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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Blatter, Putin y el nuevo orden mundial

Sepp ha entrado en una fase de desorden de conducta en la que cada error que se intenta corregir se empeora con otro aún más grave

Jesús Mota

Las elecciones para elegir nuevo presidente de la FIFA (pobablemente, Michel Platini) serán el 26 de febrero. Mientras tanto, y como era de suponer, Joseph Sepp Blatter, presidente provisional y malquerido (debió renunciar a la elección cuando Estados Unidos y el FBI acusó de corrupción a sus consejeros de corps), sigue su camino tropezándose con todos los muebles que encuentra a su paso, como en los viejos slapsticks de Hollywood. Simon Brodkin, un cómico conocido por irrumpir en actos públicos para hacerse notar, reventó un acto público de Sepp arrojándole un fajo de billetes falsos de dólar mientras le increpaba “Esto es para el Mundial de Corea”.

Ahora se entenderá mejor por qué Blatter no podía ser el presidente del fútbol después del Fifagate. No es sólo —aunque sí lo más importante— que su autoridad moral se haya evaporado, como cómplice consentidor (al menos) de la tropelías de sus vocales. Es que está expuesto a convertirse en protagonista de incidentes envilecedores. Las imágenes de la lluvia de billetes retratan la indefensión en la que ha caído el fútbol por culpa de una recua de comisionistas. Pero también la perplejidad de Sepp, desorientado no se sabe bien si por la invectiva o porque los billetes fueran falsos. Su falta de temple, desplazándose sin objeto por detrás del estrado para balbucear una disculpa incómoda — “esto no tiene nada que ver con el fútbol”— revela algo más que desorientación espacial.

Aún no se había secado la lluvia de billetes cuando el presidente (en funciones) se ha apuntado a otro movimiento de resplandeciente torpeza: una reunión con Vladímir Putin en San Petersburgo, hoy sábado, con el pretexto del sorteo del Mundial de Fútbol de Moscú 2018. Bien está que Putin sea quizá el único dirigente mundial que ha defendido a Blatter (el incentivo económico de un Mundial es poderoso). Y parece lógico que Blatter asista al sorteo. Pero ¿es necesario orquestar una reunión personal con Putin, después de las sospechas que pesan sobre la concesión del Mundial? ¿No está al tanto Blatter de las sanciones que pesan sobre Rusia por la conducta rusa en Ucrania? ¿Nadie le advirtió de que Vladímir ha rechazado que la ONU juzgue a los separatistas prorrusos que, al parecer, derribaron el avión de Malaysia Airlines?

Tanta torpeza pide una explicación tranquilizadora. Es posible que Sepp, atribulado por el shock del Fifagate, haya entrado en una fase de desorden de conducta, en la que cada error que se intenta corregir se empeora con otro aún más grave; el sujeto cae en una espiral imparable de despropósitos. Otra interpretación, improbable pero atractiva, es que Blatter oposita para ser el nuevo consejero delegado de Espectra —el que acaricia al gato—, la organización que quiere dominar el mundo en las películas de Bond. Con la FIFA e Irán desactivados y Jeb Bush perfilándose en el horizonte electoral estadounidense, necesitamos un nuevo eje del mal como Dios manda, que diría Rajoy. Angel María Villar, esa promesa de eternidad, podría ser el número dos de la renacida Espectra; y Mourinho, el número tres (con muchos visos de ascender).

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