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Tentaciones
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'Mierdecitas' o cómo ser un ídolo del posthumor más salvaje

Entrevistamos a Héctor Bometón, creador del blog de humor gráfico 'Mierdecitas'. "La gente guapa es muy difícil de dibujar. Parecen todos iguales"

“Y ya, para acabar”, le digo a Héctor Bometón (Alicante, 1989), “¿Podrías hacer un haiku con tus impresiones sobre esta entrevista?”. Más tarde llegará a mi bandeja de correo electrónico este poema de métrica japonesa:

"Entrevista por Skype

¿cuelgas tú

o cuelgo yo?"

Empezar a transcribir una entrevista por el final no es una licencia si se intenta abordar una figura como la del creador del blog Mierdecitas. Basta con coger cualquiera de los dos recopilatorios que Libros de Autoengaño le ha publicado para cerciorarse de que, cuando se trata de Héctor, el sentido de lectura no altera el producto: viñetas, relatos cortos y poemas breves conviven bajo las solapas de Mierdecitas y Mierdecitas 2, sin más hilo conductor que el posthumor más salvaje.

“La forma en la que expreso cada una de mis ideas surge con naturalidad: una puede funcionar mejor como poema, otra como dibujo; o también puede funcionar mejor como dibujo pero acabar convertida en tweet por pura pereza, pues yo no disfruto el proceso de dibujar. Me parece un engorro”, confiesa Bometón. O Mierdecitas. Todo depende del caso y del fan que le interpele. “Hay gente que lo toma como mi pseudónimo, pero realmente es la etiqueta perfecta para definir lo que hago: nada en concreto. Cuando le puse ese nombre al blog no pensé que acabaría recibiendo tanta atención y llegué al punto de odiarlo, pero ahora he logrado darle la vuelta a eso. No sé cómo sonará para alguien que lo oiga por primera vez, pero para mí la palabra mierdecitas ha perdido su significado original”.

A su madre, nos dice, aún le cuesta presumir delante de sus amigas de tener a un autor publicado por hijo. “El nombre le da cierto pudor, es cierto. Por no hablar del contenido, que es demencial para la gente a la que se lo enseña”.

Quizás por la capacidad de síntesis con la que consigue enhebrar cada una de sus mierdecitas haya sido casi inmediatamente comparado con Miguel Noguera. “Es un faro, para mí y para muchos otros. Aunque he de decirte que le conocí tarde, con el blog ya en marcha. Los que realmente hicieron que me animase a poner mi trabajo en Internet fueron gente como Hombre Pustular, Querido Antonio…”, enumera, cuando la melodía de su móvil -Elephant de Tame Impala-  interrumpe un recuento que luego no retomará.

Aprovecho la improvisada pausa para hacer scroll en su tumblr y ver algunos de los últimos rostros conocidos a los que ha dedicado un retrato pixelado. Los artífices del programa Torres&Reyes debieron sentir un asombro similar a éste cuando, en la que ha sido su colaboración más significativa con el mainstream, le encargaron la tarea de convertir en puntos de luz a los invitados que semanalmente visitaban el programa. Cuando vuelve, le pregunto si en alguna ocasión ha tirado la toalla al intentar hacer una de estas caricaturas en ocho bits.

“Sólo me ha pasado con encargos de particulares a los que era difícil encontrarles un rasgo peculiar. La gente guapa es muy difícil de dibujar, por ejemplo. Parecen todos iguales. Como si hubiesen salido de Yo, robot o algo así”, bromea, utilizando la (sorprendentemente) única referencia cinematográfica que tuvo nuestra charla. “Estudié comunicación audiovisual porque, aunque luego no me haya dedicado a nada relacionado con ese campo, lo que realmente quería hacer era cine. Supongo que hacer un largometraje es mi objetivo último. Me encantaría. Pero, por otro lado, sé el esfuerzo que exige. Es más complejo que hacer un libro e implicas a mucha más gente en el proceso”.

Héctor Bometón o, si prefieres, llámalo Mierdecitas.
Héctor Bometón o, si prefieres, llámalo Mierdecitas.

Aunque el imperio que está erigiendo Héctor Bometón dista mucho de ser ambicioso, Mierdecitas “no es un modo de vida”. “No me gano la vida con ello y veo como algo muy lejano que esto se convierta en mi único trabajo. No creo que pase, de hecho”. El empeño y la seriedad que pone en su empresa es, además, de una obsesión admirable. “Me gusta mantener mi timeline pulcro. Si un tweet deja de hacerme gracia pasado un tiempo, lo borro. Sería el equivalente a poner recto un cuadro que está torcido”.

De momento, ha aprobado con nota en su paso del 2.0 a la edición física de sus trabajos, pese a la inseguridad que esto le generaba. “Me preocupaba mucho que lo que yo hacía en un formato determinado y en un escaparate como Internet no funcionase pasándolo a papel. El hecho de haber incluido relatos también me generaba inquietud, porque, aunque disfruto escribiendo, me horroriza leerme. No creo que tenga aptitudes como escritor y, cuando releo lo que he escrito, nunca quedo satisfecho. Cambiaría el texto infinitamente”. Dejaremos el presente artículo, de este modo, pendiente de corrección. 

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