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MIRADOR
Columna
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El piano

Siento hartazgo de los políticos que aporrean mis oídos con declaraciones y enfrentamientos, ofertas de pactos e insultos

Julio Llamazares

A las cinco de la madrugada, en el Toni 2, un bar de copas de Madrid famoso por su piano, que cualquier cliente que sepa hacerlo puede tocar, la música cesó de pronto y, en el silencio que le sucedió, se oyó una voz de mujer: “Vale, me voy a la cama contigo… ¡Pero deja de tocar el piano, por favor!”.

Desde que comenzó la campaña electoral, y aún antes: desde que comenzó la de las municipales, autonómicas y europeas, va a hacer un año ya pronto, no hago más que recordar aquella frase que aún debe de resonar en el Toni 2 confundida con el sonido del piano y con las voces de los clientes en las madrugadas que desde entonces se han sucedido en el bar como las hojas en los almanaques. Y la recuerdo no por nostalgia de aquellas noches (hace ya muchos años que no traspaso la puerta del Toni 2; la vida, que no perdona), sino por el hartazgo que siento de los políticos que continuamente aporrean mis oídos con sus declaraciones y sus enfrentamientos, sus ofertas de pactos y sus insultos, sus reuniones privadas y sus discusiones públicas. ¡No puedo más!, gritaría si alguien me escuchara y si me sirviera de algo, como hizo aquella chica del Toni 2 ante el aporreamiento musical de su pretendiente. Me voy contigo a la cama, pero para ya, les diría incluso a los aspirantes a presidir el Gobierno de España con tal de que se pusieran de acuerdo entre ellos de una vez y nos dejaran de marear con sus continuas comparecencias ante los medios.

Ya sé que el juego político exige a veces cierta paciencia por parte de la población y que la democracia se basa precisamente en la confrontación dialéctica entre los partidos, pero es que llevamos un año que lo del Toni 2 empieza a ser una broma, con todo el mundo aporreando el piano de la política, desde los portavoces de los partidos hasta los periodistas, desde la gente de a pie en los bares hasta los tertulianos profesionales en la televisión y en las emisoras de radio, que no hacen otra cosa en todo el día. Y, mientras tanto, la verdadera vida, que continúa, se nos va poco a poco por el sumidero de la actualidad de atrás sin que nadie parezca darse cuenta o, peor, sin que nadie se atreva a decirlo públicamente. Como en el Toni 2 aquella madrugada madrileña, falta alguien que alce la voz para reclamar un poco de silencio, un ápice de respeto y de consideración para nuestros oídos, aturdidos por el aporreamiento del piano político por unos personajes que, encima, lo hacen a cual peor.

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