Dejen paso a Lucky, el modelo adolescente más poderoso del mundo
Es el único modelo capaz de parar el tráfico. Con17 años, protagoniza un episodio nuevo en la moda: un fenómeno fan con chicas gritando a su paso
A sus 17 años recién cumplidos, con 1,89 metros de estatura, cabello decolorado y ojos azul piscina, Lucky Blue Smith es un adolescente tocado por la varita de lo arrebatadoramente molón. Pisa la pasarela con confianza y se pone ante el fotógrafo como si nunca hubiera hecho otra cosa en su vida. Sin embargo, estas cualidades no explican del todo los motivos por los que, en el último año, ha pasado de ser un desconocido en la moda a acaparar páginas de revistas, campañas y desfiles en Milán, París y Nueva York. Tampoco aclaran por qué el Wall Street Journal le ha dedicado una portada. Ni por qué Donatella Versace (vicepresidenta del grupo Versace) le pidió que se hiciera una foto con ella. “Me vio sacándome selfies después del desfile y pidió a sus fotógrafos que nos retrataran juntos”, relata con naturalidad.
Desde su entorno sugieren que, si sus seguidores continúan aumentando, podría necesitar medidas de seguridad para encontrarse con ellos. Él no se lo plantea. “Tienen buenas intenciones y sólo quieren verme y darme un abrazo”, dice
Si su belleza andrógina, generacional e inconfundiblemente americana justifica sólo una parte de su éxito, la otra parte hay que buscarla, como casi todo en estos tiempos, en su perfil de Instagram. Estamos en tiempos en los que el poder se mide por la capacidad de convocatoria en esta red social, y Lucky cuenta como poderosos argumentos: 1,4 millones de seguidores, el modelo que más tiene. Fans que viven pendientes de sus pasos y alimentan con sus me gusta uno de los episodios más insólitos de la moda reciente: un fenómeno fan como si se tratara de una estrella del pop tipo Justin Bieber. “Intento que mis publicaciones sean lo más espontáneas posibles, no las planifico demasiado”, explica. “Eso sí, me gusta controlarlo para que no se me vaya de las manos”. Basta acudir a la red social para comprobarlo. Un día cualquiera, Lucky publica un selfie con el hashtag #nationalgirlfriendday. Sin historial sentimental conocido, las destinatarias de ese mensaje no pueden ser otras que sus innumerables fans, que se dan por aludidas y así se lo hacen saber. En total, 134.000 me gusta.
Una búsqueda rápida en Instagram revela que ni David Gandy, ni Sean O’Pry ni Jon Kortajarena, modelos con más experiencia y más caché que Lucky, son capaces de despertar tales entusiasmos. También es cierto, sin embargo, que no pertenecen a su misma generación. Y, sobre todo, no se relacionan del mismo modo con su público.
El rey de la cercanía — El ascenso de Lucky al estrellato tiene un origen muy preciso: el momento en que se le ocurrió convocar a sus seguidores a encontrarse con él a la salida de un desfile de Etro en Milán. “Sucedió de un modo muy natural, no fue nada premeditado”, cuenta. ¿Buscaba un baño de masas? “En absoluto, sólo quería dar a mis seguidores la oportunidad de conocerme en persona”. Cuenta que esperaba cinco o diez personas, pero al salir del backstage se encontró con centenares, ante la atónita mirada de la multitud de periodistas y compradores presentes. En los habitualmente reservados –y adultos– círculos de la moda, la presencia de hordas de adolescentes chillando un nombre que nadie podía identificar generó una sensación de desconcierto. También en Lucky. “Estaba muy sorprendido”. ¿Qué pensaron los otros modelos? “Al principio no entendían nada, pero luego les encantó”. ¿Corrieron a abrirse una cuenta de Instagram? “Seguramente”, responde riendo. “Aquello fue una auténtica locura”.
Locura. Crazy. Es una de las palabras que Lucky menciona con regularidad durante la entrevista. Así define, por ejemplo, desfilar para Bottega Veneta, Versace, Cavalli y Balmain o protagonizar campañas para Philipp Plein y Tom Ford (“fue una locura, no me lo podía creer”). O congregar a cientos de miles de seguidores en Asia, un mercado en el que su agencia ha reforzado su imagen mediante campañas en redes sociales adolescentes. Otra de las palabras que repite es su propio nombre, lucky, afortunado.
