Por qué José Luis Cuerda sigue siendo el mayor antisistema del cine español
Hablamos con el director, homenajeado en la Semana de cine de Medina del Campo, de su carrera, de su paso por un seminario, de Twitter y hasta de Rajoy. Y todo lo que suelta son perlas
Como bien saben los expertos en Heráldica –y, probablemente, desconocen el resto de criaturas mortales- un roel es una forma simple que enmascara un universo complejo. Algo que al profano se antoja tan elemental como una 'O' hecha con un canuto, pero que todo iniciado sería capaz de clasificar, de modo preciso, dentro de la intrincada red de variables que se despliega cuando uno sabe que al roel –o sea, la figura circular que aparece en los escudos- se le llama bezante cuando es dorado o tortillo cuando luce cualquier otro color. A partir de ahí, puede pasar a ser llamado muchas otras cosas (ninguna realmente grave) según la estricta taxonomía de la especialidad.
Lo del roel –algo arbitrario que se abre a una complejidad que, vista desde fuera, se antoja delirante- podría ser, de hecho, una ocurrencia del manchego José Luis Cuerda, en cuyo universo imaginario cosas más raras se han visto: desde hombres plantados como lechugas hasta bakalas capaces de discutir sobre Ortega y Gasset, pasando por barberos dotados para la bilocación o hijos visiblemente más viejos que sus padres. Es, por tanto, más que oportuno que este año, el Roel de Honor, una de las máximas distinciones concedidas por la longeva Semana de Cine de Medina del Campo, caiga en sus manos para celebrar el conjunto de su trayectoria.
Una de las grandes plataformas de lanzamiento del cortometraje español, el certamen, que en su vigesimonovena edición, supone un contexto perfecto para celebrar a Cuerda, una suerte de Benjamin Button local (y espiritual). En los últimos años, lejos de buscar la tranquilidad del maestro venerable, ha decidido hacer muchas cosas por primera vez, como si cumpliera un año menos al día, camino a una benéfica inmadurez conquistada con esfuerzo: entre ellas, debutar como novelista, erigirse en tuitero de referencia y declararse antisistema. Vayamos por partes. Para empezar: ¿cómo va a sentirse el creador de Amanece que no es poco en compañía de cortometrajistas?
“El mundo del cortometraje siempre me ha gustado mucho”, señala, “Lo más serio que se puede hacer en esta profesión es aprender rodando. El problema de los cortometrajes actuales es que los jóvenes aspirantes a cineasta quieren hacer superpelículas, películas magníficas en las que se vea que no sólo saben rodar, sino que son verdaderos genios llenos de originalidad y talento. Todo eso me parece tiempo perdido. Cuando tenía dieciocho o diecinueve años y estaba en primero o segundo de Derecho, mi padre me regaló una cámara de súper 8, aquel formato espantoso que había que mandar a Suiza a positivar. No tenías negativo y había que empalmar con acetona. Los planos saltaban en las proyecciones, en fin. Un desastre. Para completar la cosa decidí comprarme un libro que me dijera cómo se rueda".
"Me compré un libro que se titulaba Cómo hacer películas en súper 8. Lo primero y fundamental que contaba ese manual y que es el mejor consejo que me han dado en mi vida era: coloca la cámara donde mejor se vea lo que estás rodando. Me pareció Howard Hawks, a la altura del ojo humano, sin que se coloque nadie entre el objetivo y lo que estás rodando y que se vea lo mejor posible. Una vez vi un corto en el que se contaba un combate de boxeo mostrando únicamente los rostros de los espectadores: el punto de vista era muy original, pero también una chorrada como la copa de un pino. Por lo demás, que cada cual haga lo que quiera. Esa obsesión contemporánea por el plano guay me parece ridícula. Cuando alguien afirma “he puesto la cámara donde jamás la había puesto nadie”, me dan ganas de replicarle: ¿y no has pensado que si nadie la había puesto ahí antes es porque es una gilipollez?”.
