Ben Stiller: "La moda es un mundo tan excesivo que resulta difícil exagerarlo"
Nos citamos en Nueva York, en exclusiva para ICON, con el hombre que hace reír al mundo. El viernes estrena ‘Zoolander 2'
Dicen que Ben Stiller (Nueva York, 1965), acostumbrado a hacer reír en el cine con su sufrimiento, ya sea pillándose el escroto con la bragueta en Algo pasa con Mary o escrutado por su suegro en Los padres de ella, lo pasa fatal dando entrevistas. En ellas, sufre, pero rara vez resulta gracioso. Ahora, promocionando Zoolander 2 (estreno 12 de febrero), que escribe, dirige, protagoniza y produce, me confiesa de buen rollo que sí, que estoy bien informado: hablar con la prensa no le encanta. En realidad, las señales han sido inequívocas: ha pospuesto el encuentro en varias ocasiones y acudo a la sesión de fotos para ICON sin saber si podré entrevistarle allí o no. Salgo del plató con un buen recuerdo, con una foto junto a él muy cachonda –y prácticamente sin pedírsela– y con otra junto a la estilista y el fotógrafo haciendo la mirada acero azul, esa que popularizó su personaje, el “tremenda y rematadamente guapo” supermodelo Derek Zoolander, en la película original de 2001. Pero vuelvo a casa sin una sola declaración.
Cuando murió mi madre, interrumpí el rodaje de ‘Zoolander 2’ dos días. Al menos era una comedia. porque volver a rodar llegó a ser un alivio
¿Se le habrá pegado el divismo de ese mundo de la moda que satiriza en la película que ahora estrena? No. Ben Stiller es simpatiquísimo, aunque no hable. Acaba de cumplir los 50. En persona no tiene esa cara de pardillo que ha explotado en el cine, esa que The New Yorker describió como “una cama deshecha de angustia cómica” y, ante la cámara, resulta científicamente perfecta: sirve para sus éxitos de cine familiar (la saga Una noche en el museo) y para las cintas de humor negro que le gusta producir (Tropic thunder, donde mata a un panda y se pone su cabeza de sombrero).
Stiller es inesperadamente atractivo, algo que pasa inadvertido en sus películas. También tiene una mirada honesta y profunda que, eso sí, va de abajo arriba porque es bajito y eso le hace inevitable (y muy rentablemente) cómico. Pero él sigue sin dar su brazo a torcer y a mí no me pagan por hacerme una foto con él. Descubro que su relaciones públicas estudió un año en Segovia, pero ni hablando de cochinillo se ablanda. Y eso que el propio Stiller cuenta, mientras se hace las fotos, que le encanta España, que fue aquí donde rodó El imperio del sol, de Steven Spielberg, con poco más de 20 años, su primera película; que su hija va allí este verano en un viaje escolar y que la irá a recoger y, de paso, quedará con Penélope Cruz, la chica de Zoolander 2; que hay que ver qué chica más estupenda y lo amigos que se han hecho los dos. ¿Prometedor? Sí. ¿Con la grabadora apagada? También.
Semanas después, me recibe en su pequeña oficina de Tribeca, en Nueva York. Es un día de lluvia infernal. Él lleva chándal. Yo llego calado hasta los huesos, así que empiezo a estar un poco harto. Le explico, de buen rollo, que, a pesar de este juego del gato y el ratón para tener 45 minutos a solas con él, a mí tampoco me parece el mejor de los planes hacer entrevistas: siempre me ha resultado de relativa mala educación lanzar preguntas íntimas, graciosas o, peor, filosóficas, a alguien que en realidad no conoces de nada. Y subrayo que, en las entrevistas con actores, resulta molesto que lo confundan a uno con un fan y no con ese trabajador que, en realidad, quiere irse a casa cuanto antes. En ese momento, parece que todo le hace un poco de gracia y surge la complicidad. Empezamos.
Entonces, ¿confirmamos que esta es la parte que menos le gusta de su trabajo? Es algo que hay que hacer. Lo peor es cuando sale la película y tienes que hacerlas todas juntas. Estás tres semanas viajando por el mundo hablando con gente distinta, conociendo a periodistas con los que quizás por separado podría tener una buena conversación, pero cuatro en un mismo día es demasiado. Hoy es la única entrevista que tengo y así es mucho mejor. En cualquier caso, no me gusta mucho hablar de mí mismo, analizar mi trabajo y buscarle un sentido. A veces consigues algo… quizá una terapia gratis, pero lo malo es que luego sale en una revista.