Quiero que se agoten las entradas para mis conciertos, que mis películas batan récords de taquilla y que las mejores marcas de moda me contraten para sus campañas”
Escuchándole, resulta inevitable preguntarse si es algo espontáneo o una estrategia sutilmente orquestada. Probablemente sea una combinación de ambas: Lucky es su verdadero nombre, pero todo indica que sus padres se han esforzado por enseñarle a comportarse como una estrella sin parecerlo. Todo en la familia Smith apunta alto: los fantasiosos nombres de sus retoños –las hermanas de Lucky se llaman Starlie Cheyenne, Daisy Clementine y Pyper America– y sus impecables aficiones. Los cuatro hermanos Smith (él toca la batería) tienen desde hace años una banda familiar de surf rock, The Atomics, y todos ellos coquetean con la moda.
Fue su hermana Pyper America quien abrió el fuego. “Ella fue a hacer una prueba en Los Ángeles, y su agente le dijo a mis padres que nos llevaran a todos”, cuenta Lucky. Cuando salieron del despacho ya tenían concertada una cita para posar juntos ante la cámara de Hedi Slimane, que apuraba su tiempo como fotógrafo indie antes de asumir la dirección creativa de Saint Laurent Paris. Lucky ya tocaba la batería, pero a sus 12 años desfilar o posar no entraba en sus planes. “La moda me daba igual, no sabía quién era Slimane y lo único que quería era irme a la playa y que me dejaran en paz”, recuerda.
Control familiar — Renunciar al chapuzón resultó más que rentable. Tras el fichaje en bloque de los cuatro hermanos por la agencia Next, llegaron campañas en familia –para Gap– o con Lucky como protagonista –para Levi’s–, hasta que sus padres decidieron dar el salto definitivo: abandonaron su Utah natal (oeste de Estados Unidos) –de ahí que se le haya apodado "el modelo mormón"– para afincarse en un apartamento de dos habitaciones en Los Ángeles, educar a sus hijos en casa y, aunque les cueste reconocerlo, dirigir sus carreras. “Al principio no quería irme del colegio, pero ahora me alegro”, cuenta Lucky, que ya ha concluido sus estudios secundarios. “Casi, porque todavía me quedan algunas asignaturas”, rectifica en voz baja.
A una edad considerada habitualmente rebelde, el discurso de Lucky está tan exento de rebeldía que resulta casi transgresor. Explica que la decisión de decolorar su cabello fue de su representante, que quería darle un aspecto menos infantil. “Me gusta, pero no lo considero parte de mi identidad, así que algún día me lo cambiaré”, explica. Afirma que no existen fricciones con sus padres (“siempre me dan buenos consejos”) ni con sus hermanas. Incluso aprovecha el efecto hipnótico que genera su aire de familia posando con Pyper –una belleza de ojos grandes y fotogenia casi alienígena– para la fotógrafa más famosa, Annie Leibovitz, en la nueva campaña de Moncler. “La mejor experiencia profesional de mi vida”, apunta.
Sorprende escuchar algo tan rotundo a un joven que apenas lleva un año trabajando, pero si hay algo que Lucky no oculta es su ambición. “Quiero que se agoten las entradas para mis conciertos, que mis películas batan récords de taquilla y que las mejores marcas de moda me contraten para sus campañas”, sentencia. Últimamente, han posado para Jean Paul Goude y Carine Roitfeld ataviado como Liberace en un reportaje para la revista Harper’s Bazaar. Responde con evasivas a los rumores que apuntan a que la familia Smith al completo podría estar negociando su participación en un reality show sobre el proceso de grabación del próximo disco de The Atomics y cuelga numerosas imágenes de promoción de Love everlasting, su primera película como protagonista (y su primera película, en general).
En ellas, Lucky es un James Dean posgrunge que conduce una motocicleta y mira al horizonte con sus ojos transparentes, su cabello glacial y su desenvoltura rebelde. Puro romanticismo adolescente. También puro fenómeno viral. Desde su entorno sugieren que, si sus seguidores continúan aumentando, podría necesitar medidas de seguridad para encontrarse con ellos. Él no se lo plantea. “Tienen buenas intenciones y sólo quieren verme y darme un abrazo”. La entrevista ya casi ha concluido y sigue sin mostrar indicios de lenguaje negativo en sus palabras. Como si Lucky hubiera conquistado al mundo de la moda de la forma menos pensada: siendo un buen chico. Parece que la rebeldía ha pasado de largo por su puerta. O tal vez esté a punto de llegar.
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