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El ‘hombre árbol’ de Bangladesh recupera la esperanza

Tras el éxito de la primera operación, el equipo médico prepara los siguientes pasos con optimismo. El proceso puede llevar hasta un año y proporcionar solo alivio temporal

Abul Bajandar descansa en su cama del hospital junto a su madre.Vídeo: FOTO / ZIGOR ALDAMA
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Las apariencias engañan. Aunque Abul Bajandar tiene aspecto apático y desganado en la cama que ocupa en el Hospital Universitario de Dacca, la capital de Bangladesh, lo cierto es que hace muchos años que no sentía una emoción tan esperanzadora. Y es fácil entender por qué: cada día está más cerca de dejar de ser el hombre árbol. “Tras la primera operación sentí mucho miedo porque perdí por completo la sensibilidad en la mano derecha. Afortunadamente fue solo efecto de la anestesia y, poco a poco, no solo he recuperado la sensibilidad sino que ahora incluso puedo mover un poco los dedos. En ese momento en el que los sentí por primera vez me convencí de que puedo volver a ser una persona normal”, cuenta a EL PAÍS con los ojos entreabiertos, somnoliento por la medicación que le quita el dolor. Eso sí, todavía no se ha atrevido a mirar su mano cuando le cambian el aparatoso vendaje que la protege de infecciones. “Todavía no estoy preparado”, asegura.

Bajandar sufre epidermodisplasia verruciforme, una extraña dolencia que únicamente se ha diagnosticado en cuatro casos en todo el mundo —tres de ellos siguen vivos—. La enfermedad, cuya causa se desconoce, provoca que gigantescas verrugas crezcan en pies y manos, impidiendo el movimiento de los dedos y convirtiendo a Bajandar en un hombre completamente dependiente de su familia. Afortunadamente para él, su historia ha llegado a todo el mundo y ha logrado que el Gobierno de Bangladesh decida costear todos los gastos que se deriven del complejo proceso quirúrgico necesario para extirpar las verrugas.

Abul Bajandar, en el hospital de Dacca donde se encuentra ingresado.
Abul Bajandar, en el hospital de Dacca donde se encuentra ingresado.Z. A.

La primera operación, llevada a cabo el pasado día 20 por el comité de nueve médicos formado ex profeso, fue un éxito y logró eliminar el 80% de las verrugas de la mano derecha de Bajandar. Pero es solo el principio de un proceso que Samanta Lal Sen, director de dicho comité, prevé que dure entre seis meses y un año. “De momento la evolución es buena, así que en 15 días volveremos al quirófano para continuar con el proceso, que requerirá un total de 15 operaciones”, ha comentado hoy el cirujano después de la reunión que han mantenido los especialistas para decidir qué pasos dar a partir de ahora.

“Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos es la necesidad de llevar a cabo injertos de piel, porque cuando extirpamos las verrugas la mano queda en carne viva. Esos injertos llevan tiempo, razón por la que hay que ir paso a paso, sin prisas”, añade una de las doctoras, que prefiere mantenerse en el anonimato. “También queremos ir introduciendo paulatinamente los ejercicios de fisioterapia que permitirán a Bajandar recuperar la movilidad de unos dedos que están atrofiados después de una década sin apenas movimiento. De momento, lo mejor es que aprenda a tener paciencia”.

Él, sin duda, sabe que le espera una carrera de fondo. De hecho, es consciente de que puede que al final solo logre un alivio temporal. Pero no le importa. “Incluso si las verrugas vuelven a crecer, todo apunta a que tendré unos años de vida normal. Quiero poder trabajar para mantener a mi mujer y a mi hija, porque ahora no soy más que una carga para ellas”, cuenta con una mueca de lástima. Sin embargo, su mujer, Halima, no pierde la sonrisa y le quita hierro al asunto. “Si hemos salido adelante cuando él apenas se podía mover, ahora la situación solo puede ir a mejor”, dice mientras hace reír a su hija de tres años en otra cama. La madre de Bajandar, sin embargo, no puede contener las lágrimas. “Mi marido ha tenido que volver al pueblo —en la región de Khulna— porque necesitamos que alguien trabaje para tener ingresos. Somos pobres, y si algo sale mal no sé qué haremos para sobrevivir”, lamenta.

En cualquier caso, los médicos aseguran que no hay razón para el pesimismo. Eso sí, reconocen que será imposible lograr una cura permanente si no se descubre el porqué de la enfermedad. “Hay muchas suposiciones y teorías, entre ellas que sea una extraña reacción provocada por el virus del papiloma humano. Pero lo único seguro actualmente es que no tenemos ninguna certeza. Y como se trata de algo tan raro, a nadie le interesa estudiarlo”, explica Lal Sen. “En cualquier caso, nuestro objetivo es mejorar la calidad de vida de Abul y aprender todo lo que podamos”, sentencia.

La madre de Abul Bajandar posa su mano sobre la de su hijo, aún sin operar.
La madre de Abul Bajandar posa su mano sobre la de su hijo, aún sin operar.Z. A.

Mientras tanto, ajenos a las dificultades médicas, los curiosos continúan llamando a la habitación de Bajandar. La puerta se entreabre con timidez y al otro lado aparece la sonrisa de quien quiere pasar para conocerlo. A pesar de los sedantes, él siempre trata de posar con una sonrisa. Al fin y al cabo, fue lo extraño de su enfermedad lo que le permitió salir adelante cuando tuvo que mendigar. “La gente me daba más dinero que al resto porque querían hacerse fotos conmigo”, recuerda. Y ahora es también la atención mediática lo que hace que su caso esté siendo tomado con tanto cuidado por los médicos del Hospital Universitario de Dacca. Demasiado en opinión de algunos. “Hasta cierto punto demuestra lo injusto que es nuestro país. Si no fuese porque ha salido en la prensa, Bajandar tendría que mendigar hasta morir”, critica un trabajador de una importante ONG internacional que prefiere mantenerse en el anonimato. “Su caso no es más que otro ejemplo de la necesidad de reformar el sistema sanitario de Bangladesh y, por extensión, de todo el Sur de Asia”, concluye.

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