Bueno es mejor que malo
El tono, lenguaje y modos en la discusión triangular PSOE-Ciudadanos-Podemos se civiliza
El tono, lenguaje y modos en la discusión triangular PSOE-Ciudadanos-Podemos se civiliza. En parte porque Pablo Iglesias se percató de que la invectiva agreste zahiere a muchos de sus votantes.
Y por otros motivos. Uno es la debilidad de los tres líderes. Pedro y Pablo lucen o tensiones o fracturas internas en sus partidos, así que cualquier logro puede amainarlas; Albert sigue necesitando resultados más tangibles para acabar de consolidarse.
Otro incentivo es el coste de oportunidad: sean más o menos favorables las encuestas, la alternativa al no-pacto —elecciones— les entraña incertidumbre (y al PP, IU y los nacionalistas) y, pues, posibilidad de empeorar las —precarias— posiciones adquiridas.
Y el tercero es el calendario. Agotar el plazo acelera la exploración de si los acuerdos son posibles, pues nadie quiere aparecer como culpable del desacuerdo; y porque apurar el tiempo hasta el último minuto ritualiza ante los propios que el líder se ganó el sueldo, hizo cuanto pudo. Una discreta presión adicional es la de los parlamentarios electos, que si no, podrían perder poltrona.
Es mejor lo bueno que lo malo, y suele serlo un pacto que un pleito. Pero un mal acuerdo es peor que un desacuerdo.
El requisito de un pacto —para este triángulo, y para el otro aritméticamente posible: PP/PSOE/C's— es que alumbre un Gobierno estable. Los tripartitos que acaban como tres en uno más que como uno basado en tres resultan desastrosos. Peores que un débil Gobierno de minoría, huérfano de alianza parlamentaria sólida.
Pero con ese requisito no basta.
Al nuevo Gobierno habrá que exigirle más calidades. Un programa de recuperación económico-social (no solo reactivación, como ahora) creíble. Lo es, ante Bruselas, los mercados y ante cualquier bachiller, el pacto PSOE-C's, y no lo será cualquier otro que lo desnaturalice. Una complicidad europea a prueba de todo: en la senda de reducción del déficit (incluida cierta flexibilidad); en el combate antiyihadista; en la política exterior alineada con las democracias europeas. Y una normalidad institucional, respetuosa con la neutralidad de la Administración, el pluralismo mediático, el sagrado respeto a minorías y oposición.
Y si no, elecciones.
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