Ganar pero perder
Si el PP no sumara 140 escaños se produciría una situación inédita desde 1978: que el partido más votado no gobernara
Mariano Rajoy está en condiciones de ser el primer presidente constitucional del Gobierno elegido solo para una legislatura y también puede ser el primero que después de ganar unas elecciones generales no gobierna. Todo es tan diferente y volátil ahora en la política española, que las circunstancias pueden hacer que el presidente más previsible en la forma de tomar sus decisiones, según su propia definición, se convierta en el más innovador en el escenario del tránsito de un mandato a otro. Aunque, obviamente, sería muy a su pesar. Si no es el más votado no será presidente, porque es seguro que de ninguna manera podrá sumar con nadie escaños suficientes como para ser reelegido presidente y será otro el que deberá buscar apoyos y someterse a la investidura.
Pero su drama es que, además, después de la larga y dura carrera que ha emprendido con el PP colgado de sus espaldas para dar la vuelta a las negras expectativas puede no serle tampoco suficiente llegar el primero a la meta para ser reelegido. Puede que su partido sea el más votado, pero que no sea capaz de formar una mayoría suficiente, es decir, no tener diputados como para pactar, fundamentalmente, con Ciudadanos. Los responsables del PP repiten el mantra de los 140 escaños como cifra mágica que estiman necesaria para dicho pacto. Si no los sumara se produciría una situación también inédita desde 1978: que el partido más votado no gobernara. Por supuesto, eso solo ocurriría si la izquierda fuera capaz de formar una mayoría alternativa a la del PP.
Pero hay otro escenario más que se sopesa en el PP y que sería tan novedoso como cruel para Rajoy: que el partido que pueda pactar con los populares ponga como condición que sea otro el candidato del PP a presidente en la investidura. Albert Rivera ha jugado ya en público con la hipótesis de apartar a Rajoy, anticipando la posibilidad de incluir esa condición en las posibles negociaciones. Si eso ocurriera, sería un escenario aún más inédito con un presidente (o presidenta) que no ha encabezado la lista y un exjefe del Ejecutivo obligado a retirarse tras ganar unas elecciones, pese a que, como ocurre en este caso, afronta la campaña como algo personal. Hasta el protocolo de las consultas del Rey con los líderes políticos dejaría de ser ya un mero trámite.
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