Por un momento pensó en conceder esta entrevista como Derek, el protagonista de Zoolander. ¿Qué le hizo a Derek cambiar de opinión? ¿Es muy tímido? ¿Es muy diva? Bueno, en realidad no es muy elocuente. Alguna vez lo he hecho, pero es un personaje muy específico y sólo funciona en algunas situaciones, como en cuestionarios o entrevistas cortas. Tiene un punto de vista muy miope, muy metido en sí mismo, así que tengo una idea muy clara de cómo reaccionaría en cada situación. Está totalmente obsesionado consigo mismo. Pero eso no significa que vaya a ser siempre divertido.
Pero, al contrario que políticos, científicos o deportistas, en general, los actores tienen más armas para crear un personaje en las entrevistas, ¿no? Hasta cierto punto sí creas un personaje para la prensa. No puedes mostrar tu verdadero estado de ánimo y decir: “Estoy agotado, no me apetece hablar, paso de esa pregunta, no voy a contestar a eso”. Tratas de mostrar la mejor versión de ti mismo, ayudar al periodista a escribir su artículo. En televisión, en formatos como un late night show, quieres pasártelo bien y que la gente, con suerte, se ría. Pero a mí me gusta leer entrevistas en las que aprendo algo del personaje, así que intento hacer una combinación de las dos cosas.
¿Lee entrevistas de otros compañeros de profesión? No muchas. Lo cierto es que en general me interesan más las entrevistas a deportistas. Los procesos que experimentan como atletas, la presión que soportan, cómo mantienen la cabeza y la mente en forma…
Ahora es como que si no conectas con todo el mundo estás haciendo algo mal. No quiero que Harrison Ford 'tuitee' su vida; quiero, simplemente, que siga siendo Harrison Ford
A los deportistas se les suele preguntar sobre sus fallos en el terreno de juego. ¿Se imagina que le pregunto a Julia Roberts qué opina de esa escena en la que no estuvo del todo natural? Pero también hay muchos atletas que preparan sus respuestas porque no quieren abrirse demasiado y mostrar sus inseguridades al público. En Hollywood, si quieres, puedes enseñar tus debilidades; todo depende de cómo te sientas de cómodo. Pero lo lógico es no querer perpetuarlas haciéndolas públicas. Además, de alguna manera, actuar y dirigir películas ya es una forma de mostrarte al público, así que tu trabajo habla de ti mismo. Son procesos muy íntimos.
Pero, sin necesidad de ser entrevistados, muchos actores ventilan ahora sus intimidades en las redes sociales. Yo no puedo. No soy el tipo de persona que tuitea lo que piensa o lo que ha ido haciendo a lo largo del día. No sé si es generacional o por cómo soy. Hubo un tiempo en que la gente que hacía películas no contaba su vida, había un misterio. Ahora es como que si no conectas con todo el mundo a ese nivel, estás haciendo algo mal. No quiero que Harrison Ford tuitee su vida, quiero, simplemente, que siga siendo Harrison Ford.
Hablemos de Zoolander. Esta es una revista española, así que la primera pregunta no es muy original. ¿Qué tal con Penélope Cruz? No estaba pasando por su mejor momento, ya que su padre murió durante el rodaje. Ella perdió a su padre y yo perdí a mi madre con pocas semanas de diferencia, así que los dos atravesamos a la vez el mismo proceso. Vino a trabajar dos días después y rodó escenas importantes, al cien por cien. Fue impresionante.
¿Cómo consigue rodar comedias en momentos tan críticos de su vida personal? Cuando haces una película, tú vida también sigue fuera del plató, y si te lleva a un mal momento tienes que seguir adelante. Yo tuve que volver a casa y suspender el rodaje durante dos días. Al menos, si es una comedia, puede llegar a ser un alivio, porque sales de tus verdaderos problemas.
En el primer Zoolander, Donald Trump hizo un cameo. ¿Le hubiese gustado contar con él otra vez? Creo que no [risas]. En cuanto al paso del tiempo, hemos tenido que meter las redes sociales en la película, claro. [Ya en el tráiler se ve a Justin Bieber colgando en Instagram su propia muerte.] Es parte de la moda y de nuestra cultura actual. No hay modo de hacer una película sobre este mundo sin ellas. Derek y Hansel [los dos modelos protagonistas], viniendo de 2001, tienen que ver el contraste necesariamente. Ellos ya son viejos y luchan contra ello.