“Si parezco una figura paternal para las nuevas generaciones es puramente por mi físico"
Citado repetidamente en la última gala de los Goya y reconocido como padre espiritual por la generación chanante de nuevos cómicos manchegos, Cuerda parece haber alcanzado en los últimos años un estatus de auténtica figura totémica que él asume con una distancia no exenta de gratitud: “Si parezco una figura paternal para las nuevas generaciones es puramente por mi físico. El hijo de la boticaria de Carballino estas pasadas Navidades se acercó a mí junto a un amigo, me señaló y dijo: '¡Mira, mira, o home do saco!'. Le dije que no, que yo no era el Hombre del Saco, sino Papá Noel. Se le pusieron los ojos como platos. Aparentemente se lo creyó. Tengo un aspecto paternal, pero luego los que me conocen suelen decir que soy un animal y que no hay quien me aguante, que estoy echando broncas todo el rato”.
El estado de las cosas no parece contribuir a la calma del temperamento, sanguíneo por naturaleza, de un José Luis Cuerda que se confiesa perpetuamente cabreado: “Hay conceptos que no me caben en la cabeza, como el de morir por la Patria. ¿Qué es eso? Si la Patria lo que tendría que hacer es mimarnos, cuidarnos, ya que hemos caído en este pedregal. Me paso el día indignado y me sube la tensión. El otro día me desperté con 19/9 y me fui a urgencias. Y es por los cabreos”.
"Más de un facha me ha dicho que le encantaría abrirme la cabeza"
En este contexto, Twitter ha sido un buen mecanismo de descompresión. El cineasta revela un tuit que está pensando en lanzar pronto: "Me gustan los torreznos muy fritos y crujientes, amigos de mis dientes, hermanos de tus senos. (Atribuido a Gustavo Adolfo Bécquer)". En la misma jornada en que tuvo lugar esta entrevista, el clima político español le inspiró la siguiente reflexión: “Cuando la alternativa es todo o nada, gana la nada. Entre otras cosas, porque la nada incluye al todo, es más amplia”.
“Esto es discutible”, añade Cuerda, “pero es verosímil, porque el todo es lo que concebimos como todo, pero la nada es que es más que eso. A mí Twitter me viene de miedo. No sabes el consuelo que encuentro en abrir la gatera y soltar lo que me viene en gana. Para mí es un juego, pero cumple varias funciones. Tengo 100.000 seguidores y me sirve para pulsar por dónde van los aires, comprobar cuáles de mis ocurrencias son más aceptadas. Una vez escribí un tuit en el que decía: 'Cuando yo salía con Marilyn Monroe, lo que más me gustaba era ir al parque de Albacete, sentarnos en un banco y hablar de nuestras cosas'. Al segundo siguiente ya había alguien que me decía: “Tú ¿es que eres gilipollas?”. Hay otros que tienen una recepción más complicada. Más de un facha me ha dicho por Twitter que le encantaría abrirme la cabeza. Estoy a punto de publicar una segunda antología de mis tuits, que, de momento, quiero titular Me noto muy cambiado (atribuido a Sir Winston Churchill) y que está previsto que salga en abril”.
“Hay conceptos que no me caben en la cabeza, como el de morir por la Patria"
Hace unos años, nadie hubiese podido prever que Albacete estaba destinado a convertirse en epicentro de una nueva comicidad. Pero, ¿existe un humor estrictamente albaceteño? ¿Y cuáles serían sus rasgos esenciales? “Albacete es un sitio chusco y con un lenguaje muy expresivo. Muchas de las cosas que parecen más delirantes de mis películas no son más que recuerdos de infancia tal cual. En el pueblo de mi padre había una mujer que vivía con un ciego y le tomaba el pelo constantemente. Le hacía saltar charcos que no existían o le servía un plato vacío diciéndole que era una ración de huevos y que, si no los encontraba, era porque no atinaba, por ser ciego. Todo eso está en Total. Lo que ya no me atreví a poner, por ejemplo, es otra anécdota de esa pareja que tenía esa convivencia tan particular. Una mañana, la mujer se acercó a casa de mi abuela para decirle que su marido había muerto. Llamaron al cura y le esperaron. Unas horas después, la mujer volvió a casa de mi abuela para decirle que no, que no había muerto, que acababa de tirarse un pedo, tras el que dijo 'Ya estoy vivo'. Lo segundo que dijo fue 'Devuélveme la cartera', porque la mujer es con lo primero con que había arramplado”.
