La última frontera de los derechos civiles
La discriminación de los transexuales en los baños de Carolina del Norte desata la indignación de artistas y empresas
No fue la más conocida de las causas justas a las que se entregó el rock de los ochenta, pero viene a cuento. En 1985, el guitarrista de la E Street Band Steve van Zandt conoció de la existencia de Sun City, un resort en la Sudáfrica del apartheid en el que la élite de la élite blanca disfrutaba de vacaciones de lujo y de actuaciones de músicos de primera fila. Van Zandt decidió que tocar allí era hacerse cómplice del apartheid, y empezó a convencer a sus amigos de montar un boicot. La campaña se tradujo en una canción colectiva llamada Sun City en la que participaron Bruce Springsteen, U2, Peter Gabriel, Keith Richards, Bonnie Raitt y más de medio centenar de artistas. “No me puedes comprar / No importa cuánto pagues / No me pidas que vaya a Sun City / Porque no pienso tocar”, decía una de las estrofas.
Springsteen, Van Zandt y el resto de la E Street Band no tocaron en Sudáfrica hasta 2014. Este domingo iban a hacerlo en Greensboro, Carolina del Norte. El viernes, la web del artista publicó un comunicado diciendo que cancelaba el concierto y devolvería el dinero de las entradas. La razón es otro boicot por otro tipo de discriminación. Carolina del Norte acaba de aprobar la ley HB2, la ley del baño, que obliga a utilizar a todo el mundo el baño correspondiente a su sexo. Puede parecer sentido común, pero supone un atropello para los transexuales, que a menudo sufren discriminación en cualquiera de los dos. La semana pasada, PayPal suspendió un centro de operaciones global en Charlotte, por los mismos motivos. Hollywood ya ha amenazado con vetar a Carolina del Norte para cualquier producción. Los gobernadores de Vermont, Nueva York y el Estado de Washington, además del Ayuntamiento de San Francisco y otros, han prohibido los viajes de políticos y funcionarios pagados con dinero público a Carolina del Norte, lo que en la práctica es casi una ruptura de relaciones.
“Esto es la corrección política sacada de madre”, ha dicho el gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory, que considera su ley de sentido común. Quizá no sabe que hay ciudades como West Hollywood, la capital gay del sur de California, donde no solo no se puede discriminar a los transexuales, sino a nadie. ¡Ah, la corrección política, esa excusa con la que los progresistas quieren hacernos tragar con el fin de nuestros valores!, parecen decir algunos líderes republicanos. El baño de los bares es la nueva trinchera en la guerra contra los avances sociales, y el enemigo es la corrección política. Así, permitir la discriminación por motivos religiosos es defender la libertad religiosa; el racismo es libertad de expresión; tachar a los mexicanos de violadores y narcotraficantes es una exageración legítima para debatir los problemas de la inmigración; y una propuesta de prohibir la entrada de musulmanes en Estados Unidos para combatir el terrorismo es un argumento válido. Oiga, eso que está usted diciendo es una barbaridad. No, es usted, que está sacando de madre la corrección política y ya no se puede decir nada.
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