¿Y usted? Acaba de cumplir 50 años. ¿Algún síntoma de crisis de la mediana edad? Es un tema complicado. Cuando los cumples, te ves obligado a hacer balance. Y estoy contento de haber sobrevivido a esa semana en la que todo el mundo hacía hincapié en que era una fecha señalada. Te atascas un poquito. Estés como estés, te planteas: ¿qué he hecho hasta ahora? ¿Qué me espera? Pero cuando te haces mayor, el listón de lo que te hace feliz va bajando, porque cada vez eres más consciente de lo que ya no puedes hacer. Te planteas: ¿voy a pasar mi vida pensando en las cosas que me harán feliz o siendo feliz con las que tengo? Y de repente, la salud se convierte en algo muy importante para ti.
Es verdad que usted no los aparenta y eso en Hollywood es una ventaja, pero ¿no le apetece a veces que se espere de usted lo que corresponde a una persona de su edad? Gracias por lo primero. Ahora es usted mi mejor amigo. No siento que tenga 50, pero cuando veo a alguien que es mayor que yo y que sigue muy activo, veo que no piensa en la edad que tiene, lo cual creo que es bueno. En Hollywood tienes que aceptar que la edad tiene una connotación negativa, siempre ha sido así. Desde luego, las elecciones que he hecho en mi carrera han ido cambiando. Sin ir más lejos, ahora no haría la primera parte de Zoolander, que me requirió mucha energía.
Te planteas: ¿voy a pasar mi vida pensando en las cosas que me harán feliz o siendo feliz con las que tengo? Y de repente, la salud se convierte en algo muy importante para ti
No baila break dance esta vez. Ya no puedo hacer tanto humor físico como antes y tampoco quiero pasarme la vida haciéndolo. Hay cosas que son más para gente joven.
¿Eso dará más peso a la parte más independiente de su filmografía, como Los Tenenbaums, de Wes Anderson? Me gusta hacer de todo y no me siento culpable por atraer a más público con determinado tipo de películas, sobre todo comedias. Pero ahora voy a hacer algunas de esas pequeñas películas que nadie ve, sí. Concretamente, una con Noam Baumbach [quien ya le dirigió en Greenberg], en la que Adam Sandler interpreta a mi hermano y Dustin Hoffman hace de nuestro padre. Además, estoy llegando a un acuerdo con Bold Films, que es la productora independiente de Whiplash, Drive y Nightcrawler, porque esa es la línea que me gustaría seguir como director.
¿Y dejar de meterse con el mundo de la moda? La moda es un mundo tan excesivo que casi resulta difícil exagerarlo. Ese casi es el mayor reto a la hora de hacer esta película, lo digo totalmente en serio. A veces era difícil encontrar el humor propio más allá de la realidad, por eso acabamos jugando mucho con el tono. Incluso en el propio mundo de la moda saben que todo lo que allí sucede tiene un toque algo absurdo.
No me siento culpable por atraer a más público con cierto tipo de comedias, pero ahora voy a hacer algunas de esas pequeñas películas que nadie ve
¿Se mudó de Los Ángeles a Nueva York para evitar exponer a sus hijos a ese mundo? Me preocupaba que fueran demasiado consentidos. Espero haberlo logrado [risas]. Cometes tantos errores como padre que te limitas a intentar no repetir los mismos que tus padres cometieron contigo. Lo que intentamos [él y su mujer, la actriz Christine Taylor, tienen dos hijos: Ella, de 13 años, y Quinlin, de 10] hacer es no esconder la realidad, la nuestra y la del mundo, y hacérsela ver a ellos, conversar sobre ello. Por eso en Nueva York creo que están más expuestos a diferentes estilos de vida. Aquí vivimos todos juntos: los que tienen mucho dinero, los que no tienen dinero. Mostrarles de una forma –esperemos que no muy dramática– la complejidad de la vida.
¿Son sus hijos sus principales fans? Creo que son fans míos como padre, no como actor. Y es mejor, más sano. Me encantaría que dijeran: “¡Oh, Dios mío, tus películas son las mejores!”. Pero, aunque obviamente saben lo que hago y algunos de sus amigos saben quién soy, están bastante al margen. Mis padres también eran del mundo del espectáculo y eso no me hacía mucha gracia. ¿Quién quiere que sus compañeros sepan quién es su padre, hablen de él o tengan una opinión sobre él? Lo que uno quiere en todo momento es ser un individuo.
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