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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otro sistema político

Un escenario de minorías no es una revolución, pero sí un fuerte cambio

A menos de una semana de las elecciones, el sondeo de Metroscopia publicado hoy por EL PAÍS confirma una situación única respecto a todas las anteriores. Ya no estamos ante un sistema de dos partidos muy destacados sobre el resto, en el que la incertidumbre residía en cuál de ellos iba a obtener mayoría absoluta o una minoría muy potente al borde de aquella. Ahora hay cuatro opciones en pugna por definir su peso y sus respectivos perímetros en un nuevo sistema en el que, salvo enormes sorpresas, todas van a ser minoritarias.

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Es verdad que subsisten diferencias entre ellas. El Partido Popular aparece en cabeza de la carrera electoral, distanciado del PSOE, al que Podemos le pisa los talones y con Ciudadanos como cuarta fuerza. Con estos datos es fácil lanzarse al juego de proclamar ganadores y perdedores, pero esta circunstancia tiene una importancia relativa cuando el mejor situado, en este caso el PP, sufre una brutal caída respecto a los resultados de las anteriores elecciones generales y puede quedarse a decenas de diputados de la mayoría absoluta. El combate de Mariano Rajoy es para salvar los muebles, a base de movilizar a los abstencionistas del centro derecha y cortar la hemorragia de sus simpatizantes hacia Ciudadanos, pero sin reservas capaces de llevarle en volandas hacia una victoria como la de 2011.

Dos de los que corren en cabeza, Podemos y Ciudadanos, son fuerzas de nuevo cuño, que consiguen abrirse huecos suficientes como para presentarse entre los cuatro primeros en vísperas de las votaciones. La caída actual del partido de Albert Rivera se corresponde con la relativa mejoría del PP, lo mismo que el empuje de Podemos afecta a los votantes que dudan entre Pedro Sánchez o Pablo Iglesias.

El PP sufre una brutal caída respecto a los resultados de anteriores elecciones generales

Ganar o perder tiene un significado ambiguo cuando la opción mejor situada solo puede aspirar a intentar un Gobierno minoritario, necesitado del apoyo de otros partidos no solo para la investidura de la persona que presida el futuro Ejecutivo, sino para todos y cada uno de los pasos políticos importantes que hayan de darse en la legislatura. Nada que ver, desde luego, con el funcionamiento conocido de los sucesivos rodillos mayoritarios, ni tampoco con las tácticas de echar abajo las reformas o las políticas del Gobierno anterior para que el siguiente vuelva a revocarlas, con el uso inmoderado del decreto ley como técnica frecuente. Un Ejecutivo en minoría que pretenda gobernar de la misma forma se verá expuesto a una moción de censura, de manera que ese camino no conduce a la estabilidad.

Por el momento, el PSOE es la segunda fuerza en la carrera electoral hacia el 20-D. Ni los socialistas ni los partidos emergentes consiguen convertirse en alternativa a un PP acosado por el desgaste. El PSOE no ha podido llenar el espacio de centro y de izquierda que ocupaba históricamente. Podemos tampoco es alternativa, pero no se va al hoyo. Ciudadanos ha perdido algo de fuelle durante la campaña, sin haberse descolgado de una carrera donde continúa cerca de los anteriores. Ninguna de estas minorías parece capaz de crear una verdadera dinámica de ganador; sin embargo, los ciudadanos parecen deseosos de colocarles a los cuatro en el escenario, dispuestos a ver cómo se organiza otra forma de conducir la política española.

En lo que se refiere a los efectos de la campaña, es interesante observar tanto la enorme expectación creada por los debates serios entre dirigentes como el abuso de su participación en programas televisivos de entretenimiento, sin precedentes en anteriores elecciones, con la presunta intención de abarcar públicos muy amplios. La banalización de la campaña introducida por esas fórmulas, a la que se han prestado los líderes, ha contribuido a difuminar o confundir imágenes y mensajes, haciéndoles moverse bajo los focos como personajes famosos, pero sin nada serio que explicar a los votantes en su calidad de políticos. Los excesos cometidos con estos espectáculos no tienen parangón con los que ocasionalmente se producen en otras democracias serias.

El PSOE no ha podido llenar el espacio de centro y de izquierda que ocupaba históricamente

Tras los aciertos y los errores, llegará la decisión de los votantes en las urnas del 20 de diciembre. El nuevo sistema de partidos alumbrado por el sondeo de Metroscopia no supone una revolución, pero sí un cambio de envergadura en respuesta a los deseos de los españoles que, encuesta tras encuesta, piden negociación y consenso, en gran parte hartos de enfrentamientos estériles en un sistema político muy polarizado.

Hay que aprender a convivir en un escenario de minorías parlamentarias, en el que nadie pueda proclamar la humillación de los contrarios porque carece de fuerzas suficientes por sí mismo. Los ciudadanos quieren que se consensúen las políticas, y no que cada nuevo equipo en el poder utilice las cuentas pendientes del pasado para bloquear las soluciones de futuro.

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