Aunque, según señala, en esta vida hay más cosas que le hagan llorar que cosas que le hagan reír, no tiene reparo en celebrar las derivas involuntariamente humorísticas de nuestro presidente en funciones Mariano Rajoy: “Cuando soltó eso de 'Ni a Hitler, ni a Stalin los declararon personas non gratas en Pontevedra' me pareció absolutamente brillante. Le traiciona el subconsciente y dice cosas maravillosas. A la salida de la catedral de Orense por el lado del Evangelio hay una pintada en la que se lee 'Rajoy no é fauna, é flora. No lo votes'”. Cuerda, por supuesto, ha resistido sin demasiado esfuerzo la tentación de que su valoración de la comicidad rajoyiana se traduzca en voto.
“Lo único decente que se puede ser en este mundo es antisistema. El sistema en el que vivimos es genocida, se está cargando a millones de personas: está diseñado para que mil personas acumulen tanto capital como millones y millones de otros seres humanos. ¿Quién puede defender eso? Hay que ser muy cínico o muy estúpido. ¡Si todos nosotros estamos en el lado desfavorecido de la ecuación! El animal más tonto de la Creación es el milmillonario: si se va a morir, el gilipollas. Nunca se podrá gastar todo lo que tiene, aunque se pegue un polvo diario con la puta más cara del mundo. El máximo desiderátum del ser humano es tener orgasmos sin parar, mientras el cuerpo aguante, pero incluso para eso no hace falta tanto”.
Una conversación con el autor de la inconmensurable trilogía formada por Total, Amanece que no es poco y Así en el cielo como en la tierra nunca discurre por terrenos previsibles. Una evocación de su infancia albaceteña puede empezar por la prometedora frase “a los seis o siete años nos pasábamos el día follando” para enredarse en terrenos comprometedores que obligan a colocar el resto del discurso en el limbo del off the record (a la espera de que el cineasta lo cuente todo en ese libro de memorias que le han encargado sus editores de Pepitas de Calabaza y que a él le tiene tan preocupado, precisamente, porque todos sus primeros recuerdos pueden herir muchas sensibilidades contemporáneas).
Indignado por el linchamiento mediático a los titiriteros y preocupado por el hecho de que, entre el asunto Charlie Hebdo, el enfado descomunal de Corea del Norte a causa de la comedia The Interview y tantas cosas más, dé la impresión de que el humor es, ahora mismo, el oficio más peligroso del mundo, Cuerda encuentra en el recuerdo de sus viejos estudios teológicos un asidero conceptual para afrontar tiempos tan poco relajados.
“Yo estuve tres años en un seminario y sé algo de Teología. Mientras escribía el guión de Amanece que no es poco escuché por la radio una entrevista a un teólogo malagueño. Era la época en la que se debatía bastante sobre métodos anticonceptivos y le preguntaron acerca de cuál debía ser la postura de la mujer cristiana ante el fenómeno de la anticoncepción. Sin pensárselo ni un momento, el cura contestó: 'Con conciencia perpleja'. Pensé: yo no vuelvo a acostarme con una tía si no me aseguro antes de que tenga conciencia perpleja, porque eso debe de tener un morbo… Consulté un libro de Teología que tenía por casa y comprobé que eso de la conciencia perpleja era ni más, ni menos que no saber muy bien lo que pensar, lo que es una postura muy inteligente. O sea que sobre este momento en que hacer un chiste puede ser tan peligroso, no sé muy bien lo que pensar”.
Lo que sí tiene claro el manchego, con mono de rodar y varios posibles proyectos entre manos, es lo siguiente que va a lanzar al mundo: su prólogo para una nueva edición de Gracias y desgracias del ojo del culo, ese opúsculo de Francisco de Quevedo, que invita a reflexionar sobre “lo privilegiado que es como punto de mira ese punto concreto de nuestro cuerpo”.
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