de Chorti, cientos de personas llegan a recibir las grandes bolsas de maíz y frijol que distribuye el PMA. Llegan en camiones, por decenas. Se ponen en fila y esperan a que alguien grite sus nombres desde dentro de la sala. Cuando se presentan, les preguntan por los trabajos que supuestamente deben realizar a cambio de la entrega de la bolsa. Dicen que sí, que lo han hecho. Nadie llega a comprobar que sea cierto. Así que recogen su bolsa y se van con 50 kilogramos de maíz para alimentarse durante unos días o semanas, dependiendo de cuantos sean. Hasta que se termine.
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