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Blogs / Cultura
Del tirador a la ciudad
Coordinado por Anatxu Zabalbeascoa

Arquitectura y funcionarios que no funcionan

Anatxu Zabalbeascoa

Álvaro Siza FOTO: Juan Rodríguez

Álvaro Siza recuerda que hacia 1977 cuando acababa de construir sus viviendas en el barrio de la Quinta da Malagueira, en Évora (Portugal), un día cayó una gran tormenta y lo llamaron porque las casas se habían inundado. El proyecto consistía en la construcción de un barrio de 120 viviendas, que acabaron siendo 1.200, un vecindario de calles cortas y estrechas “en el que todo el mundo tiene que conducir despacio y en consecuencia no hay accidentes”. Tras dialogar con quienes iban a ser los primeros usuarios y tomar nota de sus necesidades, el arquitecto había comenzado por construir una sola de esas casas, a tamaño real, para adelantar cualquier problema constructivo.

Por eso cuando, tras la tormenta, llegó a Évora fue directamente a esa primera casa que habían supervisado él, y el ingeniero Sobreira. La vivienda estaba impecable, seca. Sin embargo era cierto que todas las demás estaban inundadas. ¿Qué había pasado?

“Retiramos el enfoscado sobre los bloques de hormigón y resultó que estos ni siquiera habían sido impermeabilizados, así que absorbían el agua como si fueran esponjas”.

Siza le cuenta esa vivencia a Carlos Seoane en una extensa entrevista incluida en el libro Siza X Siza publicado por la Fundación Arquia. En ella explica que eran los funcionarios de Fomento de la Vivienda los que supervisaban la obra. Hasta el punto de que, en un momento dado, prohibieron al arquitecto llegar hasta el solar. Sucedió cundo este comenzó a denunciar errores de ejecución. El problema adquirió aires kafkianos cuando la cooperativa de vecinos contrató un laboratorio de ingeniería para que estudiasen el problema de las inundaciones y el laboratorio concluyó que era un defecto de diseño. Sin embargo, los cooperativistas anticiparon a Siza el resultado –antes de que llegara el informe por escrito- por la relación dialogante que el arquitecto y su equipo habían establecido con los inquilinos. Así, cuando arquitecto, funcionarios, constructores y técnicos del laboratorio se reunieron allí y retiraron en enfoscado de otra casa dejaron en evidencia al constructor y a los funcionarios que supervisaban la obra: no había protección hidrófuga, los bloques de hormigón estaban expuestos al agua.

El laboratorio desapareció, pero todos los enfoscados de las fachadas se tuvieron que retirar y rehacer de nuevo.

El libro donde se recuerda esta anécdota –ilustrado con dibujos de Siza y fotografías de Juan Rodríguez- quiere resumir la aportación del gran arquitecto portugués en seis proyectos elegidos por él. Son sus dibujos y sus palabras los que los explican e ilustran el contexto. Los textos de otros grandes observadores de la arquitectura como Eduardo Souto de Moura, Juhani Pallasmaa, Kenneth Frampton y David Cohn analizan el legado de Álvaro Siza. Y Siza, vuelve a arremeter contra otro tipo de funcionarios: los comisarios de los museos. Hablando de el CGAC que construyó en Santiago de Compostela en 1993 recuerda: “Una vez fue invitado a la inauguración de una de las exposiciones y al abrir la puerta me vino un golpe de aire tan fuerte que casi me tira al suelo. ¿Qué había pasado? Simplemente que el comisario de la exposición, molesto con el aspecto de los cortes en la base de los muros, los tapó con paneles de escayola interrumpiendo el circuito del aire acondicionado (allí camuflado). Así, con la salida sellada, se generó una sobrepresión en la sala que, al abrir la puerta, generaba una violenta corriente de aire”. La paradoja, explica Siza, es que los museos deben demostrar que poseen sistemas de control de humedad y aire para garantizar el cuidado de las obras, “pero luego viene el comisario que por criterios falsamente estéticos o simplemente por falta de reflexión anula el sistema de control climático”.

Interior del CGAC 

Comentarios

Estimada Anatxu, Entendiendo la coyuntura, la posibilidad incluso de ensalzar aun más si cabe la figura de Siza gracias a su proceder en estas dos anécdotas que describe, me parece poco menos que una falta de respeto la reseña casi tangencial a una publicación magnífica, emocionante, de una calidad y belleza apabullante en cada una de sus páginas. En estos momentos en los que la publicación impresa sucumbe poco a poco ante el mundo multimedia, conforta saber que aun existen editores que publican con tantísima delicadeza. Además, estoy convencido que el propio Siza recuerda con mucha más intensidad a los muchos funcionarios que depositaron su confianza en él para trazar sus ciudades y a los artesanos que le ayudaron a dar forma a sus tiradores
Que gran arquitecto fue y será.
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