Disidentes de Mas
Consejeros de la Generalitat arremeten contra la radicalización secesionista
El proceso de radicalización secesionista acelerado tras las elecciones del 27-S se inició con la resolución parlamentaria de “desconexión”, o separación por fascículos; continuó con la genuflexión mendicante de Artur Mas ante una organización de extrema izquierda y antieuropea, la CUP; y culminó con la ofrenda a esta según la cual Convergència encabezaría una presidencia recortada en sus funciones y de carácter temporal, bajo su tutela.
Editoriales anteriores
Todo ello no solo melló el prestigio de la institución de la Generalitat en favor de los intereses individuales de un dirigente sin carisma, desnortado y amortizado. También supuso una fuerte humillación a los ciudadanos catalanes, mayoritariamente orgullosos de su institución de autogobierno, de larga trayectoria.
Pero como no hay dos sin tres, esa alocada huida hacia adelante, que ya desazonó a distintos consejeros de Mas en una sesión del Consejo Ejecutivo de cuya filtración se quejó infantilmente, ha acabado por explotar públicamente.
Así, el consejero de Economía y el peso más pesado del Gabinete, el profesor Andreu Mas-Colell, ha dejado por escrito, sin esconderse y para general conocimiento, su clara —aunque cortés— oposición al mencionado proceso de radicalización, destacando que los dislates cometidos erosionan el apoyo de las clases medias y provocan reacciones europeas e internacionales más que “frías”: “gélidas”. Y que hay que rectificarlo con urgencia aunque ello “pueda llevar a nuevas elecciones en el mes de marzo”.
Asiste a Mas-Colell más razón que a un santo. Pero además, su (calculada) disidencia político-programática exhibe otros factores de notable valor añadido: como consejero del ramo conoce a la perfección el estado de espíritu de los emprendedores, y hacia dónde ahorradores e inversores están discretamente dirigiendo sus patrimonios financieros. Como profesor de prestigio internacional, no se ilusiona con la propaganda interna, de presunto encomio mundial a un proceso con que otros de sus colegas, incluso de gran cultura, parecen alimentarse. Como único apoyo real de las desfallecidas finanzas de la Generalitat, todo el mundo sabe, en Barcelona y Madrid, que sin su agudeza y pactismo, la dilapidadora Generalitat de Mas estaría ya en la quiebra.
La conclusión lógica del análisis de Mas-Colell, que muchos otros consejeros y dirigentes comparten desde un silencio poco aguerrido (y transparente), solo puede ser una: Mas debe rectificar enteramente su estrategia desde el 27-S, desandar su sumisión a la CUP, retirar la resolución de desconexión y someterse a la ley y al Tribunal Constitucional. Y cambiar de aliados: o eso, o convocar nuevas elecciones. Antes un nuevo fracaso del presidente en funciones, que una nueva humillación para todos.
Alternativas ambiguas que huyan de ambas opciones, como las del ahora aparentemente crítico (y candidato para el 20-D) Francesc Homs, no sirven más que para perder aún más tiempo y tratar de insuflar vida a una campaña que de antemano se perfila condenada al fiasco.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.