Monologuistas

Con lo que nos gusta hablar y lo poco que confiamos en el género de la entrevista. Con lo que nos gusta hablar y lo poco que sabemos conversar. Con lo que nos gusta hablar y qué escasa atención prestamos a quien con nosotros conversa. Con lo que nos gusta hablar y qué incapacidad tenemos para darle al otro un poco de crédito en lo que dice. Con lo que nos gusta hablar y qué ineptos somos debatiendo. Con lo que nos gusta hablar y qué arte tenemos para interrumpir.

Va a ser que lo que realmente nos gusta, ay, es monologar.

Los debates de televisión han favorecido esa tendencia tan nuestra de debatir con el único fin de reafirmarnos en nuestras convicciones. Vivimos en un país de monologuistas. Monologanlos políticos. Monologan los analistas. Monologan y luego increpan al colega para que se calle. Monologamos los columnistas por un exceso de atención a la temperatura del yo, escribiendo a menudo con los ojos y los oídos cerrados. Y todo es un monólogo exterior, porque el interior, el que está provocado por el silencio, ese monólogo que ayuda a ordenar el pensamiento, va quedando reducido al género novelístico. Lo que se estila verdaderamente es que impongamos nuestro monólogo a otro que a su vez nos impondrá el suyo.

Tal vez esa sea la razón por la que las entrevistas pausadas y de cierta duración no están de moda. Ya sé que hay dos o tres programas que se presentan ahora como la recuperación del género, pero es curioso que suelan elegir personajes que ya se expresan de sobra en la tele, rostros que inevitablemente una se encuentra en la pantalla casi a diario monologando como posesos.

¿Cuándo los medios confiarán de verdad en la conversación? ¿Por qué entrevistar a los mismos de siempre? ¿Cuándo se cederá el tiempo a personas de vidas intensas que supongan un descubrimiento para el espectador? Las entrevistas que veo, leo o escucho me hacen creer que en este país sólo tienen la palabra cuatro gatos. Da una idea tan pobre de lo que somos.