Marc Jacobs, en el punto de mira
Rompió con su mano derecha el pasado marzo, el mismo mes que el diseñador cerraba su marca asequible. Desde entonces, su vida profesional y personal parece dar tumbos
Los profesionales de la industria lo apodaban el diseñador del milenio. Cuando Marc Jacobs entró en Louis Vuitton a finales de los noventa, la marca confeccionaba solo accesorios. Ahora Vuitton lleva varios años consecutivos siendo la más rentable y reconocida del sector del lujo y es, en parte, gracias a él, que logró que sus diseños se convirtieran en tendencias duraderas, sus desfiles en los más esperados y, sobre todo, ideó esa lucrativa alianza entre diseñadores y artistas que hoy tantas firmas repiten sin cesar. Por eso, cuando LVMH —el conglomerado poseedor de Louis Vuitton— anunció en 2013 que Jacobs dejaría la dirección creativa, muchos hablaron del fin de una era. Lo fue. Lo que nadie esperaba es que también fuera el principio del fin para Jacobs.
Según se afirmaba en el comunicado sobre su salida de Louis Vuitton, la idea era centrar esfuerzos en su marca, Marc Jacobs, para realizar, a corto plazo, una salida a Bolsa. Dos años después no solo no se ha producido, sino que dicha marca ha sufrido tantos recortes que muchos ya especulan con su desaparición a corto plazo.
Primero llegaría la huida de Juergen Teller, el famoso fotógrafo que hizo de las campañas de Jacobs una referencia. Hace algo más de un año, Teller se negó a fotografiar a Miley Cyrus para la publicidad de verano de 2014 de Marc Jacobs. “No tolero la hipocresía. ¿No quieres? Bien. Lamento que para ti no funcione, pero es mi decisión”, declaró Jacobs al respecto en una entrevista.
Pero lo peor llegaría el pasado marzo, cuando se anunció que Marc by Marc Jacobs, su línea asequible, echaba el cierre. El argumento fue, una vez más, que la empresa necesitaba aunar esfuerzos para una posible salida a Bolsa y la diversificación del negocio entorpecía la estrategia. Pero Marc by Marc no solo era la imagen más clara de lo que Jacobs representa para el gran público, también suponía más de la mitad de la facturación de la compañía. De repente sus tiendas dejaron de existir; como lo hizo su buque insignia, el local que poseía en el parisino Palais Royale.
Todas las claves de este declive apuntan a Robert Duffy, la mano detrás del éxito de Jacobs. Se conocieron cuando el diseñador trabajaba en Perry Ellis hace tres décadas, y han permanecido juntos en los buenos y los malos momentos. Como cuando Jacobs fue repudiado por la moda americana tras presentar en 1994 una colección grunge que le valió el despido de Perry Ellis (y, a su vez, el interés de Louis Vuitton en un diseñador capaz de generar controversias). O cuando Jacobs cayó en una profunda adicción a la heroína; Duffy lo llevó a rehabilitación y reconstruyó su imagen, y él se hizo adicto al gimnasio y a la vida sana.
Robert Duffy se fue el pasado marzo, rompiendo una de las alianzas más duraderas y lucrativas de la industria. Poco se sabe de la separación, pero desde entonces la vida personal y profesional de Jacobs, a sus 52 años, no ha hecho más que dar tumbos. Hace unos días Page Six se hacía eco de la supuesta orgía que organizó en su casa. “Nosotros, los creativos, también tenemos sentimientos, apetito sexual, problemas, defectos de carácter y subidas y bajadas profesionales”, escribió Jacobs al respecto vía Instagram. Si algo no ha perdido es su honestidad a la hora de reconocer los errores. Ni sus ganas de ser siempre el centro de la polémica.
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