Papel
Tenemos un presidente (cada día más representativo) que solo lee prensa deportiva
Este producto derivado de la celulosa se ha ido cargando de connotaciones estupendas. Desde tiempo remoto la prensa en general siempre se llamó “los papeles” y era motivo de alarma cuando alguien “salía en los papeles”. Con el tiempo cambió la moral y ahora salir en los papeles es incluso cosa de prestigio. De todos modos, si uno tiene la desgracia de tratar con la administración de justicia es probable que acabe “empapelado”. Y ni que decir tiene el temblor que se le pone a uno si la pareja le pide “los papeles”. Debo aclarar, para los jóvenes, que la pareja fue siempre la Guardia Civil caminera, aunque ahora sean los dos centrales o arietes. Mayor dignidad la del tricornio que la de los calzoncillos, qué quieren que les diga.
Mi quiosquero, el señor Óscar, que es uno de los centros culturales del barrio, me dijo hoy que está contento porque en lo que va de año ha aumentado un quince por ciento la facturación. Diarios, revistas, cómics, magacines, todo tipo de papeles están remontando la venta. Le comento que quizás sea porque ya corre un poco más el dinero y me responde que muchos clientes le han dicho estar hasta el gorro de Internet. “¡Papel, papel, dame papel, Óscar!”, ruegan quedamente.
En pocos meses han salido varios selectos semanarios y un par de dominicales dedicados al papel. Todo esto nos hace felices a quienes amamos la celulosa, pero no hay que engañarse: podrán venderse más diarios y magacines, pero libros, no. Este es un país feliz y analfabeto como una aldea del Orinoco. Tenemos un presidente (cada día más representativo) que solo lee prensa deportiva. Para el Gobierno, además, la lectura de libros solo es materia fiscal. Pronto será materia fecal.
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