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CLAVES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mas, 10 veces alarmante

La comparecencia del presidente catalán ante el Tribunal Superior catalán culmina una serie de actuaciones preocupantes

Xavier Vidal-Folch
Mas, rodeado de simpatizantes, a su salida del TSJC.
Mas, rodeado de simpatizantes, a su salida del TSJC.PAU BARRENA (AFP)

El movimiento de Artur Mas resulta diez veces alarmante:

  1. Erosiona la separación de poderes, base de la democracia liberal. Si se manifiestan los ciudadanos ante los tribunales, ningún problema. Si lo hace todo un Gobierno, la presidenta saliente de un Parlamento y 400 alcaldes con sus varas de mando, es otra cosa.
  2. Utiliza los medios públicos para la defensa de sus intereses privados. Tanto ocultan la metástasis del 3% como presionan a los discrepantes en apoyo a la, aún insegura, investidura de Mas.
  3. Degrada las elecciones a sucedáneos de plebiscito. Contribuye a desacreditar los partidos —instrumento esencial de la democracia liberal— empezando por jibarizar el propio.
  4. Elude la ley democrática vigente. O apela a otras legalidades —como la legalidad “que proceda” (¡!)—, o inventa una propia a su exclusivo servicio —el Tratado de la UE no rige, regirá el pragmatismo de los socios (¡!)—, o aplica distintas astucias y burlas.
  5. Arrincona el principal símbolo nacional común y legal. Este jueves no se ha visto una sola senyera, sino solo la estelada, que es su versión facciosa, de parte (facción: corporación, partido, en el Diccionario Etimológico de Joan Corominas).
  6. Identifica al “pueblo” con un líder “imprescindible”.
  7. Abusa de una falsa identificación histórica. Lluís Companys fue un militante democrático y antifascista (que erró mucho), vilmente asesinado por Franco. Artur Mas nunca levantó un dedo ni una sílaba contra la dictadura. Solo estudiaba y paseaba en yate, mientras a su generación la encarcelaban.
  8. Banaliza los propios abusos. La vicepresidenta Neus Munté se hartó de repetir que la insólita irrupción de los consejeros en el palacio de Justicia fue un acto de “toda normalidad”.
  9. Falsea el lenguaje. Alega que en el 9-N no hubo “desobediencia” (la hubo, aunque sostengo que no hubo delito), sino “rebelión democrática” (será contra la norma democrática); y si fue “rebelión”, ¿por qué no lo reconoce así, en vez de enmascararse tras los voluntarios, igual que se disfrazó en la lista electoral tras Raül Romeva y sus socios?
  10. Apela a un inexistente unanimismo de Cataluña, ocultando el pluralismo de los catalanes.

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