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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Barça es mucho más que un país

El club es una ambición transversal, el lugar común en el que confluían nuestros gustos y nuestros disgusto

Juan Cruz

Aprendí catalán, el que sé, gracias a Raimon, a Serrat..., y al Barça. Soy del Barça como si los colores azulgrana fueran parte de mi sangre; una vez supe los ríos de España, y los olvidé, pero jamás me he olvidado de la alineación que empezaba así: Ramallets, Olivella, Rodri, Gracia... Cuando el Barça despuntaba en mis sueños de adolescente se produjo la derrota de Berna, ante el Benfica, y me dio tanta vergüenza haberla sufrido que creí que se había roto el mundo... Barcelona fue, desde esa pasión, la primera ciudad que quise conocer. Me hice lector de periódicos leyendo el Dicen y el Lean, y anteayer en Barcelona me dio un vuelco el corazón cuando vi que los autobuses anuncian una publicación que vuelve a llamarse Dicen. Dicen y Lean las dirigía Julián Mir, un periodista que fue mi referencia mítica entre los cronistas tranquilos del fútbol, y entre sus colaboradores tenía a Martín Girard, que luego resultó ser Gonzalo Suárez, mi maestro.

El Barça tiñó mi vida de azulgrana, como la vida y la ambición futbolística de tantos aficionados que hay en el mundo. Cuando Manuel Vázquez Montalbán contó la historia sentimental del club que es, o era entonces, més que un club, los que disfrutábamos, o sufríamos, aquella pasión (esta pasión: eso no se abandona) sentimos que el gran Manolo V estaba hablando de nosotros, los que vestimos por dentro de azulgrana.

El Barça era, pues, una ambición transversal, el lugar común en el que confluían nuestros gustos y nuestros disgustos, la alegría y la melancolía de un territorio que no tenía fronteras. Estos días estuve temiendo que los aspirantes a presidir el Barça sin fronteras establecieran hierros o barras para meter el club hacia adentro, poniéndolo al servicio de iniciativas que tienden a hacerlo territorial, utilitario. Me alivió escuchar a los contendientes más destinados a competir en la photofinish cumplir la tarea de proclamar la universalidad que le viene bien a un equipo tan grande, y, en puridad, tan cosmopolita. Pues ahí hay un brasileño, dos argentinos, un canario, uno de Albacete, un francés, un uruguayo..., todos ellos unidos por el color del fútbol.

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Sucedió, pues, que Bartomeu declaró con énfasis que no iba a entrar el club en la arena política, y Laporta ya había dicho lo mismo. Todos pensábamos que Laporta iba a jugar esa carta, que forma parte de su naturaleza, pero fue cuidadoso, al menos en las declaraciones que hizo para medios de papel. Pero ni el audaz ni el prudente se saltaron los límites del infinito azulgrana. Hasta que llegó la hora de la hora, como se dice, y ahí están ellos dos y todos sus contendientes sosteniendo la bandera del 27-S, comprometidos con el país, acompasando desde ya la campaña electoral catalana que tiene como fin someter a los catalanes a la disyuntiva de ser de aquí o ser de allá. Que sean como quieran, pero que tengan en cuenta (los presidentes posibles y quienes los alientan a esta fiesta de las banderas) que para muchos de los que llevamos el color azulgrana en la sangre el Barça siempre fue mucho más que un país tan solo. Fue un universo. Que no me lo achiquen, si us plau.

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